Con ustedes, Cristina Rivera Garza

Hace días, la escritora matamorense Cristina Rivera Garza (1964) visitó Villahermosa en el marco del aniversario de esta ciudad que se mece entre ríos. Dio una charla-conferencia ante un público atento a sus palabras. De entrada contó que de joven había pasado por aquí en un viaje de juventud, cuyo transporte fue el clásico en esa edad: el "raid", el aventón.

Esa tarde llovía a cántaros. Y a las palabras de Cristina las acompañaban retumbes broncos de rayos, lo que hacía más impactante la plática. Con la sonrisa y tersura de su voz nos olvidamos de la tormenta.

¿Cómo se hizo lectora? Cuenta que de niña hacían viajes largos en familia. Por varias horas recorrían las rectas carreteras de Matamoros a Chihuahua en un volkswagen. Y con esa vieja manda tradicional de no dormirse, entonces no quedaba más que buscar “en qué ocupar la cabeza”, aparte de mirar los árboles que cruzan hacia atrás con velocidad media correspondiete a la prisa. Y el salvamento fueron los libros. Pero junto a eso le habían tocado buenos maestros en la primaria que alentaban hacia la lectura a ella como a todos los niños de la escuela pública.

Y fue cuando muchacha que inició su gusto formal por la literatura, asistiendo a una preparatoria de Toluca, con un entusiasta maestro recién egresado de alguna escuela de letras, De allí recuerda la novela Ana Karenina, de Leon Tolstoi. Con él aprendió que la lectura también puede ser goce, y no tarea como tortura.

Cristina llegó a esta festiva ciudad procedente de la ciudad de México donde presentó su reciente libro, en el que reúne toda su poesía publicada a la fecha: "Me llamo cuerpo que no está". De hecho su faceta de poeta es menos conocida. Multipremiada, Cristina ha ganado diversos galardones nacionales e internacionales: Premio nacional de cuento de San Luis Potosí; el de novela José Rubén Romero; el Roger Callois, que otorga el Pen Club de Francia; el iberoamericano José Donoso; el Xavier Villaurrutia de novela;  el Anna Seghers; el Shhirley Jackson y la Beca MacArthur.  Y días previos se anunció su merecido ingreso al Colegio Nacional.

 

El libro en el que se centró la conferencia -no de manera planeada- y las participaciones, fue "El invencible verano de Liliana", donde la escritora da cuenta mediante una investigación dolorosa del feminicidio de su hermana Liliana de 20 años, estudiante de arquitectura. Platica sin amargura sobre la impunidad, la burocracia, y que el "presunto" asesino huyó a los Estados Unidos, y se cambió el nombre, y al parecer, falleció en 2020. 

Denuncia asimismo sobre el hecho que es una costumbre periodística y literaria centrar los relatos y notas sobre el asesino, y dejan muda, -solo como el cuerpo del delito- a la persona asesinada. Y que eso le reclamó -disfrazado de crítica- Felipe Garrido, conocido promotor de la lectura. Y para Ripley lo dijo Garrido en la ceremonia de entrega a ella del premio Xavier Villaurrutia por la novela. 

Muestra Garrido en esa intervención su atracción mórbica por las motivaciones del asesino. Y además se da el lujo de sugerir tres obras relacionadas sobre esos abominables actos, como ejemplo de la buena literatura que el lector disfruta. Como si los asesinos fueran por generación espontanea, inteligentes y genios en la maldad. Y no. Son personas simples y comunes, parte de una estructura de avasallamiento. 

Cristina Rivera Garza, al finalizar preparatoria tomó conciencia de qué estudiar, sobretodo pensando en su carrera jalonada por la literaratura. Como decir en su reflexión que "libros de literatura los leeré por gusto, no porque un programa de estudios diga qué leer". Así que se decidió por la Sociología en la UNAM, y por un doctorado en Historia latinoamericana en la Universidad de Houston, lo cual le dio una perspectiva de creación más completa.

Como historiadora, los archivos oficiales han sido una de sus fuentes, y da cuenta de su experiencia en los documentos de La Castañeda, centro de reclusión para enfermos mentales, de la cual escribió "Nadie me verá llorar", que obtuvo el premio nacional de novela José Rubén Romero, el IMPAC de Dublín y el Sor Juana Inés De la Cruz. 

Excelente la conferencia por partida doble. La presentación brillante que hace Sara Poot Herrera sobre la paisana Cristina Rivera Garza, no es obra de la casualidad. Es un estilo creado por la dedicación al estudio, a la investigación y a la lectura. Originaria de Yucatán, Sara es parte de la Academia Mexicana de la Lengua. Y es especialista en Sor Juana Inés y en Juan José Arreola. Maestra de primaria, egresada de la Normal de Atequiza, Jalisco, Sara responde a mi comentario de su estilo para presentar, chispeante e inteligente: "así somos los maestros". Le pido una foto en autofoto. La mira y dice: "Salimos muy bien".

Cristina es feminista, pero no de confrontación con la contraparte, no de división con los amigos, hermanos, compañeros, primos, vecinos. Sino de entendimiento, comprensión y empatía. Parte de la obra de la matamorense Cristina Rivera Garza: Me llamo cuerpo que no está", 2023; Autobiografía del algodón, 2022;  El invencible verano de Liliana, 2021; Había mucha neblina o humo o no sé qué, 2016; Los muertos indóciles,2013; La frontera más distante, 2013; El mal de la taiga, 2012; La Castañeda, 2010; La muerte me da, 2008; La cresta de Ilión, 2004;  Lo anterior, 2004; Ningún reloj cuenta esto, 2002; Verde Shanghai, 2001; Nadie me verá llorar.

 La conferencia formó parte del programa de Aniversario 459 de esta bella y siempre joven ciudad de Villahermosa, organizado por el H. Ayuntamiento de Centro. 

 

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