Sobre los libros en físico y digitales

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Y entonces apareció el libro digital. Y empezó la discutencia si era mejor en físico o en bits. Y se dieron argumentos en pros y en contra. Yo era del bando de los de en físico, como muchos o la mayoría de lectores, porque el cerebro recibe las agradables y muy humanas sensaciones de hojearlo hoja por hoja, incluso oler lo nuevo del papel en mezcla con la tinta, o regalar el libro en físico y subrayarlo y muchas cosas más. Y los del otro bando no tenían mucho para dónde hacerse más que argumentar que se cuida a la naturaleza porque se talan menos árboles para hacer el papel. Y por allí andaba la cosa.
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De tal manera que llegó la tal discutidora hasta el grado de mirar con desconfianza a los que hablaban de pdf y ePub (además de otras extensiones digitales para denominar a los libros) que se podían ver en pantalla de la computadora o de un iPad. "No saben de lo que se pierden", decíamos. Algo así como nosotros conservadores y los demás neoliberales, por el uso de la tecnología. Ellos adictos al internet y a las redes sociales, pero lectores. Nosotros lectores pero con la tradición de Gutemberg y la tipografía, el diseño editorial, pero sobretodo el olor a libro viejo, nuevo, por donde han pasado en algún libro de poemas de amor las manos de la amada.
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La tecnología no ha sido mi fuerte, pero sí la curiosidad, y por ella fui entrando a la tecnología. Bien recuerdo cuando niño yo escuchaba que en el futuro se podría pagar con un plástico. Yo me decía que eso literalmente era imposible y que nunca iba a suceder. De seguro que lo mismo cuando en la oscuridad iluminada por velas y antorchas se decía que algún día vendría la energía eléctrica a todas las casas. Y que los teléfonos serían portátiles y que cualquiera iba andar hablando por la calle con uno de ellos. Imposible decía nuestra mente infantil o al menos la mía.
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Luego llegó la tarjeta del banco, la cual me rehusé a usarla los primeros años. Hasta que un día me asaltaron con una quincena y aguinaldo que las traía en mi bolsillo e iba rumbo a mí casa para guardarla bajo del colchón. Y al contarlo a mis amigos maestros de la escuela donde trabajaba, se compadecieron, pero luego al compás de la confianza se rieron y burlaron. Y a la salida me fui a sacar una tarjeta para traer dinero portátil y sacar en cualquiera de los cajeros o pagar en los bares y supermercados.
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Luego ya había computadoras y yo seguía con mi máquina de escribir cachalota, que pesaba como veinte kilos de peso, lo cual dificultaba pasarla de la sala a la mesa del comedor y viceversa. Y cierto es que las computadoras costaban mucho dinero al principio, y entonces tramité un préstamo o empeñé hipotecada mi casa y fui a comprar una computadora de escritorio con 512 mb de disco duro (no un Gb), y esa era la máxima capacidad en 1995: "¡Nunca va a llenar la memoria de su equipo!", me dijo el oscuro ingeniero en sistemas que me la vendió. A los dos años ya andaba la tecnología de compus en 4 GB, en ese aumento catatónico de la capacidad de los discos duros, que ya andamos por Teras, o algo así.
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Así que en el caso de los libros, primero conseguí un libro en PDF, y esto porque el que estaba en papel costaba lo que se dice un ojo de la cara (como mil pesos ahora). Y vi lo bien que podía llevarse el pdf en la computadora portátil. Y luego otros. Y así tenía una colección ya como de 200 libros entre cuento, novela, poesía, el Kamazutra, y los del Marqués de Sade. Pero no lo decía yo en la mesa de café, porque mis amigos se burlarían de ver que había "caído" al mar por el canto de la sirena tecnológica.
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Ya largo el cuento para comentar que me compré un Kindle. Desde que aparecieron me llamaron la atención. Y cada vez que salía el anuncio neoliberal buscaba un video en Youtube donde explicaban los pros y contras. Lo que sí es que yo tenía ya bastantes libros sin decir la cantidad en ePub (esa presentación que le das vuelta a la hoja con un toque como si fuera de verdad). Hasta ahora que la crisis económica de Estados Unidos de seguro orilló a esas trasnacionales capitalistas a sacar versiones más modernas, es que vi en 1200 un Kindle de 16 gb. Me explico: yo leía ya en un iPad, pero no son aparatos para leer, sino para muchas funciones, y me lloraban mucho los ojos a los veinte minutos de lectura, y no era por la trama de la novela.
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Así que finalmente compré este aparato que son especialmente para lectores asiduos. Trae diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, para que con solo tocar una palabra se despliega su definición. Trae diccionarios en todos los idiomas, hasta en chino mandarín. coreano y turco, por aquello de que necesite saber lo que dice una palabra en esos idiomas. Si las novelas en español o los poemas de Ezra Pound traen palabras en todos los idiomas, será más fácil saber lo que dice con tan solo tocarlo. Y claro, con este aparato, como fue creado especialmente para leer, eso de los brillos no afecta como la computadora normal, así que ya puedo leer mis cuatro horas diarias, como cuando estaban mis ojos alegres al cien en mi edad  entre 20 y 30 años. 
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Tengo, claro, mis libros en físico. No muchos, unos mil. Paso revista cada tercer día a cada uno de ellos, como el avaro que cuenta sus monedas de oro en la noche en solitario. Encuentro en un libro de poemas un pétalo seco, en otro unos labios carmín como indicando beso, algunos subrayados que me recuerdan distintas épocas en las que he sido feliz feliz con versos y besos de tornillo. Algunos tienen dedicatoria de las autoras "Para Antonio, por la coincidencia en este tiempo y geografía"; así como de autores amigos: "Para Antonio, ojalá le gusten estos textos.". 
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No me imagino la presentación de libros en digital. Y ¿cómo regalar un libro en usb? No tiene el mismo efecto de regalar en físico "Epigramas", de Ernesto Cardenal, la edición cuadrada de Siglo XX1 editores, o "Cancionero", de Serrat, o "La Nueva antología de poemas", de Jaime Sabines. Ni pensarlo. No he probado el audiolibro. No aún, para cuando uno va manejando por horas en la carretera. Y más allá de argumentos a favor o en contra de una forma o de otra, cada una tiene particularidades y beneficios. Porque están reflexionando y argumentando los lectores. Entonces la diferencia fundamental es entre Leer y No leer. Y ese es otro boleto, causa de males aplaudidores de cualquier época. No es lo mismo la oscuridad de la vieja y moderna Edad Media, que el siglo de las luces, que es el auge en cualquier época de la cultura y la ciencia . Y cosas así.
 

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