El otro
1
Siempre tengo esa extraña sensación de ser otro, no el que me habito, no el que conocen. Sé que es disparatado escribir esto, y afirmarlo como sin más. Ese otro es el de los triunfos. Y yo, el real, soy el de las derrotas.
2
El otro es el que camina altivo y sonríe. Es el que sube al estrado a recibir el diploma. El que habla, el seguro de sí, el echado hacia adelante. Yo soy el oscuro, el que calla y otorga. el que dice para qué. El común que siempre cede. El que no opina. El que asegura sentirse bien en todas partes. El que se fue lejos de su tierra y a las 3 33 de la mañana se llena de nostalgia, como asesino silencioso. El otro es el que tiene la palabra precisa, y la calla o la dice. Yo soy el desafortunado que dice el improperio en el momento menos oportuno. Yo recibe el rechazo. Al otro le aplauden.
3
El valiente es él, la cobardía es mía. No se ven en los días ni en la vigilia de las noches. Solo a veces en sueños se encuentran. Las más de las veces dialogan. Se niegan. Se afirman. Reflexionan. Los dos en uno mismo, se complementan. Solo que en el día ambos andan en rutas distintas. A veces es uno, en otras es el otro, quien actúa. Se alternan, sin pelearse.
4
A veces es uno u otro el que escribe. Ha de notarse. Estilos de los te tos muy diferentes. Hasta contradictorios en ocasiones. Como escribir y mandar mensajes. Uno lo escribe. El otro decide si lo deja o lo borra. Sé que todo esto suena extraño, a locura. Pero es mi realidad partida en dos. Uno sale y el otro se queda. Uno escribe y lee. El otro duda entre hacer y no.
5
Uno es el que escribe una carta. y el otro impide que la mande. Uno escribe la carta mítica para lanzarla al mar. El otro deja dicha carta en tierra. Uno es el que extraña, ruega, sufre en la distancia. El otro digno, guarda silencio, y mira la lluvia sin mojarse. Ambos quieren escribir carta a Dios. Uno la escribe. El otro escribe para el adiós.
6
Ambos van de viaje. Y siguen esa rutina de una cosa uno, otra, distinta, el otro. Se alternan en visitar museos o zonas rojas. Parques, parajes solitarios. Uno tira su anzuelo al norte, otro al sur. Y se guiñan entre ambos cuando sienten que coinciden. Y es en varios puntos. Si la vida es una, si es efímera y fugaz, ademas bella.
7
Uno es el que corre. El otro camina. Uno anda de prisa. El otro es lento. Ambos avanzan a distinto paso. Uno sueña en utopías. Y otro el que tiene los pies en la tierra y es el que decide. "Come sano", es la orden de uno. "Date tus gustos, si de todas formas vamos para donde mismo", dice el otro, con mayor poder de convencimiento.
8
¿Higado con cebolla? ¿Mondongo o menudo? "¡Qué horror!", responde el otro. Ambos ríen. Se abrazan. Se concilian.
9
Uno se despierta a las 3: 33 de la madrugada. Aunque con el cambio de horario ya no sabe si eran las 4:33 o las 2: 33. Es un decir. El otro sigue dormido porque sabe lo que eso significa. Adormecido mira al otro que con nostalgia sufre extrañando otra ruta que pudo ser posible. Otra geografía y no esta. Otros parajes y no estos. Otros caminos. Y entra un dolor que se encaja como mil alfileres en el alma. Y el otro lo mira tierno, compadecido. Y lo calma con un ya, ya, esto pasa. Coinciden en deseos enormes en tomar café.
10
Uno de los dos debe tener la razón; ambos se la disputan. Su fin es el mismo. Su tiempo es el mismo. Aunque uno piensa más en el pasado, anclado en imposibles. El otro sonríe retador al futuro. Si solamente Antonio te llamas, dicen entre resignados y con esperanza. Uno de ellos ama. El otro olvida.
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