La masa rebelada (o entre la horca y la palabra)

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Pienso en la horca, en las letras y en las masas, a las que se refiere Ortega y Gasset. La horca porque fue uno de los castigos extremos a los delincuentes. Las letras porque son las que nos dan acceso al conocimiento, a la conciencia y a la belleza. Y pienso en las masas de la que formo parte porque sueño no en que se alebresten, esto es pasajero, sino en que se rebelen. ¿Rebelarse a qué? A su destino de explotados. 

2

Escribir es pretexto para justificar mi día. Es como una condena para luchar contra lo gris, la rutina, lo oscuro, la estupidez. Algo así. Mas no es fácil. Si me viera ustedes en este preciso instante, miraría la imagen de la derrota digna, plena y contumaz:  sentado en la sala de casa, buscando la punta de la madeja para escribir sobre un tema cualquiera. Y sin siquiera lograr el inicio de algo. O empezado uno, borrarlo al instante al ver que no conduce hace alguna parte. Más allá de una página digital en blanco, es la agrafía, el no tener qué escribir, seco el manantial; ludógrafo que no encarrila su pensar, y que sin embargo no se rinde. Pero no me detengo y menos enciendo la televisión, a ver qué hay, entre un juego de cualquier deporte, una "señorita Laura", o la repetición de viejos y bobos programas cómicos, o la telenovela que hizo soltaran lagrimones nuestras mamás hace cuarenta años.

3

Porque en todo caso sería más fácil dejar todo esto a un lado, y seguir acostado, aunque fuera despierto, pensando en pasajes del pasado que me fueron muy gratos, viendo rostros, movimiento de cuerpos, sonrisas, de tantas personas, entre familiares, conocidos y amores. Porque todo tiene un principio y un final. 

4

Y si digo que si me viera usted, es porque yo me desdoblo y me miro así. Me veo con más peso, más viejo en los sesenta y más, jubilado, con menor agilidad, con entusiasmo por vivir, sí, pensando en el qué hacer, viendo el pronóstico del tiempo, y cosas por el estilo. Leo por ejemplo dos fecha significativas en la vida de una amiga: el año en que murió su padre, la edad que tendría ahora el señor, y los años que tendía su madre en el momento de quedar viuda. Lo  cual no es casual. Es que el 25 como ayer la muerte del papá y al día siguiente, 26, el cumpleaños de la mamá. Mi amiga tendría unos tres o cuatro años. 

5

Pienso en la vida y en la muerte. En lo que se es antes de nacer y, más, antes de la concepción, y lo que se es después, o más bien, en lo que podría ser después. Nadie ha vuelto de la muerte para decirnos de la paz y tranquilidad en ese otro entorno, eterno y permanente. Pienso por ejemplo, también, que en estos dos últimos meses murieron tres jóvenes, no conocidos entre sí, hijos de tres amigas. Razones distintas, pero en plena juventud. Imagino el gran dolor, el arrebato bestial de la muerte a esas tres vidas lozanas.

6

Un buen tema por escribir sería una carta a Dios, preguntándole esto y lo otro. Qué misterios quedan. Cuánto se sabe. Qué tanto hemos de conocer. Qué tanto nos será permitido conocer. Si hemos sabido que el universo es mucho más grande, de tal manera que ni la imaginación nos da para comprender su magnitud. ¿Y para qué piensas en eso?, ¿qué resuelves? Me digo, me dicen, nos decimos. ¿Tiene algún sentido saberlo? Es inmenso lo que no se sabe, que la ciencia se queda perpleja, cuando verdades que lo fueron por decenas, cientos o miles de años, caen como bobadas ante nuevos descubrimientos.

7

Un buen tema escribir es Carta a Dios. Ya lo dije. Como si fuera la carta de un átomo al cuerpo. Más amplio aún: la carta de un átomo a una sociedad. Y más aún: la carta de un átomo a una inmensidad interminable. Ni cómo comprender la respuesta, si es incomprensible que le llegue. Si es incomprensible imaginar los tantos rostros, más las máscaras.

8

Cuando destruyo un hormiguero, cuando destruyo un largo sendero de tierra donde sé que es construcción de termitas, pienso en los terremotos y guerras que acaban con cientos y miles de vidas humanas. Cuando destruyo esos hábitats imagino la destrucción que el ser humano hace en la destrucción de selvas arrasadas por el móvil del dinero, amplias carreteras como monumentos al dios del progreso, estatua divinizada del becerro de oro, satanás del neón, estrella de la lujuria. Pienso en todo eso.

9

En la historia de la humanidad otros como yo en otras latitudes de geografía y dimensiones del tiempo se han hecho las mismas preguntas. Y con base a las respuestas se ha creado obra para seguir reflexionando. El poeta captó el instante y lo hizo luz en un poema. El filósofo escribió tratando de encontrar respuestas una enciclopedia inentendible para las masas que no se rebelarán jamás. El historiador es testigo de que se repiten los mismos hechos en búsqueda del poder y la estupidez humana: guerras, intrigas palaciegas, dominio, poder, fortunas, etc.

10

Leí por allí alguna vez que la diferencia del poeta y del filósofo, es que uno dice en un poema de unos cuántos versos, lo que el filósofo lo dice en todo un libro. Y me sigo preguntando: ¿y cuando se juntan las dos cualidades del poeta que filosofa o el filósofo que poetiza? No es pregunta al azar parecido a esa chafesa de decir "y si la muerte se enamora de la vida y la vida de la muerte". No. Hay obras literarias bellas que llegan a ese grado de excelsitud, en el que poesía y filosofía se unen. Imagino la obra de Sartre, de Camus, Diderot,  Kundera, de Kafka. Quizá por eso son grandes escritores que dejaron a la humanidad grandes obras. 

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Entre la horca y la palabra, podría ser un buen título. Y estoy recordando ahorita en este final de texto al poeta francés Francois Villón, que se dedicó en vida a asaltar y saltar de mujer en mujer, que juzgado por el Estado fue condenado a la horca, y escribió de la mejor obra poética en ese filo de la navaja entre lo legal, lo bello, lo artístico, la sonrisa plena, y el delito. ¿Que esto puede ser cuestionable? Cierto. Dicen que dijo Bertlot Brecht, que es mayor delito fundar un banco que asaltarlo. Dicen que dijo. 

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Del poeta Villón: "...Ya vendrá el día en que se encuentre seca,/ mustia y ajada vuestra flor fragante./ Y aunque mi risa ahí parezca mueca,/ mi risa en la vejez será triunfante./ Viejo seré, vos fea y con arrugas./¡Bebed ahora que el arroyo es blando!/ Ya se helará, y no pueden las verrugas/ a un pobre socorrer que están matando./ Príncipe del Amor, excelso amante,/ a quien no quiero andar importunando:/ sabed que debe un buen señor, no obstante,/ a un pobre socorrer que están matando..."


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