Te iba a escribir mañana, Luis
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"Hay que aprender a no hacer nada, pasar el día solo en la contemplación de la naturaleza; algo parecido al Zen, a lo contemplativo. Es algo difícil. Estamos acostumbrados a hacer algo, y si no hacemos sentimos que el día se nos fue sin utilidad. Y no hacer nada, disfrutar el día es también hacer", es Luis Porter quien habla. Ayer, en su paso breve por Villahermosa, -su ruta es Mérida-Coatepec, tuvimos oportunidad de escucharlo, de reír con él, de constatar que es exactamente como escribe: sabio, sencillo, alegre.
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Derroche de genio e ingenio, Luis Porter es un maestro argentino mexicano que radica en Stanford, Canadá, en un retiro con júbilo en donde tiene muchas actividades, luego de muchos años en la academia, tanto como investigador y docente. Ahora su cotidianidad es disfrutar la vida desde otro ángulo: caminar, andar en bicicleta, recorrer el jardín para detectar los cambios diarios de la floresta, tomar fotografías, leer y escribir. "Así van las cosas", dice cuando el grupo calla, para motivar a retomar la plática entre todos. Así van, le digo. Los demás reinician de nuevo desde cualquier tema afin al grupo.
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Cuenta con algarabía y con orgullo cuando le preguntó a su maestro poeta Rubén Bonifaz Nuño, sobre el "qué soy yo", tomando en cuenta su origen en Argentina y su radicación por cincuenta años inmerso en la cultura mexicana, en la que tomamos con broma los asuntos serios, donde nos vale, donde nos reímos de la muerte. "Tú eres indio mexicano", fue la respuesta del escritor. Y aparte le justificó tal afirmación calificativa: vivir en lo cotidiano en una cultura es asimilarla y ser asimilado, el léxico, el modo, las tradiciones, la manera de saludar y relacionarse, etcétera. "Y tiene razón", dice Luis riendo con cierta seriedad.
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"En esta sesión, verbalmente, los integrantes de este grupo, amigos y amigas, le declaramos solemnemente tabasqueño, por su amor inmenso al trópico, su sensibilidad sustentable hacia el planeta, su contribución al aprendizaje para aprender en este territorio bello de México, y por la amistad que nos une", le dije en serio, en alusión a que nos ha contado que en un grupo de los varios donde ha estudiado, sus compañeros mexicanos en los 80s redactaron y entregaron con la solemnidad de estudiantes, un acta donde hacen constar su nacionalidad fraterna mexicana. Ya antes en el gobierno de Luis Echeverría le habían entregado oficialmente la nacionalidad mexicana.
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Llegaron sus ex alumnas y alumnos del brillante Cipac, de nuestra alma mater Ujat, y de la gloriosa Universidad Autónoma de Tamaulipas, alegres, empáticos. Yo de colado. Estaban dos de sus hijas, un amigo arquitecto como él, de Mérida. "Venimos como pilotos y copilotos", apunta, en un viaje de Mérida a Jalapa Veracruz, disfrutando la ruta de la península, con vista al mar, malecón, faro y parte de la vía en construcción del tren maya.
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"Todo está muy cerca en Villahermosa", le habían dicho para la movilidad en nuestra ciudad. Cierto. En otros tiempos. Ahora hay mucho tráfico por las obras en construcción, un distribuidor vial ni eufórico ni empático con la vialidad ni con sus vecinos, en avenida universidad. Metí mi cuchara: "decretaron previamente Ley de adjudicación directa". "No hubo concurso", completó Luis, con conocimiento de causa, como arquitecto.
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Como en el brindis del bohemio, se hablaron de varios temas: de poesia, de Borges, los Montoneros y la devaluación en Argentina, y por lo tanto la vida cara: "a todo se acostumbra la sociedad". Pregunté sobre cómo le hacen los argentinos con una devaluación del 70 por ciento. "Si aquí con el 7 por ciento ya andamos inquietos", agregó una maestra. Asimismo se habló de las jubilaciones, de José Emilio Pacheco ("novio de mi hermana") y su Inventario en la revista Proceso, de la elección de Brasil con Lula, ("ojalá y gane"), del momento oportuno de retirarse, de "tener vida" aparte del trabajo. Etcétera. Todos muy atentos a cada una de las palabras.
