Con mis manos he tocado

1

Te contaré un secreto: Un día de invierno descubrí mis manos. Hacía frío. Otro día, este de verano, las volví a descubrir, cuando el calor calcinante quemaba la piel. Pero solo descubrí realmente estas manos cuando toqué un tu cuerpo. Y entonces descubrí el secreto de la vida.

2

He tocado la arena. Cada grano sencillo forma el conjunto majestuoso de la playa. Y resiste el embate calmo y furioso y  agradece la visita permanente de las olas. Otro intento más y otro, del beso, del abrazo, de coincidir permanentemente por los tiempos de los tiempos. La arena me ha tocado con el amor áspero de la materia.

3

He tocado el agua y me he sumergido en ella, para mojarme una y otra vez. Me reconoce como camarada del cosmos, la reconozco como origen y destino. Sabemos que formamos parte del ser, que somos a la vez nada. El agua me abraza, me susurra un murmullo del universo. Le susurro la palabra vida, la palabra todo, la palabra gracias. 

4

He tocado la piedra. Mineral testigo de todos los acontecimientos. La he tocado en su viaje por el río, desprendida de la montaña. Me ha tocado violenta en el golpe preciso, asimismo pacífica se ofrece para levantar la casa pobre y el palacio, para levantar la ermita de pueblo y la iglesia ciudad. Es parte del puente, del camino. Es yo mismo cuando el polvo y el agua formaron el lodo, y con el viento y el sol, le dieron la consistencia de Piera, para el bien y el mal.

5

He tocado el árbol, el majestuoso árbol de la sombra y el fruto. Ambos con la conciencia natural de que somos hermanos y corremos el mismo destino de nacimiento y muerte. Dichoso árbol porque se ofrece leña para el fuego, se sabe notas musicales en la guitarra y el violín, se sabe barco de viaje, casa del hombre. Y ofrece generoso su fruto para el alimento de todas las especies, no solo para el hombre.

6

He tocado hojas y flores. Una para la otra. He tocado tallos y raíces. Cada parte de la planta en su conjunto es la generosidad misma, testigo de prisas, víctima de la ambición en el corte y la tala. Razón del habla para el poema y el disfrute en la mirada. Y pródiga en el oxígeno que respiramos, como el amor y la dicha para las almas.

7

He tocado el cielo, cuando el amor. He tocado el infierno cuando el amor. Y aunque parezca un sinsentido, ambos forman parte de la dicha. Uno por la alegría que mueve a poemas y mueve a risa. El otro, porque es la espina clavada en el corazón, para mediante el dolor reiterar para estar conscientes de que somos cuerpo. De que hay algo más que la existencia anodina y vacía. He tocado el cielo. He tocado el infierno. Y ambos son lo mismo, como dos caras de moneda. No uno malo o bueno. Ambos parte de nosotros mismos.

8

El ciego toca para conocer. El vidente se queda en miopía si solo mira más acá de sus narices. Hay un mundo por conocer que no miramos, inclusive viendo. Hay siempre otra parte que no vemos de lo que vemos, porque solo nos fijamos en las apariencias. Y siempre hay algo más. El ciego sabe la importancia de los ojos. Pero que no son tan importantes, cuando se logra mirar con el alma.

9

Tocando o con el fin de tocar, miro mis pies en el caminar; miro lo que no existe en los prodigios; la taza del café en el el deleite; el reloj en las prisas; la iglesia en los sueños de inmensidad. Y me digo y repito incesante que hay otras cosas más. Muchas otras cosas más. Para lograr tocar, miro antes el fruto en el conocimiento; miro el viento en la epopeya de los siglos, la hojarasca cae lenta, una mariposa y las aves se sostienen y transitan la vida, el tiempo, el cosmos; y al tocar y mirar concluyo que el tiempo es una máquina que muele, tritura destroza con una lentitud tal que ni se nota.

10

En los sueños toco las ausencias, los ángeles, los amados muertos. En el sueño toco y siento lo tibio de los abrazos, lo caliente del café, lo frio de los muertos. En los sueños no hay indiferencias, egoísmos ni odios. No hay perfidias ni estrategias de dominio. No hay controles, dependencias ni apegos.

11

Tocar es saberse humanos. Y es importante tocar como práctica los pétalos de la flor (sin arrancar esta), porque solos así se aprende a tocar las almas. 



 


 

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