Vamos al teatro (A Caro)

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Si tuviera alas. O un avión a la mano, hoy domingo volaría para estar en Matamoros, Tamaulipas, mi ciudad querida. Y en la tarde en su teatro de La Reforma, en punto de las 5: pm. sentado en una butaca de cualquier fila, en silencio y emocionado, vería el "Soliloquio de Juana, la reina demente", adaptación de la obra "Falsa crónica de Juana La Loca", de Miguel Sabido, demiurgo del teatro, dramaturgo de tablas y fama. Pero ni alas ni avión. Así que me someto a las leyes de la física, que tienen que ver con tiempo y distancia, y en esa relatividad, a través de la mente, me imagino que estaré acompañando a Carolina Cisneros, en el monólogo que va a interpretar.

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Si me lees de Matamoros, Brownsville, y sus alrededores, te invito a que asistas. Hay tiempo. Que invites a tus familia, familiares a tus amigos. Porque así como dijo Julio Cortázar, que no hacemos el amor cuando lo hacemos, y "es el amor el que nos hace", así el teatro nos hace. El teatro es una ventana para asomarnos a las vicisitudes, miserias y bondades, del ser humano, aquí en otro tiempo, aquí en otra circunstancia, y me refiero aquí en la obra. Y a la vez el teatro es un espejo donde nos reflejamos, a veces para darnos cuenta del individuo que somos, y en ocasiones, depende de la obra, en lo que somos como sociedad. El caso es que quien mira una obra de teatro, sale transformado, es realmente otro. Y no solo es un cliché la expresión: todo aquel testigo de un hecho artístico, ya no es el mismo.

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En la Normal, el plan de estudios para la formación de futuros maestros rurales y de colonias marginadas, contemplaba la materia de teatro, espero que siga siendo así. Nuestro maestro fue Onésimo Gallardo, actor y director de teatro. Recuerdo sus clases. En la primera para mostrar lo que es el teatro, le negó de manera fuerte, pero actuada, la entrada a un compañero que pedía permiso para entrar. "No, en mi clase no permito que entren los que llegan tarde", así dijo con voz de trueno. Y todos nos espantamos. Luego, en breves segundos, cambió completamente, diciéndole que entrara, y que eso había sido una breve actuación. Luego en otras clases nos repartió copias de un fragmento  de "La vida es un sueño", precisamente el monólogo de Segismundo ("Ay mísero de mí, y ay infelice! Apurar, cielos, pretendo, ya que me tratáis así, qué delito cometí contra vosotros naciendo. Aunque si nací, ya entiendo qué delito he cometido; bastante causa ha tenido vuestra justicia y rigor, pues el delito mayor del hombre es haber nacido..."). Y de manera improvisada había que hacer un breve ejercicio de un personaje solitario en isla y con cadenas. Y luego después, como tarea aprenderse un fragmento y pasar a interpretarlo.  Pues años después, aparte de otras colaboraciones, hoy es el mismísimo maestro nuestro, Onésimo Gallardo, quien dirige.

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Los dramaturgos, los actores, los directores, los tramoyistas, los iluminadores, y demás quienes intervienen para una obra, para que funcionen los sucesos reales en el escenario, tocan fibras internas de las personas. Y más aún, logran que las personas salgan de la rutina de todos los días (que no digo que sean malas de por sí), y le den un toque a las almas y corazones,  pan al espíritu. De esa manera se dan cuenta, de que hay algo mas en el día a día. Y que ese más, es la actividad lúdica, es el arte qué sensibiliza y conciencia. Es darle motivo y realce a lo que llamamos ser, y más específico, al ser humano. Lo que realmente somos, pues.

