Las termitas prefieren los libros de amor y de política

1

Toqué la puerta, minúscula. Alguien la abrió y preguntome sobre la razón de mi insistencia. Quiero hablar con el jefe de todas ustedes, dije. ¿Jefe? repitió como sonámbula. Repetitiva volvió a pronunciar la palabra jefe ¿Jefe? Este... y se quedó callada. Jefe, presidente, zar, emir o lo que sea. Pero de sefguro que hay alguien cn quien pueda discutir sobre la invasión que tienen para destruir mis libros.

2

Descubrí la semana pasada que las termitas destruyeron siete libros que tengo en resguardo en la casita, Ya desde hace tiempo han intentado entrar para hacer festín. Empezaron antes cuando no estaban los libros, con una silla reclinable de madera. Y precisamente era de pino, de sus referidas. Ya le habían avanzado. Y yo estaba espantado. Con el cedro y caoba no se meten. Y logré salvar la dicha silla. Le apliqué ungüento mezclado con diesel. Y remedio santo. Solo que requerí guardar los libros en esa casa. Y siempre estuve atento de rociar con insecticida las orillas, las esquinas y las entradas. Y a veces miraba su hilera merodeando. Y las desaparecía. Y así cada semana hacía lo mismo. 

3

Deje ver, dijo la que abrió la puerta. Dio media vuelta. Y me dejó por varios minutos. Yo mientras tanto imaginaba cómo viven las termitas, dentro de esas colonias ciudades, conectadas por largos túneles, Orden y paciencia, parece ser sus características. Y no rendirse. Seguir como si nada. Si acaso solo derribas uno de sus túneles, a los dos días ya lo recuperaron y están listos construyendo otros, que les permita acercarse a sus objetivos plenamente identificados. Y vuelo en la imaginación. De si prefieren las novelas, los ensayos, o la filosofía. Aunque es un decir, y se meten en los libros de cualquier tema, y con sus potentes quijadas logran lo que soñaron los emperadores de otros tiempos y los dictadores latinoamericanos de acabar con los libros.

4

No hay número definido de libros que pueden considerarse pocos o muchos. Porque esa es la manera de comparar entre uno y otro, para marcar la diferencia. Diez son poco en comparación a cien. Y son muchos en comparación a tres. Y así. El caso es que los libros logran que el hombre tenga una visión más amplia de lo que sucede en el universo. Logran que las cosas sencillas sean valoradas como parte del todo. El instante del beso, o el del verso, o las miradas que se cruzan son referencias que sin los libros no sabríamos que eso ha sido siempre. El polvo se les acumula. Los químicos de los insectos que mueren y quedas sobre el libro van dañando el papel. La humedad asimismo. Y hay regímenes que prohíben ciertos temas que haga pensar a las personas. O los de donde se señalan sus horrores.

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Salieron cuatro termitas guardias. Y decirme que su jefe está ocupado. Que puedo decirles a ellas lo que quiero. Yo estaba sorprendido de sus gestos, entre apacibles, amables e indiferentes. Como si no supieran lo que dañan, según nuestro punto de vista. Digo, punto de vista humano. Para ellas la madera y los libros son minas de alimento, grandes reservas que se van comiendo poco a poco. Porque son seres vivos que nacen y para crecer y reproducirse requieren alimentos. Y lo encuentran, y lo cuidan y defienden. Yo estaba frente a ellas, las guardianas. Exponiendo mis razones desde mi punto de vista. Y ellas escucharon atentas. Ah, ya le diremos al jefe lo que usted pretende. No somos comisionadas para darle respuestas. Sino solo para eschcucharle, lo que ya hemos hecho.  

6

La semana pasada, luego de tres semanas de no ir, comprobé horrorizado que ya habían entrado. Que ya estaban en una área de libros, ni tan pequeña, ni tan grande. Ya estaban instaladas. Vistos los libros desde el lomo, se miraban intactos.  Tan pronto al abrirlos, estaban huecos, ya casi terminados. Y las termitas bien acomodadas, como decir cruzaditas de brazos, dialogando en su lenguaje incomprensible e inaudible por nosotros. Plenas y en plena paz. Y sin miramientos le solté chorros de líquido insecticida. Viendo regocijado que se retorcían sorprendidas, y caían como si fuera una guerra nuclear en pequeño. Las pequeñas y organizadas termitas caían muertas como si les cayera una bomba atómica lanzada por una especie mayor, sin tenerles la menor lástima por su vida, con qué derecho.

7

Hoy en la madrugada soñé con las termitas. Millones de ellas vienen hacia mí, reclamándome que les eche líquido para exterminarla y no permitirles su vida normal como habitantes del planeta y consumidoras de papel y madera, como su derecho para la existencia como nosotros nos alimentamos de tortugas, peces, vacas, búfalos, borregos, puercos, hormigas, pájaros, gusanos, caballos, pulpos y otros miles de animales más. Como el derecho de los seres vivos a formar parte de una cadena alimentaria. Y yo me quedo sin argumentos de defensa, a menos decir que los libros son sagrados, razones que para ellos no tienen importancia. Y ya a punto de comerme me despierto horrorizado.

8

Esto me pasó e la madrugada de hoy. Yo trato de interpretar el sueño. Lo relaciono una con las termitas originales, que ya mañana iré especialmente para relegarlas de nuevo hasta que encuentre la fórmula final para deshacerme de ellas y mis libros queden libre de ese ataque mortal. Interpreto asimismo que es el miedo a morir, y que es el miedo a todas las personas que son depredadores del mismo semejante de las maneras distintas a como lo son: asesinatos, esclavitud, secuestros, robo y tráfico de órganos, etcétera. Y trato de luchar en el sueño por eso con las termitas. Aunque es en realidad que están ya dentro de la casita donde tengo mis amados libros.

9

No tenemos presidente, ni rey, zar o califa. tenemos Reina y a mucha honra. Eso es de manera natural que tenemos para reproducirnos. Y la reina no habla con plebeyos y menos con los depredadores del planeta. Yo al oír esto me eché de espaldas por ver que algo específico que yo estaba reclamando, como el ataque de las termitas a mis libros, ellas lo relacionan echándome la culpa como representante de los seres humanos del deterioro a la naturaleza que está acabando con el planeta. Y no, pues yo no tiro detergente al río, laguna o arrollo. Y la basura la tiro al bote destinado para ello, no fumo, no tiro árboles que están en peligro de extinción ni mato pajaritos. Pero lo mismo yo les echo la culpa a ellas que estaban acabando con mi biblioteca.

10

Esta semana buscaré sobre el tema. Investigaré como preservar en prioridad mis libros por sobre la vida de las termitas en su condición de devoradora de libros como modo de alimentarse.

Pd

Por cierto veo que destrozan primero los libros de amor y los de plítica. 





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