Libro, contigo aprendí

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Querido libro:

Hoy en tu día quiero agradecerte lo que has hecho por mí. De andar antes de rama en rama, años después en la cacería de búfalos y bisontes, comiendo frutos y peces; de caminar largos trechos siguiendo la comida que se movía y escondiéndonos de tormentas, viviendo en cuevas, en la oscuridad total; quemarnos con el fuego en lucha frontal para dominarlo y comer carne asada por primera vez; de peregrinar buscando explicaciones al señor sol por ese rayo que nos tumbaba en las tormentas y ver impávidos esa lluvia que duraba meses, de encontrar la semilla tirada al paso en la planta crecida, de asomarme en el agua y ver reflejada a esa bestia que habitaba el planeta. Nos rescataste tú, amado libro.

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Gracias quiero darte, libro, por todo eso. Y aún cuando todavía no lo eras, ya íbamos en camino a encontrarte, a encontrarnos, habiendo pasado por esas rayas que pintaban los ancestros en el aire, la arena y las nubes. Ya habíamos pasado del palo a la flecha, rompíamos piedras para hacer puntas e hicimos cuchillos, lanzas, y utilizamos el lodo para hacer vasijas. y pasamos de la piedra al metal, llegamos a la agricultura. Mientras todo ello pasaba ya en las paredes pintábamos dibujos nuestros cazando animales. Y poco a poco fuimos dándonos cuenta que ojo se podría escribir con un ojo dibujado y cada cosa con su dibujo pequeño para saber lo que dice. Y descubrimos que ya habíamos pasado de los sonidos guturales a las palabras completas para comunicarnos.

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En buen momento en los albores de la humanidad hicimos papiros primero en pieles, tablillas de madera con cera, pergaminos, que ya podían leerse, fijando el origen del libro en estos antecedentes entre Egipto, Mesopotamia, Grecia y China. Ahí estaba ya la huella de lo que vendría después, pero ya inventada la escritura. Lo que quiero destacar es que gracias a la escritura, que es la esencia del libro, es que pasamos de lo que se llama Prehistoria a lo que conocemos como historia. De la etapa primitiva donde había otro tipo de huellas, pero no de ideas  como testimonio escrito, lo cual llamamos civilización.

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Pero esta carta es de agradecimiento, no de historia del libro. Y si hago referencia a esos tiempos lejanos, es solo para destacar la importancia del libro como esencia de lo humano, huella de nuestro paso, testimonio de los sueños y anhelos, prueba del paso por este mundo, registro del tiempo de esta especie, con sus defectos y virtudes, y ese afán canibalesco de acabar con todo a través de las guerras, los imperios que someten, los dictadores que se montan en la ignorancia para dominar por generaciones a los pueblos, ejemplo China con las dinastías, los países africanos y sudameticanos, y las guerras fratricidas. Y ese afán carnavalesco de truculencias, de mentiras dobles y triples, de engaños mundiales, de engañifas para continuar con el sometimiento ahora de manera sutil. Y todo eso es el libro.

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Pero eres mucho más. Si bien la escritura y en consecuencia los soportes anteriores al libro y el libro mismo dejan testimonio de la raza humana, asimismo has sido objetivo a destruir, objetivo a prostituir y objetivo a defenestrar, porque muchos libros cuestionan el poder, ponen en evidencia las mil máscaras del poder, sus vilezas, aunque muchos los justifican y hasta los promueven para su adoratorio abierto, velado, de manera cínica o encubierta. 

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El libro es conocimiento, es creación, es registro,  pasaporte de salvación, es sueño encendido, fuego luminoso, piedra lanzada a la cara del rey, del presidente y de Dios, es recopilación de cartas de amor, es reflexión de la existencia, explicaciones inacabadas de dónde venimos, a donde vamos, es metáfora de la amistad y del amor, es el hombre mismo que se enfrenta al tiempo y pierde, pero triunfa al dejar su testimonio.

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Si dos niños nacen, en circunstancias muy distintas y distantes, y uno encuentra el libro por esa combinación de factores de casualidades, azares y causalidades, y otro no, su vida será muy distinta, su sonrisa será muy distinta y su manera de ganarse la vida será muy distinta. Ah y su visión del universo, del lector será amplio y del no lector será muy reducido.

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Yo, libro, contigo crecí. Contigo aprendí que la semana es lapso, deterioro y verdad incuestionable. Que el tiempo es oro y deterioro. Que el universo es más grande de lo que me imagino, pero es más grande el hombre con conciencia. Que somos parte del universo, no rey de la selva por sobre todas las especies. Que la palabra animal no significa atraso. Que ojalá todos fuéramos civilizados como los animales. 

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Contigo aprendí, libro, de la luna de octubre. Contigo me acerqué a la tabla periódica de elementos que conforman mi cuerpo y todo lo que veo y toco. Contigo aprendí de la sabiduría callada de mis analfabetas padres. Comprendí que mi estatura es apenas una señal de identificación y que la verdadera estatura se mide por las buenas obras, el amor al amor y a la amistad. Comprendí que los frutos del árbol son una parte son para mí y otras para saciar el hambre de los pájaros. Contigo aprendí de la plusvalía y las rentas, de los trabajos forzados, de la esclavitud, de la servidumbre, de los capitales buitres, de las capitales contaminadas y sus cinturones de miseria. 

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Confieso que los libros de poemas me ayudaron en el flirteo para acercarme al tormento bello de los besos. Que no escatimé versos para adorar lo bello, lo sensible, para descubrir lo temible. Me enseñó de las purgas estalinistas, de los destierro en los gulags y las matanzas de millones por discrepar o por sospechar que discrepaban con el poder. De las consecuencias cuando el poder se concentra en un solo hombre. Que la palabra contenida en tí me enseñó, si bien no a erguirme, porque ya me erguía cuando apareciste, me enseño a mantenerme humano, lo que es lo mismo que a soñar, a vislumbrar mejores futuros. Ah y que no importa, libro, si estás en papel o en digital, de todas maneras es tu contenido lo que te hace continente.

pd

Te cuento libro, que ayer acudí a un evento ennru honor y escuché hablar a niños lectores. Y me maravilló escuchar el dominio -en su edad- de la palabra ante un público, y con micrófono. Y me trasladé en la imaginación a esa edad cuando yo tenía once años. Y recordé de los primeros textos que amé, que venían en los libros de lecturas (sin olvidar las revistas que mi padre llevaba a casa). Y me vi en ellos. Gracias estimado Wilver Albert por el trabajo que haces de mediador de lectura.

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