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A la actriz de la obra la conozco desde hace tiempo. Desde la Normal Mainero, que la estudiamos juntos. Ella de 15 años, yo de 17. Fue siempre dedicada en lo que hacía. Pero me permito decir, y a lo mejor a ella no le gusta que lo diga: era muy tímida. Sí. Me permito destacarlo. Pero las lecturas y el teatro la transformaron (quiero decir el grupo de amigos nos transformamos juntos). Yo dejé mi pueblo, que se convirtió en una ciudad, dejé mi Matamoros, y me vine a Tabasco. Y dejé de verla unos años; por decir unos cinco. Cuando la volví a ver era otra, con una transformación total. 

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Quizá era 1984. No recuerdo el año. Llamé por teléfono a su casa. Me contestó la mamá. "No está", me dijo. Y me completó la información: ella está en Plaza Soriana, porque va a presentar una obra de teatro precisamente a las 11 de la mañana. Eran como las 10:30. Así que dije un atropellado "gracias", y me fui casi corriendo a ese centro comercial. Y vi en la explanada central-que ese centro sigue teniendo aún- unas cien sillas ya casi todas ocupadas. Un escenario improvisado, aunque bien construido. Y la obra que íbamos a ver era la de "Medea", clásica tragedia griega. Y para mi mayor y grandiosa sorpresa miro a Carolina en el papel principal, peor no a Carolina tímida, sino a una actriz de primera, ya en esos años. **

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A la par, Caro Cisneros  ejerció como maestra de primaria en una escuela del oriente de la ciudad. Me contaba a veces de sus alumnos y alumnas, y de cómo la sociedad se iba transformando de beneficiaria de la educación de los niños y niñas, a educadora con malos ejemplos de los infantes que llegaban a la escuela, sin otro asidero que los libros en general, y para fortuna de ellos, de buenos maestros en lo particular, como de seguro, porque la conozco, ella fue uno de esos asideros con sus actividades culturales, sabedora, que los conocimientos de las materias ayudan mucho para el desarrollo personal, pero mucho más las actividades culturales, porque les hace descubrirse como entes históricos, parte de la humanidad.

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Juana de Castilla refleja una condición, la de ser mujer en la marabunta de los pleitos por el poder con sus intrigas palaciegas, sociedades cerradas, oscurantismo y dictadura de la religión oscura igual. Y asimismo muestra la ambición generalizada de siempre  por el poder. Fue llamada loca, enferma mental, para despojarla del poder que le correspondía como soberana. Sometida por su esposo, Felipe "El hermoso", mujeriego y jugador. Luego acusada por su padre (quien debiera cuidarla) de estar loca, para así usufructuar el poder. Y luego mantenida en esas condiciones por parte de su hijo Carlos I, para continuar con ese despojo.  Fueron largos 46 años de entierro. Si uno o dos que fueran ya es mucho tiempo. Ahora imaginemos largos 46. Y muy cierto, siendo hija de reyes con el agregado de "católicos", Juana era renuente a practicar la religión, por lo cual no iba a misa, y menos se confesaba. Había pues ingredientes de tinte político religiosos, para ir pensando en cómo someterla por las buenas o las malas. Y así selló su destino. Cierto, debió ser una especie de arraigo en su palacio, aislada de las decisiones del reino.

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No conozco el texto a representar. Pero me permito este bosquejo histórico breve del contexto. En 1504, al morir su madre, la reina, su majestad Isabel, Juana estaba desheredada por desacato, por atea, por tener carácter, por no someterse a los dictados de otros. Solo que el padre, Don Fernando, vio la posibilidad de ejercer el poder, así que maniobró para que en ausencia, fuese nombrada reina de Castilla. Y fuera él, el protector que reinaría. En fin, que la historia es larga. Ella es Juana, hija de los reyes católicos, Isabel y Fernando, sí, los que financiaron Cristóbal Colón. No existía en ese siglo lo que hoy conocemos como España, eran reinos del medievo: Castilla, León, Navarra, Aragón.

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Le acompaño en la imaginación a Caro Cisneros en su puesta en escena del "Soliloquio de una reina demente", hoy en Matamoros. Sé que la van a acompañar muchos. Yo te aplaudo desde aquí, cara Caro. ¡Siempre lo mejor para ti!

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