Virgilio no te guía

Cierras los ojos e imaginas el caos en el infierno. Y Virgilio no te guía porque anda en las mismas. Piensa en la muchacha del poema romano. Y Alberto Moravia escribe La romana, y la sueñas voluptuosa en esa páginas leídas y subrayadas hace tiempo. En esa edición pasta vieja color vino que vendían en los puestos de periódicos.Y Catulo piensa en su musa. Tiene los datos precisos del silencio. Y escribe por si le lee. Y en efecto le lee, mas cierra los ojos. Se impone el ruido a cuatro manos con micrófonos. Gritos destemplados. Aullidos sin ton ni son. Un resplandor a causa del humo. Corren aguas fétidas del Tíber. La decadencia nunca estuvo más presente como visión del apocalipsis. Entre brumas con canciones de la Sonora, arlequines del tiempo hacen coro. Víctimas del ruido que le es propio, con máscara y traje a piel adheridos. El consorcio del ruido se construye con decibeles sumados a otros en aumentativa distorsión de espanto. Ingredientes: la nada con el vacío, agregado lo vacuo. Como incorporar otra raya más al tigre. Como decir me siento bien y le subes el volumen al ruido. A esa música popular que se perdió en el tiempo del hastío y la rutina. Congestionados en el ambiente, hacia la ruta del oído. Como una certera puñalada. Y sonrisas fingidas con nombres propios.  Palabras gritadas desde una alberca vacía. Como nube sin agua. Como flor sin rocío.

Comentarios

Entradas populares de este blog

lecturas 20. Poemas de Carlos Pellicer Cámara

Rigo Tovar y Chico Ché

Max in memoriam