La camioneta robada

 1

Era un conjunto de casas como pequeños castillos. Como cuatro, con diseño arquitectónico sorprendente. Bellas, sin mantenimiento casonas abandonadas. La habitaban familias emparentadas, se notaba. Rubios hijos de sol, bellas las mujeres, guapos los hombres, inquietos los niños como todos. Sus ojos azul aguamarina. Altos y bien plantados los adultos. Un enorme patio circundaba las casas.

2

Por razones de necesidad hube de pedir permiso de dejar mi camioneta, que era una roja Ford Lobo 95, 4X4, ya arreglada con papeles mexicanos; impresionante vehículo bien cuidado. En otra área del enorme pario estaba una familia amiga en otro vehículo tipo Van. También pidieron permiso y estaban allí, entre descansando y comiendo algo ligero. Como cuando se anda de viaje.

3

Cuando yo pedí permiso, me dijo el muchacho encargado: "jefe, no se puede estacionar aquí, a menos que sea por muy poco tiempo". "Solo por dos horas, operaron a un familiar, y lo vengo a visitar aquí enseguida". "Ande pues", respondió parco. Dejé la camioneta, le puse seguro. Y crucé ese patio tipo muladar, con excremento seco de perros, exageradamente acumulado, como cuando por años no los levantan. Cuatro perros afganos merodeaban.

4

Era un tiempo presente, con mezcla de pasado. Un tiempo remoto mezclado con instantes del hoy. Con secuencias lógicas, concatenación de aconteceres. Las hojas secas en caída con sordina. Los elitros de los grillos en su roce habitual y monótono. Como de rutina. Era ya de noche.  

5

Yo observaba todo. Me acerqué a la familia amiga de la camioneta Van. Platicamos un poco. Se tenían ya qué ir. Y se fueron. Yo anduve caminando por los alrededores de esas casonas. Sus vecinos tenían casas de madera, con chimenea. Asimismo eran casas viejas. De otros tiempos. 

6

No vi ningún vecino. Las casas parecían como de pueblo fantasma. En cambio los de las casas tipo castillo medieval sí andaban por allí. Identificables por sus rasgos nórdicos, entre rubios y rojos. Había de todas las edades. Infantes, jóvenes y viejos.

7

Ya para retirarme fui por mi camioneta, pero no estaba. La habían robado. De hecho para sacarla no buscaron puerta, sino que derribaron la cerca. Se veía abierto el espacio justo del vehículo, ladrillos quebrados y rota la cerca de alambre.

8

Fui con el encargado. Joven pelirrojo. Se lo dije. "Pues ni modo, mi jefe, así acontece cuando sucede". Esa fue su respuesta, acostumbrado en la complicidad. Indiferente a la víctima. A mí.

9

Yo dije: pierdo. Pero tengo vida y salud. Y pensé que tenía igualmente la.conciencia limpia de no robar. Con esfuerzo me haré de otra. Y le compraré seguro anti robo. Le di la mano, porque realmente no le tenía coraje. De qué es cómplice, lo es. Dije para mis adentros.

10

Hay una escena donde paso por el frente de una del conjunto de casonas. Me llaman para ofrecerme un taco. No quiero por el asco qué tengo de ver abandono y excrementos de perro por doquier. Pero no me puedo negar a recibirlo. Era un platillo desechable con camarón cocido y aderezado con mayonesa. Se veía sabroso. Solo que la mayonesa no la como. Y menos con las imágenes con las montañas de excremento de los afganos. Se me cayó un bocado y lo levanté. Lo voy a llevar le dije a la muchacha pelirroja guapa qué lo sirvió. Su blusa transparente tenía un letrero de ven. 




Comentarios

Entradas populares de este blog

lecturas 20. Poemas de Carlos Pellicer Cámara

Rigo Tovar y Chico Ché

Max in memoriam