¿Nos falta malicia o bondad para el éxito?

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Como si todo estuviera tasado en dinero, te preguntan, sobrados, soberbios, pero evidenciando que se sienten menos, en relación a eso. ¿Qué haces ahora? "Escribo todas las mañanas". ¿Y cuánto ganas? ¿Acaso te pagan por escribir? "No... Este". Aunque balbuceo porque no me cabe la idea de preguntas tan pedestres. Pero es cierto. No me pagan por escribir, como tampoco me pagan por respirar ni por caminar una hora en las mañanas.

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Lo mismo me sucedió cuando compré mi primera computadora allá por marzo de 1995. Yo estaba orgulloso por la adquisición. Me acababan de nombrar director del diario La Verdad del sureste, y yo no sabía ni encender una, y el trabajo de redacción y formación ya era por vía digital. "Nunca la va a llenar en su disco duro" (era de 512 Mb), me dijo el ingeniero que me la vendió e instaló en mi casa. Tan pronto un "amigo" supo lo de mi compra -yo muy orgulloso- me soltó: "pero la inversión no vale la pena si no le vas a sacar ganancia económica". Sentí el dardo de la maledicencia, de la envidia. Yo esa vez me quedé callado.  Y no es que no piense en la ganancia, solo que...

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En 1982 trabajaba ya en educación primaria. Y en unas vacaciones volví a mi pueblo, mi Matamoros querido, y al caminar frente a la secundaria, que está a media cuadra de la casa donde crecí, me encontré con el director, a quien estimo ahora en su memoria, y Lugo del saludo, me preguntó de cómo me iba. Él ya sabía que yo trabajaba de maestro en Tabasco. Y luego de comentarle que "bien", le agregué orgulloso que había entrado a estudiar en la UJAT. "¿Qué carrera?". "Ciencias de la Educación", fue mi respuesta. Y él dijo serio, sabedor de los destinos económicos de las carreras: "Hubieras estudiado Derecho, hay mejor futuro económico".

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Y así uno se va enfrentando a afirmaciones sobre la parte de la ganancia en cualquiera de sus manifestaciones. Y no es que esté mal, sobretodo si ese "ganar" se hace de manera lícita. Solo que los caminos no están muy claros, y de pronto aparece aquel que dice en referencia a acomodarse en la burocracia cuando hay oportunidad: "a mi no importa dónde me pongas, solo ponme donde "hay", en referencia directa de que el espacio laboral sea donde se puede ganar dinero aparte del sueldo. Y esto solamente de una manera ilícita.

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Hay un poema del cubano Roberto Fernández Retamar que me gusta mucho y hace referencia a este tema. Se llama "¿Y Fernández". Allí cuenta don Roberto que al padre le dieron oportunidad de entrar a trabajar en una oficina municipal, pero no aceptó porque la condición es que era para robar: "...Con algunas riquezas que no tuvo, porque fue honrado como un rayo de sol. E incluso se hizo famoso porque renunció una vez a un cargo cuando supo que había que robar en él..."

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Y sucede, porque sucede, que el individuo, que usted conoce o yo, entró a un cargo de la burocracia, y luego de seis años -o tres que es periodo municipal- que termina y sale, resulta que sigue viviendo en la misma casa, y los vecinos ni se asombran porque cuando salió ya su casa está remodelada con lujos, auto y esposa nueva, y aparte saben que tiene otra más y un rancho, entonces dicen que es porque robó. En cambio si sigue igual y vive en la misma casa y con las mismas propiedades, dirán que es un tonto porque no robó, "si para eso son los cargos", aducen convencidos.

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En casa, en el recreo, en el barrio, van haciendo creer al niño y al joven que el éxito verdadero es tener mucho dinero para tener propiedades y más propiedades, la casa más grande, el carro más lujoso, alberca, gym. Aspiracionismo puro, y no me parece mal en la medida de lo legal, de lo digno. Solo que los caminos de la vida no son como se creía.

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Carlos Slim le dijo al primo de un amigo, quienes coincidieron en uno de los Baños de Sanborns Azulejos, cada quien en su necesidad de la orina, quen el dinero es muy bueno, pero que daría toda su fortuna porque su esposa Sohumaya estuviera viva. Que no la pudo salvar de la. muerte ni con todo el poder de su inmensa fortuna. En su honor creo la Fundación Soumaya qué construyó el.museo con ese mismo nombre. Doña Sumoaya Domit, esposa del magnate, falleció de cáncer en 1999, y en su honor creo el museo del mismo nombre. Y la entrada es gratuita.

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"Muchacho, es que a ti te falta malicia", es la frase formadora de la sociedad hacia el joven. Le falta malicia. No bondad, no. Malicia. Y luego nos estamos quejando de que esa malicia, como el llamado mal monte, prolifera en todos los barrios, tanto marginales como elegantes, así como en muchas oficinas de gobierno en los tres niveles, y de buena parte de la iniciativa privada, consorcios, etc. Malicia en las obras de construcción públicas, donde el constructor tiene que dar un moche para la adjudicación de contrato, entonces habrá de meterle varillas menos gruesa, cemento de ese que es lo mismo pero más barato. Y como falta malicia para subir peldaños, entonces es lo que les aconsejamos a las nuevas generaciones. Pero no relacionamos ese consejo con lo que sucede en la sociedad. "Quizá te van a construir un monumento", le dicen de burla al docente que trabaja con entusiasmo.

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¿Qué ganó con caminar 40 minutos diarios? ¿Qué ganó con sonreír? ¿Qué ganó con tomar café? ¿Qué ganó con dialogar mirando a los ojos? ¿Qué ganó con leer por gusto? ¿Qué ganó al sentir pasión por la vida? Las respuestas las tenemos cada uno de nosotros, de acuerdo a nuestras ideas y convicciones. 

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El cantautor mexicano Mario Pintor lo dice "rebién", como Don Natán :..."Me preguntan por ahí/ que por qué no logro el éxito/ que es el traje del campeón/ la ropa de posición/ y el atuendo del dinero./ El traje me voy a hacer/ con otras medidas de éxito/ el sastre ha de perdonar,/ sólo le pido hilvanar/ los trozos que iré poniendo./ Cada vez que tengo fe,/ tengo éxito/ si perdono en vez de odiar,/ tengo éxito/ y si llego a tropezar,/ y me vuelvo a levantar/ tengo éxito./ Si me acepto como soy/ tengo éxito/ cada vez que pienso en Dios/ tengo éxito."






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