Que vivan los compositores y los poetas


 

 Que vivan los compositores y los poetas


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¿Quién no ha escuchado y cantado en petición de clamor la canción "Bésame mucho", como si fuera esta noche la última vez, de Consuelo Velázquez? Y ¿quién no ha escuchado  y cantado en petición "Júrame", que aunque pase mucho tiempo, no olvidarás el momento en que yo te conocí, de María Greever. La de Bésame mucho la cantaron tantos intérpretes, que hay versiones hasta con los Beatles y con Elvis Presley.


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Los compositores son una especie rara, y fundamental para la vida humana. Su trabajo nos alimenta el alma. Con sus piezas nos han acompañado desde la más tierna infancia. Dichas piezas nos gustan porque dicen lo que uno mismo siente, lo que uno quiere decir, lo que nos refleja. Sin buscarnos nos miramos en ellas como un espejo. Es parte de nuestra vida la que dejaron plasmada en una canción. Son emociones, reclamos, protestas, decepciones, las que dejaron fijas en cada una de sus piezas.


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Yo escuchaba a la edad de trece años canciones de Armando Manzanero, por ejemplo. "Somos novios", aunque yo no tenía novia, pero quería tenerla ya en esa edad. "Esta tarde vi llover", y no estabas tú. Las canciones las escuchaba en la radio. Y cuando era presentación de él en algún programa de televisión de la época, me sabía ya sus canciones. Doña Carmen, donde yo trabajaba de acompañante, me miraba y miraba la tele, en el dueto que yo hacía con Don Armando al piano y ella decía: "ese chaparrito no tiene buena voz, pero que bien compone las canciones".


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Yo no sabía lo que era un compositor, aunque sí sabía lo que era un cantante. Ya había escuchado las maravillosas interpretaciones  de Frank Sinatra, a quien llamaban "La Voz"; a Elvis Presley (No seas cruel), a Paul Anka (Deja Conocerte). Había entonces una diferencia, concluí, entre quien canta y quien compuso la canción. Luego supe que había catadores, que es quien compone la canción y a la vez la canta. Sí, que vivan los compositores. ¿Qué seríamos sin ellos?


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En secundaria con el maestro de música, Juan Pablo Puente, conocí la gran variedad de compositores populares de diversas épocas. Lo mismo a Luis Esperón (Amorcito corazón), que los Cuates Castilla ("Cuando ya no me quieras"). Lo mismo a Luis Arcaraz (Bonita), que a Agustín Lara (Cuando vayas a Madrid, Veracruz), sin ol idar por supuesto a Alvaro Carrillo (Cancionero y Se te olvida que me quieres) y a  tantos otros que hicieron que la clase de música de secundaria me abriera un panorama muy amplio de lo que es la canción popular. Y su importancia de los compositores, por supuesto, en la vida de nuestros pueblos. Por lo que yo siempre he querido componer una canción, pero no se me da. Nomás no.


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Para mis 17 años, se integraron otros compositores en mi panorama: Óscar Chávez, entre ellos, con canciones como "Por tí, yo dejé de pensar en el mar", y  "La casita", que representaba lo que queríamos decir de nuestra (de usted y mía) clase gobernante, que se enriquecía a manos llenas, como viles cleptómanos: "es una casa chiquita, con jardines y alberquita y calefacción central". Sí, claro, era una parodia de la que cantaba Pedro Infante, y que compusieron Felipe Lara y José Manuel Othon.


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¿Los compositores son el alma del pueblo? Sí lo creo. Tienen la sensibilidad para poder escribir de lo que viven, que son situaciones comunes a muchos. Pero también de interpretar los sentimientos populares, que por ser tantos, asimismo son tantas las canciones y tan diferentes en su contenido y en lo que transmiten. A veces quisiéramos que todos sintieran y prefirieran las mismas canciones o criticamos a otros por sus preferencias en lo musical. Y hasta tenemos la puntada de decir que antes componían mejor. Y no es así. Solo que la radio, la televisión y las plataformas nos ponen hoy en repetición constante y masiva las de algunos compositores de diez palabras y con tres notas musicales, con el ejemplo de "En la guagua ha quedado el olol de tu pelfume". Y pues la masa, la de solo tendones y huesos, diría Silvio Rodríguez, consume el caldo de pollo hecho con polvo químico y no con pollo de verdad. 