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Gentil y generoso Porter nos obsequió y dedicó el libro "Juventud actual, universidad futura", libro que le publicó la Universidad Autónoma Metropolitana (salió retrasado porque se atravesó la pandemia, dijo). Nos habló de otros libros que están por salir -uno de me.orias- y de la poesía. "No soy poeta. No me dediqué a ello. Escribo poesía, como amateur", justifica. Me obsequió unos poemas impresos sueltos, con el nombre de "Te quería escribir mañana". Y leyó cuatro de ellos, previo pedido a la administración del restaurante que bajaran el volumen a la música de reguetón que tenían como de fondo. Y nos leyó Luis. Con esa voz asentada , tranquila, de seda que abraza, con ánimo, sereno, con gusto. De muy bien vivir y sintetizar partes de la vida en sus poemas.
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Yo conté cómo conocí a Luis. Una tarde fui comisionado por mi jefe casi homónimo a estar en la charla-conferencia que Luis impartiría en el Centro cultural de Villahermosa. "Yo a esas cosas no llego", me había dicho con sinceridad mi jefe. Y fui. La charla lleva por título, recuerda Luis: "Plática de alguien que no sabe", o algo parecido. Desde el inicio hice click con el tema y con la manera de hablar de Luis, de diálogo, muy cercana a lo que uno piensa. A la salida me despedí de él, sin mayor acercamiento, y sin pedir correo o número de teléfono para contacto. Luego lo busqué en Facebook, y le pedí ser contacto. Luego le expliqué todo esto. Y nos hicimos amigos virtuales. Nuestras vidas en algo se parecía: migrantes, dedicados laboralmente a la educación, y afectos a ser mirones con la cámara fotográfica, y buscadores de temas para escribir. Así las cosas.
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Luego iniciamos una correspondencia mediante la cual nos hemos contado algo más de nuestra vidas. Le h gustado ver las fotos de cuando yo visito mi pueblo y me tomo foto con mis hermanas y hermano, y con mis sobrinos. Intercambiamos poemas con el fin de tener vivos y vigentes los temas de diálogo. Uno de los temas es Isocronías, columna donde el poeta Ricardo Yañez escribe y donde da a conocer varios temas relacionados con quehacer literario y la función del lenguaje. Luis Porter cita a Ricardo: "La poesía ocurre cuando lo que no pueden decir las palabras lo dicen las palabras" Y explica, parece un juego de palabras, pero en eso coincido, son las palabras, únicas, entrelazadas, significando una cosa para el poeta, y adquiere muchas veces un significado distinto en el lector. Pienso yo, la polisemia, no la poligamia, o en todo caso, sí, pero de las palabras.
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Poco a poco se fueron despidiendo unos. Luego me despedí yo, consiente del cansancio de los viajeros. Ya llevábamos casi cuatro horas de brindar por la amistad, la educación, la vida, la poesía y las palabras, con café, té y jugo de naranja (y luego saco un vinito, dijo él de broma). Y volverá probablemente el próximo año ya tan cerca. Y nosotros soñamos con visitarlo en Stanford. Y en esa otra vuelta, compartirá su poesía -como el pan y la sal para el alma- en un café o recinto cultural, siempre y cuando sea íntimo por el ambiente a crear y recrear. Un abrazo fuerte, Luis. "Te iba a escribir mañana. Mañana es hoy./ Te escribo hoy, por no esperar hasta mañana./ Mañana no podré escribirte./ Tampoco ayer,/ porque ayer ya se fue..." LPG
Pd.
Luis Porter Galater, doctor por Harvard, fundador de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana, arquitecto con maestría en urbanismo, premio nacional al mérito educativo por la UNUIES 2018, actualmente es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Sus libros más representativos son: La universidad de papel (2003Entrada al diseño; juventud y universidad; (2009); El libro de la universidad imaginada (2012). Y sobre todo ello, a pesar de todo ello: sencillo, humanista, sonriente siempre, hipersensible y junto a todo ello, poeta.
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