Padre (Texto en permanente construcción, con agregados hasta llegar a su fin, no se cuándo)


Padre mío y nuestro. De nuestra propiedad, perdón el egoísmo. Me detengo en mi caminar diario para escribirte. Para escribir sobre ti. Para que lo sepas, lo sabes ya. En este devenir del tiempo unas palabras faltan. Algunas. Estas. Son como ungüento o pomada para el alma. Solamente lo preciso. Donde ya no estás, encontrado con el sueño de tenerte. Y ahora en el sueño de los recuerdos. A donde vienes cada vez que te evoco. Sé que ahora tienes todo el cúmulo de recuerdos. Y todo el tiempo para recrearte. Como si fueran películas completas en pantalla por los años vividos. Y tienes la de cada cual de nosotros. Uno a uno. Te miro titán de la sencillez. Traigo a cuento, capitán, las caminatas. Los jardines. El buscar las flores de palma. Tu risa y tranquilidad. La espera infinita de la dicha. Para este u otro tiempo.
Increpé a Dios con tu muerte. Le jalé las barbas a Dios. Y le reclamé rotundo por tu muerte. Y me mirabas riendo como al decir: me quieres, pero no me buscas. Me hice a un lado y no dejé de recriminar a Dios por tu muerte. Era fin del día. Y la noche no auguraba nada bueno. Las nubes negras anunciaban lluvia torrencial. Sonreíste, padre. Yo sabía de tu dolor con mi ausencia, tú de mi dolor con tu muerte. Y de qué manera. Leí el poema de Whitman "Oh capitán" ante tu tumba. Yuli te dejó en el ataúd una carta donde dejaba por escrito de su dolor. Soy tu enfermera, te decía, cuando enfermabas. Y te acompañaba los mediodías al salir de su escuela. Y tú salías a dejarla en la parada de autobús o la acompañabas a ellas y sus hermanas y madre hasta su casa en una colonia cercana. Qué es la vida, padre, te pregunté de niño. Es tu respirar y risa, me contestaste, mientras cortabas la flor llamada chocha de las palmera silvestres.
Y qué absurda y ridícula la sensación permanente de que no estás. "No has escrito sobre tu padre", te cuento, me dicen. Yo a veces callo. Y a veces respondo: la muerte de mi padre no es un tema. Yo no puedo escribir pensando en mi padre como un tema a escribir. Escribiré sobre él hasta que me brote incontenible por los poros. Si ha de salir. No escribiré sobre él por compromiso, ni por medida o por moda, o porque me preguntan. Será hasta que corresponda salir. El veneno de las palabras del dolor contenidas. Será hasta que sin pensarlas aparezcan las palabras como invitadas moscas al pastel. Así que no escribí sobre ti. Hasta ahora que aparece esta necesidad de decirte de mi amor permanente. Y que es muy distinto vivir sin padre, en la edad que sea. Y que hasta ahora lo sé ante mi nueva circunstancia.


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