Nombres

Diga nombres, ordenó el fiscal. Yo tenía por supuesto muchos en la memoria. Pero callé. Los caballeros tenemos memoria, dije bajo. . La sirena no tenía nombre, cuando lo del canto. Y las fantasmas del pasado son anónimas. Los nombres era lo de menos. Decir uno u otro, sin contar las historias verdaderas. Una tormenta. Una brisa de bosque. Un huracán. Una mar en calma. Y el fiscal reitera lo de los nombres. Yo volaba en la imaginación. Con los recuerdos a flor de piel. La marinera, por ejemplo. O la maestra del mar. Acuatizamos en humedad muchas veces. Tangible todo. La otredad conciliada en uno. Y el telón a punto de bajar. El viento movía las ramas. Y todo se fue en en un abrir y cerrar de ojos. Los nombres estaban impresos en agua, alcancé a decir. Por lo tanto. Dije algo de los caballeros sin memoria. Y el fiscal me guiñó un ojo y me dejó salir.

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