El testamento de Amelia 1 Aquí les cuento, lectores, sobre la muerte de Amelia. Hija de Dulce de Provenza y el conde Ramón III Berenguer, oriundo de Cataluña. Allá por la edad media. Día a día Amelia, la hija de ambos, se marchita. Disminuída en su peso, recluida en su habitación, viendo las blancas paredes, poco a poco se nos va. ¡Ay, señor!, que Amelia muere. Su mirada lánguida es. El amor causa y efecto. Entre todos sus afectos, de quien vino la traición, lo sospechaba, pero no lo quería creer. 2 El corazón se marchita, como un ramo de claveles. Todos la veían, y nada podían hacer. Ni los mejores doctores. "El corazón se me marchita como un ramo de claveles", decía con languidez. Pero de amor nadie muere, le dicen, con esperanza bruñida. Lo dicen y en coro lo escucha. De amor nadie se muere, ella repetía también. Pero de traición sí, agregaba triste. 3 Ay, Amelia, ¿qué tienes, mujer?. "¿Qué he de tener? La muerte ya está aquí, ha llegado por mí. Algunos lo callan. M