Fiestas temáticas, ¿pero qué necesidad con ese tema?

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El niño va a cumplir 12 años. La familia le va hacer la fiesta anual. Cada año distinta. Le preguntan cómo la quiere, porque sería temática, como es lo de moda. Y el niño sabe que ha aprendido mucho en la escuela y en los videojuegos. Otros hubieran seleccionado de la vecindad del Chavo, otros a seres espaciales, a la Guerra de las galaxias, otros a animalitos de la selva y domésticos, otros a policías y ladrones, y otros más, de Mario Bros o Free fire. El niño dice: "de Gotcha, padre mío". Y el padre ríe.  "Sí, de guerra, como en los juegos", aclara el hijo. Y el padre vuelve a reír. Ha escuchado que han detenido al hijo de JGL. Y luminoso, como con gracia, da su parecer, que es como orden, porque es el que financia, como padre, la fiesta: "será de la "Chapiza", dice orondo.

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Todos gritaron de alegría. se imaginaban entre balaceras y alucinaciones, dinero, etc. El padre es futbolista profesional de un club conocido, que a veces en las finales o semifinales pierde y se sospecha de "arreglos". Solo que yo no soy juzgador ni tengo cartilla moral, ni algo por el estilo. Aunque es parte de lo que he estado comentando sobre que la escuela no es la única responsable de la educación, sino que es responsabilidad de todos: padres, familiares, barrio, gobierno, instituciones, medios de comunicación, cultos e iglesias, grupos de presión y gestión, etcétera. 

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La escuela primaria Cuauhtémoc y la escuela secundaria Federal 2,  a las que yo llegué -lo mismo que mi casa- estaban como a seis cuadras de la zona roja, o llamada asimismo de tolerancia. Entre mi casa y la primaria estaba una iglesia, la San Antonio de Padua. A una cuadra estaba un billar. Y había dos clandestinos o tolerados de venta de cerveza, uno frente a la secundaria, el otro un poco más allá. Se vendía cerveza y cigarros a menores de edad. Y las escuelas eran una referencia de superación social y familiar. Hijos muchos de nosotros de padres analfabetos, estos procuraban que llegáramos a la escuela. Ellos, en sus nulos estudios formales, sabían de la importancia del libro y del estudio. Yo miraba con qué amor forraba mi madre y hermanas mayores los libros de texto gratuito.

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Tengo una amiga que trabajo en esa escuela primaria por muchos años. Y siempre que platicamos recuerdo mis años de infancia en esa primaria, recuerdo a mis maestros. Y ella, mi amiga maestra, empeñada siempre en cumplir con la curricular escolar (lo que "deben" aprender los niños, según el Plan Nacional) y en acercarles las actividades artísticas y culturales. Específicamente el teatro. "se maravillan al participar", me decía siempre emocionada e ilusionada, esperanzada, sobre todo. Aunque está muy triste la situación de futuro. Me comentaba que a la pregunta sobre lo que querían ser de grandes, en esa construcción de visión de futuro, algunos daban como sus respuestas: "bailarina", "buchona", "narco". Es decir lo que ven, lo que escuchan, lo que viven.

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La sociedad forma y deforma el pensamiento de los niños, que cuando son jóvenes van tomando sus propias decisiones, mandatados por lo que su pensamiento les dicta. Y se van hacia lo legal o a lo ilegal. Si deciden por lo legal, les aplaudimos y ponemos de ejemplo, y decimos que son sus padres quienes los formaron y educaron. Si se van por lo ilegal los condenamos. Sin analizar que es lo que estamos formando en conjunto, lo que se llama las estructura y superestructuras. Lo mismo en función de los comportamientos dóciles, de las actitudes de "así son las cosas", "no hay remedio", "ese es mi destino", y no. Se requiere impulsos fuertes en diversas instancias, escuela, medios de comunicación, etc, para edificar un mejor pensamiento en nuestros niños y jóvenes: de no rendirse, de no sentirse derrotados aún perdiendo, de no agachar la cabeza, de saber que siempre hay una oportunidad para hacer las cosas de mejor manera. Y esto es para todo,s no solo para los educandos.

