Invitación a mirar
1
He visto parejas de viejos y jóvenes, y niños jugando en los parques. Son los mismos, en sus diferentes etapas. Y he visto pasar por las calles aledañas procesiones de feligreses, autos en movimiento, vendedores ambulantes, ambulancias con su ulular crepitante y cortejos fúnebres. El viento mueve las ramas de los árboles. Los jóvenes luego de un rato se levantan y se van, los viejos, luego de un rato se levantan y se van, los niños siguen jugando mientras tanto. Y ya cansados, asimismo, se van. He visto.
2
Lo leí por allí. El torturador le dijo al torturado: "tengo un ojo de vidrio. Si adivinas cuál es, dejo de torturarte". Se quedaron viendo fijos ambos. Y el torturado le dijo "es el izquiero". Sorprendido el matarife, le preguntó "¿Y cómo te diste cuenta, si es casi perfecto?" El preso respondió: " porque ese ojo no mira con odio".
3
He visto días soleados de calor calcinante como un infierno vivo, he visto días grises, lluviosos, monótonos; días en que las personas andan como con miedo reflejado en su rostro, como a punto de caer en un precipicio, desesperadas por encontrar algo que no saben qué es, pero buscan desde que tienen uso de razón. Y salen de su casa con lluvia o sol, y van en sus autos, o caminan por las calles, sin plan, a la deriva, y vuelven sin saber del tiempo, con la incertidumbre de qué será mañana, con los bolsillos reclamando. He visto
4
He visto rostros de vivos y de muertos. Me detengo a mirar la belleza de sus facciones. Me detengo a mirar las sonrisas. A mirar dentro del ataúd a quien se está yendo o ya se fue, y trato de retener en mi mente las facciones de ese rostro que poco a poco irá desintegrándose bajo tierra, o en la violencia fraterna del fuego para transfigurar la materia y regresarla a su condición de polvo entre el polvo. Y veo el rostro de los vivos. A veces me miro ante el espejo y me doy cuenta que no soy el de hace años, y me sigo reconociendo, porque no somos lo que se ve, sino lo que sentimos y pensamos como viajeros siderales.
5
He visto flores desde distintos ángulos, con sus distintas formas, tamaños y colores. Nada le pide la flor del campo a la de los jardines de los palacios, nada la pequeña a la grande, ambas majestuosas, nada le pide la de colores pastel a la de colores fuertes, la blancura inmaculada, las de rojo pasión, las de amarillo elegante, las rosa pálido. Las he esperado y llegan. Las veo desde el botón y me les quedo viendo hechizado mientras abren sus pétalos, y parece que son como mariposas a punto del vuelo.
6
He visto nubes viajeras, nubes pasajeras, nubes como de humo o algodón, como si fueran barbas de viejo. Encuentro en ellas la representación de seres que como en la realidad se esfuman con rapidez. He visto nubes negras que anticipan tormenta, que a veces se concretan y a veces se disipan esparciéndose en las alturas, desviando su rumbo, desapareciendo. He visto nubes que se vacían para alegría de la tierra árida, esperada por los campesinos pobres que siembran al temporal, y su cosecha magra les permite magramente vivir. He visto nubes de la esperanza y del amor. He visto los rostros de la esperanza del campesino al mirar al cielo y clamar que llueva. Y parece que con la mirada acarician la nube.
7
he visto hombres de paz y de guerra. Los he visto en cuarteles, en iglesias, seminarios, escuelas. Los he visto tomando café con la pierna cruzada, los he visto cantando, caminando, pintando, en ese gerundio que fuera permanente. Los he visto en las gradas coreando al equipo de su preferencia. Los he visto vendiendo, comprando. Los he visto disparar a los animales como deporte. Los he visto cuando atropellan perros y gatos. Los he visto jugando golf, baraja, billar. Los he visto en el cruce de fronteras. Los he visto perseguidos, en madrigueras escondidos. Los he visto en playas enchapapotadas o transparentes buscando conchas de mar. Los he visto con látigos en la mano, dando latigazos a esclavos antiguos y modernos.
8
Los veo escribir, pintar, tomando fotos, contando, sonriendo. Los veo mirando el suelo y mirando a las alturas. Los veo escuchando misa, dando discursos. Los veo fatigados y descansando. Los miro tatuando y tatuados. Los miro señalando al ladrón. Los miro naciendo y muriendo. Los miro tomando café. Contando su dinero. Los miro ante el cajero automático. haciendo colas aquí o allá. Enojados, pacientes, sonrientes. Los miro besándose, abrazándose. Los miro en silencio. Los miro gritando. Los miro sumisos, valientes. Intrépidos, valientes.
9
He visto esclavos en fotografías del año mil, mil quinientos. He visto esclavos paseando en centros comerciales. Manejando autos. He visto esclavos sin dominio de su nombre, sin dominio de su hambre, sin dominio de su mirada y sin dominio de su pensamiento. He visto hombres sumisos hasta el asco. he visto hombres degradados que dan gracias por el latigazo. He visto hombres buenos que oran a Dios. Y hombres malos que dan gracias a Dios. He visto bailar por hambre y por gusto. He visto negros patrones y blancos esclavos. Y he visto negros esclavos y blancos patrones.
10
He visto las manos del hombre levantar chozas de cartón y madera vieja y altos edificios, rascacielos que les ignoran. He visto que construyen puentes por donde nunca pasan, centros comerciales donde nunca compran y bibliotecas donde nunca leen, escuelas donde no entran. Y las iglesias donde dan gracias a Dios por el trabajo y su existencia. Los he visto sonrientes, serios, preocupados. Los he visto tomar cocacola y pan, y café y atole. Los he visto cantar, llorar. Los he visto morir.
11
Y he visto ciegos que ven y miran y observan. Y he visto videntes que no ven, ni miran ni observan. Yo a veces he cerrado mis ojos, nunca mi mirada. Y a veces esta se encuentra con otra. Y sucede la magia, el milagro. Y las estrellas siguen brillando, como si nada. Son tantas las imágenes que he visto. Y he llegado a la conclusión que somos lo que miramos. Se me han borrado muchas. Pero allí están para que tú también las mires.
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