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Sin que parezca que presumo, a los 20 años escuché a Serrat, luego a Silvio Rodríguez, y Pablo Milanes. Mas adelante, quizá a los 30 años, se incorporó en mi repertorio el cancionero de Luis Eduardo Aute. Y digo que no lo presumo, porque asmimiso escucho canciones de todo tipo. Es decir, consumo canciones que se escuchan en el centro y la periferia, por decirlo de esa manera. Qué caray, escucho a Chabelo Vargas, a Lola Beltrán, Juan Gabriel, por la fuerza que imprimen en su voz, y siendo ellas interpretes, cantaron canciones de excelentes compositores. 


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Cada quien tendrá sus compositores favoritos. Yo de mencionar tres, nombro a Armando Manzanero, a Alvaro Carrillo, Agustín Lara, y si nombro otros dos, para llegar a cinco, incluyo a Napoleón y a Sergio Esquivel. Y también a Juan Gabriel (La diferencia, Abrázame fuerte) y José Lafredo Jiménez (Ella, me cansé de rogarle...)Pero hay muchos más. A veces son muchas las composiciones escritas por ellos, que son genios. Y a veces basta una sola canción para justificarlos, como el que compuso "A mi manera", o "La vida en rosa". Y usted seguro tiene otras canciones que son tan bien hechas, y lo que llevan en mensaje, que, digo, justifican toda una obra del compositor.


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"Me gusta pero no la entiendo", me dijo una amiga sobre la música clásica. Le dije, cuando la escuches cierra los ojos, y deja que la imaginación te vaya dando, precisamente imágenes. Y no te reproches si al principio  nada miras con la imaginación. Quizá no estamos acostumbrados. Pero llegará el día que al escuchar -si insistes, claro- esa música llamada clásica, sentirás que escuchas el galopar de caballos en campo traviesa, el caminar con tranquilidad sobre pasto, o estar sentada en una banca del parque mirando la luna, o sentirás el canto de sirenas, o el pasar de una estación a otra (Vivaldi y sus cuatro estaciones) o el rumor de las olas. Precisamente no tienes qué explicarte lo que escuchas, sino solo sentirla. Son vibraciones armónicas, que llegarán a ti si insistes con el cerebro y con el alma a encontrarlas y encontrarse.


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Y le cuento a ella que en las ocasiones que anduve a la deriva emocionalmente, que me atropelló el alma un camión figurativo de la basura, que un ferrocarril trituró mis huesos sentimentales, cuando parecía que el olvido fue lo cotidiano, cuando se me ahogban las palabras en un vaso de agua, busqué música de compositor que me arropara, bálsamo de todos los males, y encontré la música de Claude Debussy, Claro de luna, Reverie y otras,  y de Erik Satie, Gnossienne No. 1 y Le fils des etoiles: Prelude del 1er acto. Una belleza de sonidos en secuencia y armonía que te transportan literalmente del caos a la calma. Con reminiscencias a la nostalgia, sí, pero que te van sacando poco a poco del hoyo.


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Pero sin duda escribir una lista de compositores sería tan amplia, de lo popular y lo clásico. Solo que cada quien tuvimos una circunstancia de tiempo y geografía que nos pusieron al oído distintas melodías. Y esa es nuestra formación. Y en el transcurso de nuestras vidas, gracias a la lectura o derivadas de la falta de ella, cada uno tenemos las preferencias musicales muy distintas, y a veces muy diametralmente opuestas. Pero todo forma parte de ese amplio y rico panorama de los compositores, al que doy las gracias mediante este texto y siempre mi agradecimiento.


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No olvido, no, a Chava Flores, con "A qué le tiras cuando sueñas mexicano", "Los 15 de Espergencia", ni olvido  Cri-Crí, que enriqueció la imaginación de mi infancia. Y me permito recordar que la poesía lleva ritmo y armonía y que en su origen la poesía era cantada por los trovadores. Sí. Que vivan los compositores y los poetas.

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