Lo que me gusta

1

Me gusta manejar auto e ir por carretera. Las más de las veces distancia prevista. A veces tomar otras rutas sin saber a dónde llevan. Mirar la carretera como cinta ancha negra que se acomoda hacia atrás. Y los paisajes se deslizan como en desfile. Interpreto la vida. El pasado al que me asomo por el retrovisor de vez en cuando, sobretodo si necesito el dato de lo que he ido dejando. O ese pasado se va vinculando a lo planeado del presente. Y el futuro la algarabía de ir llegando, luego de la rutina, al lugar de la felicidad radiante, donde nos espera la sonrisa plena, el abrazo sincero, el beso de película.

2

No me gusta la celda para confinar enfermos. Huele a medicina, a alcohol, a líquido aséptico. Donde de poco en poco nos vamos muriendo. Todos visten de blanco por obligación de jornada. Hay despedidas que se dicen solo con la mirada. Vamos bien. Sonría. ¿Quiere que le traiga un libro? ¿Tiene voluntad de mover las piernas? Ya no quiero nada. Permítame que le tome una muestra. Mi compañero le va a seguir atendiendo porque hay cambio de turno. Y para el turno que sigue siempre hay una cama vacía.

3

Me gusta el orden. Esto va así, esto asá. Al primer escalón le sigue el segundo. Esto bien combina con este otro. Brilla bien el piso. Los libros se acomodan bien. Las sillas así se ven muy bien, acomodadas. Cierre la puerta, que no entre el aire, porque mete polvo. Vuelve a barrer, ya no se mira igual. Qué bien brilla ese piso. Todo en orden. Ni una risa. Ni un suspiro. El tiempo se encuentra detenido. Hay un letrero con la palabra Silencio. Y otro con la palabra Bienvenido.

4

No me gusta el triunfo. Parece que el ganador camina por sobre los otros. El piso está cubierto por cadáveres producto de la guerra. Al final de la batalla los enemigos se quedaron sin habla, sin mirada, sin brazos, sin piernas. El poeta escribió la crónica. El novelista registró la epopeya del general de mil batallas. No quedó piedra sobre piedra. La iglesia resistió. De la escuela solo han quedado los escombros. Ya no hay niños que dibujen flores y vacas. Yo soy el ganador donde ya no hay nada.

5

Me gusta caminar por los mercados de viejo. Parece que recorro otros tiempos. Una mujer de edad mayor sonríe y ofrece frutas disecadas. Argumenta que sirven para bodegones o naturaleza muerta. Un viejo sin dientes vende libros amarillentos, descoloridos, ajados, remendados. Los puede acomodar en la sala de su casa, joven, y dan imagen de sabiduría. Allá está colgada una cámara de rollo. Más allá una mandolina con las cuerdas reventadas. Hay un restaurancitbo donde venden tacos y aguas. Se escucha música popular. Todos los pasillos están llenos de gente. Se siente un viento fuerte. Que levanta polvo y faldas. Creo soñar. No hay nadie.

6

No me gusta el libro envuelto en celofán. Esta es la historia de Roma en seis volúmenes, me dice el vendedor. Si todos los caminos me llevan allí, entonces ¿qué hago aquí?. Esta colección permanece intacta. No se ha vendido desde hace cinco años que lo tengo, me comenta. Quiere algo de poesía? ¿de preferencia en otro idioma? La quiero para un regalo, sabe. Y que no esté envuelto en plástico. De ser posible autografiado por el autor. Al lado del vendedor de libros hay venta de celofán en rollos. Bolsitas de todos los tamaños. Los libros envueltos en celofán están condenados a ahogarse. 

7

Me gustan las flores.No hago diferencia entre las de ciudad y el campo. Sus colores tan distintos. Las formas de sus pétalos. Unas con aroma enervan los sentidos. Otras atraen por la mirada. Son motivos para generar un verso. Son buenas compañeras para las buenas almas. Las jóvenes buscan, las viejas las extrañan. Me gustan mucho las flores. Unas son para adornar las fiestas. Las mismas lucen bellas entre las criptas olvidadas.

8

No me gusta el vacío. Allí vamos todos. Me resisto, nos resistimos, pero hay un imán poderoso que nos jala a ese sitio. Caer es irse. Llegar allí es contra la voluntad, no contra la naturaleza. El destino del hombre es precisamente ese vacío. Es luz de neón. Es discurso de la estupidez, defensa de lo vacuo. Es mirada fija en la televisión. Es la oración repetida por los loros. Es la tierra estéril. Es la mano vacía. Es el corazón mecánico. Es el movimiento del toro mecánico de feria. Es asomarse a uno mismo. Y caer de manera ineludible. Y no darse cuenta que es allí, en esas aguas inexistentes del mar vacío donde navegamos en tranquilidad y paz. Es la rutina de escribir a diario sin tener nada qué decir. Y sin embargo seguir sin darse cuenta que vamos desnudos aún con ropa. Que el tiempo pasa y muele la carne.

9

Me gusta la sonrisa. Me gusta el momento previo a la sonrisa. Me gusta el conjunto de situaciones coincidente que generan la sonrisa. Esa que se escucha fuerte. Que desacomoda la ropa. Que incomoda a los tristes. La risa que es como agua simple. Las notas que despiertan la imaginación y el alma. Me gusta esa risa que hace que todos los tristes voleen. Y sientan envidia.

10

No me gusta el ruido. Todos hablan. Todos gritan. Es un aquelarre de sonidos sin orden. Es la Babel de las cosas. Es el hambre que se refleja en sonidos de intestinos. Es la caída del segundo piso de la joven qué no quiso más la zanahoria ofrecida. Es la sangre que fluye hacia una salida que le es desconocida. Son los gritos del que no sabe y cree que sabe. Es el escopetazo del suicida. Es el silencio del amor que resuena en las madrugadas.

11

Me gusta el silencio cuando dos se miran. Me gusta el silencio cuando son las pieles las que hablan. Me gusta la voz que viaja por el laberinto del cerebro entre neuronas cómplices y despierta todo el interior. Me gusta la humedad, de los ríos internos y de las luminosas playas.






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