No tardo

Dejo el pastel de nuez sin fecha de caducidad.
Una nieve de limón resguardada en su caja de hielo.
Un reloj de pulsera al que giran aún sus manecillas.
Una brújula que señala el sur.
Una cruz de metal sin Cristo.
Un libro de filosofía leído hasta la página diez.
Un timón sin barca. Un solo libro de poemas
y otro de canciones, viejos ya y subrayados.
No tardo.
Apenas inicie el viaje recordaré lo que dejo.
Pero vuelvo.
Escuchaba hace rato a Debussy.
Y los días aquellos de la infancia vienen, a causa de la música.
Notas para el juego. Esa sensación que la vida necesita bien de sacudidas.
Y las alas con música tienden a restablecerse.
Dejo un diccionario vacío. Aprended de las palabras en su contexto.
Y cinco calcetines ya sin par.
Esta dicha de saberme cierto aún en lo incierto.
Y sin pregonar verdades porque tengo tantas dudas.
Por eso a veces me detengo en la acera. Y cierro bien los ojos.
Y tomo conciencia  que respiro. Y suspiro.
Y es mi anhelo seguir con las palabras fieles.
Aprendo de ellas cada vez. Ahorita salgo. No tardo.
Mientras vuelvo les dejo el piano de Debussy.
"¡Otra vez con lo mismo, coño"!
Grita mi vecino al escuchar las notas.
Y me sugiere de nuevo esa que le hace llorar y es Una noche de cumbia.

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