Catulo

A Catulo lo encontré casi asfixiado a causa del calor. Por las calles de Roma no ando, me dijo al verme. Me reconoce en la distancia del tiempo la distancia. Se vende ella por las calles de Roma. Yo creí estar leyendo un libro. Nos enamoramos, dice, y a punto de asfixiarnos, nos dimos la libertad para respirar y llegó trémulo el adiós. Estaba ebrio. Estuvo un rato por Puerto escondido donde la cantina de Marquito el Pinto. Ahora se dirige hacia el Sub de José. Un papiro de René lleva en la mano, para tener algo qué leer en casa. Hacia un año que lo dejé de ver. En un festival lo convoqué, a su nombre para dedicar. Imitando a Catulo, dije aquella vez. Ahora lo veo. Y escucho en su soliloquio. Vende su amor barato por las calles de Roma. Y sabe que no me importa, pero me ha dejado de amar, balbucea.
Catulo y Marcial, son dos de los que más admiro. Marcio es pintor, de H. Cárdenas. Poeta es Marcial. Y a Catulo lo conocí una tarde en que andaba yo buscando que leer. Y me dijo sonriente, leeme a mí, y me obsequió uno de sus libros. Epigramas fue.  Poemas breves, rayos de luz. Sarcasmo. Burlas a sus enemigos. Ingenio de belleza en palabras. Y su musa sin ir a misa. Ella dice que no me quiere y me maldice. Yo no la quiero y la maldigo. Mas nos nombramos. Aquí estamos en el Sub, Catulo y yo. Un bien dormir para despertar. El mismo nombre de la feliz.

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