No inventamos nada

La busqué por mucho tiempo. Y ella no volvió la vista atrás. Así vengaba el tiempo que ella me buscó. Y a quien yo simplemente no vi. Y así anduvimos. Como tema de vodevil. La musa no entonaba en dúo. Y yo me entretuve en mirar el sol. Quedé casi ciego y así la busqué a tientas entre callejones de barrio y cenadurías de otoño. En fondas de carretera y ocasión. Y encontraba huellas como las que dejan a los pájaros para que encuentren el camino de regreso. Y por algún tiempo así anduvimos los dos. No dijo nada al verme. Nada dije yo. Me tomó simplemente de la mano y al baile de la muerte me llevó. Recuerdo algunos poemas. Y los libros y canciones que nos entretuvieron al leer. Hubo tardes de uvas. Y noches de miel. Tardes de hiel y noches de insomnio. Cómo no recordar. Pero no inventamos nada, esa es la realidad. Así ha sido por generaciones en ruta al mar. Y hacia la última estación. Hablar del Itaca está demás. Todo fue tan natural como respirar. Como ese suspiro que sentimos al mirar la luna. Instintiva manera de ser en el estar. Y al fin dejamos ir. Soltar lo que un día llegó. El sabor del vivir.

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