Nunca es tarde para el amor o estudiar
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Nunca es tarde para el amor, para estudiar, para viajar. Ni nunca. Recuerdo bien hace 47 años -ya llovió mucho desde entonces- formé parte de un círculo de lectura. Erámos como ocho, hombres y mujeres, sonrientes, activos, aferrados a utopías. Sabíamos que nos podíamos "tragar el mar de un buche", y no lo hicimos por respeto a nosotros mismos, por ser naturaleza, si somos uno mismo. En ese círculo leíamos un libro, y este ere "Principios fundamentales de Filosofía", del filósofo George Politzer (que ayer olvidé el nombre). Luego leímos "La Madre", de Máximo Gorki. Leíamos bajo un frondoso framoyán, cuyas luces naranja iluminaban nuestras almas juveniles. Teníamos 17, éramos estudiantes de Normal, y andábamos descubriendo el universo.
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Por eso me emociona enterarme de los círculos de lectura y los de escritura. Y en general todos los talleres artísticos. Porque es allí donde se crece el ser humano, en esos aprendizajes que no redundan en el beneficio económico de la ganancia, como prefieren los ganagracia de siempre, sino es el crecimiento del ser, que entre el crecimiento del ser y la cuenta bancaria, han de preferirse los dos, pero si solo nos dieran a escoger uno solo en la vida, he allí el dilema. Entonces ha de preferirse el ser, para disfrutar plenamente la vida. Eso digo yo. No sé tú.
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Tenáimos cuando mucho 17 años, como la edad en la canción de Violeta Parra (sí de los Parra chilenos) y que cantaba Doña Mercedes Sosa, esa que dice : "volver a los 17, después de vivir un siglo, es como descifrar signos sin ser sabio competente..." Vaya manera de vivir la vida, siempre aprendiendo. Añorando la juventud por la fuerza, pero seguir manteniendo la mismísima actitud de entusiasmo y alegría, con el guiño de ojo incluido y la infaltable sonrisa.
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Teníamos 17 años, era 1976-1977. Y caminábamos por las calles aturdiendo a la rutina, desacomodando lo establecido, evocando el futuro, construyendo nuestro ser y edificando nuestro pensamiento. El círculo ese de estudios, al que nunca le pusimos nombre, fue clave para aprender los principios básicos de la filosofía, en ese intento insepulto de los saber orígenes de la materia, de la vida y las razones y sentido de andar navegando por estos confines, y el destino final de todo ser vivo más allá de la muerte. Y cosas sencillas así, que hacía que nos riéramos mejor, y que viviéramos a plenitud cada uno de los instantes de nuestra vida.
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En esas reuniones del círculo de lectura aprendimos asimismo sobre la amistad, sobre la importancia de platicar mirando a los ojos, de reírnos con razón, de saber que existe mundo más allá de nuestra colonia y ciudad, que hay otras maneras de ganar la vida, de disfrutar la vida, de vivir la vida. Y que el paraíso de las artes es de quien las descubre y nunca más las abandona, porque son como un respirar de lo humano. Y que el amor y la amistad son los dos grande motores de la vida. Y me refiero al amor en cu concepto amplio, que se conjuga en primera, segunda y tercer persona tanto del singular como del plural. Y que de otros manera no tiene sentido.
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Siempre que puedo platico de la película "El estudiante", película mexicana esterilizada por Don Jorge Lavat, quien representa a un viejo de 70 años quien a esa edad decide cumplir su sueño de estudiar una licenciatura en la Universidad. Que cuando se lo comunica a su esposa e hijas, estas ya de 50, lanzan grito al cielo al imaginar el ridículo que hará su padre y tratan infructuosamente de impedirlo. Solo que el personaje tiene suficiente fuerza y motivos para imponerse. No platico la película, pero les recomiendo la vean, no importa la edad que tengan, nunca es tarde para emprender el vuelo, cumplir los sueños y lograr anhelos.
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Y si lees la novela El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel garcía Márquez, publicada en 1985, encontrarás los detalles de cómo los amores de viejos fructifican, y como se fueron dando las circunstancias del destino para que esto fuera realidad, claro en la realidad de la novela, aunque dicen que la realidad supera todo tipo de ficción. Wiki: "es un homenaje al amor, las aventuras, el tiempo, la vejez y la muerte". me quedo con el homenaje al amor, como si diéramos en los tiempos del Covid. Florentino y Fermina tuvieron que esperar 50 años para finalmente coincidir en el amor. No., nunca es tarde.
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¿Cuántos años tienes? O más bien, son los que ya cumpliste y no tienes. Bueno, a como sea. Pregúntate: ¿Tienes sueños por cumplir, anhelos por alcanzar? Pues adelante, que nunca es tarde. Sea viajar, escribir, aprender un idioma, aprender de bricolage, de electricidad, de aprender teatro, un instrumento musical, crear el jardín que siempre has soñado. Dí. Piénsalo. Nunca es tarde. Aprender repostería. Artesanía. Hacer deporte. ¿Aprender tenis? ¿Declamar? ¿Computación? Escribir una carta a Dios o al amor imposible de hace años? ¿Has soñado con hablar en público? ¿Hacer la revolución? No, nunca es tarde.
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Todo esto lo recuerdo hoy, lo del círculo de lectura a los 17, cuando era estudiante en la Normal Rainero de Matamoros, Tamaulipas. Y formamos un círculo de lectura por iniciativa nuestra, y tema de nuestras inquietudes -no era obligación de clase. Y planteo que nunca es tarde, porque ando en trámites para formar en esta edad un círculo de lectura, solo que este es oficial, por parte de la Universidad local. Los temas a leer forman parte del plan de Filosofía aplicada. Y ando tan contento como en los memes que le hacen a Homero Simpson cuando anda bien vestido y nervioso, y cuando le pregunta Marggie, siempre responde que la alegría es porque va a una fiesta, porque se graduó, etc. En este caso es porque ando en los trámites de iniciar esta nueva etapa en mi vida. Ser de nuevo estudiante en mi alma mater, como lo fui de 1983 a 1988. Y no es poca cosa. Y tampoco nunca es tarde.
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Diría Sabina acompañándome en mi idea: "Lo que sé del olvido lo aprendí de la luna,/ lo que sé del pecado lo tuve que buscar/ como un ladrón debajo de la falda de alguna/ de cuyo nombre ahora no me quiero acordar./ Así que, de momento, nada de adiós muchachos,/ me duermo en los entierros de mi generación;/ cada noche me invento, todavía me emborracho;/ tan joven y tan viejo, like a Rolling Stone". Y Doña Mercedes Sosa seguiría cantando: "...Lo que puede el sentimiento/ No lo ha podido el saber/ Ni el más claro proceder/ Ni el más ancho pensamiento/ Todo lo cambia al momento/ Cual mago condescendiente/ Nos aleja dulcemente/ De rencores y violencias/ Solo el amor con su ciencia/ Nos vuelve tan inocentes
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