Miradas

1

Todos miran al otro. Cada quien con su verdad. Cada uno con viga en ojo mirando la paja. Aquel, montado en el zanco con los números en cuenta, y a cuenta del moche, del diezmo por obra, por venta de plaza, por traficar influencia. Este otro desde la altura de otro zanco, de actitud cotidiana en todos sus actos, solo o a la vista de todos, con  ética. Aquel más con el zanco de la metáfora y con libros que nadie lee. Y otro con libros que sí leen. Y otro más con zancos del pasaporte al cielo vía bendiciones. 

2

"Y yo también cuento, no me dejen fuera", grito el  comerciante que usa kilos de 900 y no mil. Y aquel otro, el rey del interés, teniente de la usura. Y había otros, con distinto giro.

3

-Oye, ese está muy caro.

Se refería al teléfono nuevo por comprar. Era por cierto de generación  reciente. Por el dinero no había problema. Solo que. Y así. Las pláticas. Hasta que.

-Es que tiene mejores filtros- aclaró.

-¿Filtros?. 

Ella ya no respondió. Y salió de la tienda. De la plaza comercial. De la ciudad. Y se fue caminando sola. No tardó mucho tiempo para entrar al mundo virtual. Y encontrarse con sus amigos.

4

Yo soy el.maestro. Dijo alguien con voz cansada. Y una sonrisa que semejaba un sueño. Todos ustedes aprendieron de mí. Hasta tú. Le dijo señalando al ladrón. Y a mí también, dijo otro. Y a mí. Otro más. Y el maestro traía el zanco de la soberbia. Digo, de la sabiduría.

5

Hoy no se trabaja. Dice un letrero en el banco. Un señor insistía tocando la puerta. ¿Qué no sabe leer?Le gritó desde adentro un señor con traje, de lentes y semicalvo. No, no sé leer, dijo. Agregó: ni escribir. Pero tengo el dinero aquí contigo, cabr%ón. Estás despedido. Te lo dije. Se le escuchó decir bajito a la rubia Marilyn. 

6

Iban corriendo todos. No por prisas. Eran participantes en la carrera de la honestidad. Silo que esta vez los honestos no  corrieron. Se dieron cuenta que la honestidad no es asunto de carreras ni cualquier otra competencia.

7

Hubo una vez un ser que era el general de las derrotas. Toooodos querían apostar con él porque era seguro ganarle. Tanto a las cartas. A las carreras. Al pulso. A ver quien lanza el chorro de orina más lejos. Etc. Su alegría era ver la sonrisa de los demás en el triunfo. Nunca lo supieron. Jugó también pulso con Dios. Allí sí empató, porque era contra sí mismo.

Se cuenta del río qué quería remontar su cauce. No es posible. Ni lo será nunca. Le dijeron pastores de iglesia, científicos, doctores, maestros y gobernantes. El río se la pasaba triste, en su rutina continúa e incesante del viaje al mar. Hasta que una ocasión un niño le dio un mensaje en señas. Y sucedió: un día largo y soleado todos vieron al río sordo que iba de regreso jubiloso hacia la montaña.

9

Abuelito. Vamos a jugar a las carreras. El abuelo.no estaba en el ánimo de correr pero tampoco de contradecirle al nieto querido. En sus marcas. Listos. Fuera. Y salieron raudos. El anciano no tanto. El níño feliz sentía el viento qué le refrescaba la cara y le.movía el cabello. La meta de llegada era la muerte. El niño la ganó. El abuelo se quedó llorando. Quería ganarla él.

10

Somos inocentes al comer libros. Dijeron a coro las termitas. Habían sido acusadas de privar de lecturas a los hombres al devorar los libros. Culpamos  Dios por darnos esta vida con el mecanismo de alimentación mediante papel y madera. Dios, señalado por ellas, se  defendió:  Culpable el hombre. Ha cerrado bibliotecas, los libros son caros, promueven lo insulso, lo vacuo, lo kitch. Dejan a los niños solos ante los juegos. El hombre estaba soñando la pesadilla. Y al despertar buscó elementos para acabar con Dios y con las termitas. Al terminar buscó la señal de la televisión.

11

La niña no sabía donde estaba. Tenía nueve años. La habitación estaba cerrada. Oscuridad casi total. En la parte de arriba había una pequeña rendija por donde se colaba un tímido haz de luz. La niña dibujaba y siempre llevaba escondido un pequeño Lápiz. Con él dibujó una pequeña cerradura. Y a su través miraba. Y sonreía.   


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