Para Liz Taylor

Un poco de lipstick, Liz. Y la mirada que encanta. Sabes, te vine a escribir, solo por no dejar pasar la admiración, de tu papel por la paz, en los estudios de cine. Liz, se te extraña, de mil maneras, claro. Tu papel como Cleopatra, de lo más natural. Mas tu forma de ser, en lo íntimo de la amistad, y en la misma intimidad, de las flores. Sabes Liz, siempre me acuerdo de ti. Sobre todo por las notas de la prensa, que hablan de tu corazón, y relaciones. Aquella vez en la gran manzana, te miré por primera vez, e hice piruetas. Para que me vieras, Liz. Mas todo fue imposible. ya sabes, la edad de la niñez. Y tu fulgurante adolescencia, donde siempre te hacías notar, sin querer. Cada vez, que me hacían recordar, asuntos de la nostalgia, le pedíamos a la enfermera, que nos dejara pasar. Y ella no rompía los ciclos. Una vez te vi pasar, nunca lo dije. Y te admiré desde entonces, con tu sensual mirada violeta.
Una vez, Liz, te quise robar de la pantalla. "Yo soy, dijo la voz temblorosa". Se renovó en automática  de información. Luego el cura de la nostalgia por lo ido se mantiene, de pos sí. Entre el público me levanté, por la magia del violeta de tu mirada. Y me acerqué a la pantalla. Ya había cambiado la escena. Y se me quedó grabado como fuego el influjo de tu mirada y ondulante caminar.


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