No existe leer sin comprender

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Técnicamente leer y no comprender, no existe. Es digamos un esfuerzo fallido. Un intento por asomarse al tema, pero hay una imposibilidad: no se tiene en suficiencia la herramienta del lenguaje.

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Imaginemos que la llanta del auto está ponchada. Imaginemos que debemos cambiarla. Solo que el gato hidráulico no levanta. O la cruceta o las tuercas están barridas. Y por más esfuerzo que hacemos, no lo logramos. Lee, pero no comprende. Nos esforzamos y sudamos, pero no logramos cambiar la llanta. Es lo mismo que con la lectura. Si no comprendemos, no leímos. Hicimos el esfuerzo. Solamente.

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Esto lo explicaba ayer en una charla que di a alumnas y alumno de la Normal de Preescolar del estado. El tema era "comprensión lectora". Y les comenté que si no se comprende no se lee. Y la pregunta que hice fue: ¿A qué creen que se deba que unos comprenden y otro no? Y la respuesta de ellos: "no comprenden porque el texto tiene un lenguaje complicado". Cierto. El lector fallido de ese texto, aunque se esfuerce, no tiene suficiente cantidad de palabras, y esa ausencia es precisamente las palabras que utilizó el autor del texto.

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¿Y entonces cómo se logra tener mayor dominio del lenguaje? Con el incremento de palabras para el uso personal. Antes les había dicho que el lenguaje de español tiene aproximadamente unas 100 mil palabras. Y que Miguel de Cervantes utilizó en su célebre novela El Quijote de la mancha, apenas casi 23 mil palabras. Y que la diferencia principal entre las personas no son las características físicas de alto, bajo, delgado, pasado de peso, moreno, negro o amarillo, sino es la cantidad de palabras que domina.

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¿Pero cómo la persona puede adquirir mayor cantidad de palabras? Con la lectura, responden casi al unísono. En efecto, con el hábito de la lectura. ¿Pero cómo se adquiere dicho hábito? Leyendo, responden. Claro, como los deportistas desarrollan la habilidad del juego practicando, de ser posible a diario y varias horas, para obtener mejores resultados, ser más ágiles, con mejor condición física, y más precisos en los tiros o lanzamientos. Asimismo leyendo es como se adquiere el anhelado hábito de la lectura, lo que les permite poco a poco ir adquiriendo mayor dominio del lenguaje y por tanto, poder comprender lo que se lee.

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Estas charlas se aderezan con poemas o cuentos cortos. De este último leí Feliz cumpleaños, de no recuerdo qué escritor español, pero que es muy curioso y tiene un final inesperado. La pareja que se van a tomar unas copas por el cumpleaños del marido (tienen 20 años de matrimonio). Y de regreso ya de noche regresan a la casa. Ella se adelanta con la llave para abrir la puerta. Y en el momento que gira la llave, él la mata con un hachazo, pero antes de que caiga el cuerpo él con una mano la sostiene, y empuja la puerta para entrar, en ese momento se encienden las luces y un coro de invitados a la fiesta sorpresa grita: "¡Feliz cumpleaños!"

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Y les leí tres poemas, dos muy cortos del libro "Epigramas" de Ernesto cardenal, sacerdote nicaragüense, y uno de Pablo Neruda, el famosísimo poema XX, de su libro delgado "Veinte poemas de amor y una canción desesperada". Se emocionan, sobretodo por la edad que tienen, entre 17 y 19 años. Uno, el del poeta Cardenal, les explico que de manera anónima circula por todos lados, en los servilleteros de madera o algo afines que venden en las ferias con el poema pegado: "Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido:/ yo, porque tú eras lo que yo más amaba,/ y tú, porque yo era el que te amaba más./ Pero de nosotros dos, tú pierdes más que yo:/  porque yo podré amar a otras como te amaba a ti,/pero a ti no te amarán como te amaba yo".

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Y el Poema XX de Neruda, que dice "puedo escribir los versos más tristes esta noche, escribir por ejemplo...". Y en este les cuento de la vez que conocí este poema. Yo tenía 17 años. Y estaba en la biblioteca de mi escuela Normal, en una reunión política porque se acercaba la contienda electoral entre planillas para elegir la Sociedad de alumnos, cuando entran dos compañeras de grupo, ambas las más buenas del mundo, no las más lindas, las de mejor corazón, y una de ellas me toca el hombro, me llama a una esquina, y me muestra el libro mencionado de XX Canciones de amor y una canción desesperada", y lo abre en el poema XX, y al terminarlo me abraza, me da un beso en la boca y se despide. "ahh", "uyy",exclaman ellas y él (las alumnas y el alumno).

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Lo que les estoy contando es como si fuera literatura oral, en voz viva, les digo. Y les cuento en el transcurso de la hora y treinta minutos, algunas anécdotas intercaladas en la charla. La vez que entré a un grupo de tercero de telesecundaria por primera vez, y un alumno sentado frente al escritorio tenía los pies arriba de este. Y tan pronto al entrar, los alumnos callados, a la expectativa, le digo con voz clara al alumno: "baja las patas de allí".  Y el alumno se sorprende y me responde: "no se dicen patas, se dicen pies". Y mi respuesta, la respuesta del maestro lector: "mientras estén arriba del escritorio serán patas, y en el suelo, que es su lugar, entonces serán pies. Y así otras tres o cuatro anécdotas más.

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Conclusión: "Leer" sin comprender no existe. Es digamos, un esfuerzo de saber lo que dice el texto, solamente. Y junto a esta conclusión dura, les comenté que en mis 40 años de trabajar en educación adquirí tres certezas: una, que el gran objetivo de la educación básica es "enseñar a pensar". Dos, que los mejores maestros tienen el hábito de la lectura. Y tres, que el gran problema de la educación en México es que la mayoría de los maestros no tienen el hábito de la lectura.




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