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Una actitud fácil es echarle la culpa a los demás, siempre al otro, sin reconocer la parte de culpa que tenemos cada quien, en muchos casos por indiferencia hacia los problemas comunes. En las parejas sucede, que cuando hay problemas, uno de los dos le echa la culpa al cien por ciento al otro. Y así pues no se puede. En distintos porcentajes, pero cada quien tiene parte de culpa. Lo mismo sucede en las escuelas cuando hay conflictos entre niños. Ninguno quiere reconocer quién empezó el pleito. Volviendo a las culpas en el plano educativo: los maestros de la universidad le echan la culpa a los de preparatoria; estos a los de secundaria; estos a los de primaria; estos a los de preescolar y a los padres, y los padres a la escuela. Y el círculo culposo y doloso continúa. Pero hay que hacer un alto.

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Hacer la parte cada quien, es la clave. Y poco me interesa si alguien no la cumple. Yo hago lo que me corresponde. Y lo mejor que pueda. ¿Que no se van a resolver las cosas? Yo hago mi parte y punto. ¿Que no te van hacer un monumento en la escuela por ser el más cumplido? Yo hago mi parte y punto. Lo que necesitamos es que los niños egresen de la primaria secundaria con la conciencia que la mejor ruta es el estudio. ¿De qué? de lo básico, que son las generalidades, y ya luego él en su oportunidad se enfocará a lo específico, a lo que le gusta, a lo que lo motiva, a lo que lo emociona. Despertar la curiosidad y amor por el conocimiento, es todo. Aunque se dice fácil, pero no lo es tanto. Y menos para quienes no relacionan el hábito de la lectura con el despertar de las conciencias.

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Hay una regla de tres que se aplica en los grupos: 33% son excelentes y muy buenos estudiantes; 33% son buenos y regulares estudiantes: y el restante 33% son quienes batallan más para concentrarse y aprender. ¿Dónde está el verdadero y necesario trabajo de los maestros? Sí, con todos, pero en ¿cuál fracción de las tres se requieren más sus habilidades, sus conocimientos, su imaginación y su entusiasmo? En respuesta a esta pregunta, uno de "los alumnos de Barbiana", en el libro del mismo nombre respondería: "yo formo parte de los alumnos lentos para aprender; y entonces al conocerme en ese sentido, los maestros me excluyen, me arrinconan y abandonan dentro del mismo salón de clases, hasta que mejor nos salimos. Por eso queremos esta escuela de Barbiana, porque aquí no hay mejores ni peores alumnos, aquí aprendemos todos de todos". Palabras más menos esto es lo que dice. Pero redondea la idea de manera contundente: "los maestros de las otras escuelas prefieren atender a los alumnos que aprenden rápido, como si en los hospitales los doctores solamente atendieran a las personas sanas". 

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Claro, para ello hay que prepararse. El maestro no será alcahuete de los que se portan mal, pero tampoco su enemigo. Es y será su maestro. Y en lo posible no lo expulsen. Analicen la situación en los Consejos Técnicos Escolares. Estos muchachos y muchachas necesitan que los lideren. No lo son sus padres. Y si tampoco son sus maestros, entonces los liderarán afuera de la escuela quienes los atraen con dinero "fácil" hacia actividades ilegales. Y luego nos quejamos. Cierto, la escuela no es la única culpable. Es la sociedad entera, "pero qué necesidad, para qué tanto problema...", diría el cantautor JG.

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Ahora que puse las iniciales de JG, recuerdo que al leer la nota que trato en el inicio de este texto, y ver las fotos respectivas, leía las iniciales en las cachuchas o gorras: JGL, y no sabía su significado. Lo busqué en Google. Y sí, ya lo supe. La J es de Joaquín. Pero bien, volviendo a los libros, recomiendo leer el "Poema Pedagógico", de Anton Makarenko (AM), pedagogo ruso, a quien la autoridad educativa regional de la URSS le propuso ser director en la Colonia Gorki (CG), habitada como penal reformatorio para jóvenes delincuentes, a lo que AM al inicio se negaba, pero lo convenció el funcionario con este argumento: "Tú que eres conferencista, que dices en teoría cómo se debe tratar a los alumnos, cómo resolverse en teoría la problemática de las escuelas, tienes la oportunidad de demostrarlo allí en la CG". Y aceptó y escribió ese maravilloso texto novela anecdótica, el Poema Pedagógico.

  




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