Costumbres

Se acostumbró a perder. Cada derrota iba formando parte de su obligado curriculum. Su trayectoria era ya predefinida. Le nombraban el general de las derrotas. No había desenlace de incertidumbre. Así que cuando le llegó el triunfo lo vio como algo normal, como si fuera la derrota misma vestida con otro rostro o disfraz. Cuando le preguntaron sobre lo que sentía ante el inesperado triunfo, sonrió. Y dijo que no sintió nada. O casi. Solo que le hubiera gustado ver el rostro de alegría de triunfo en su oponente. Como en las tantas otras veces.

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