Perdón que me distraje

Perdòn que me distraje ayer. Ella era gorrión. Y de pronto de su garganta muda no hubo nada más, nunca más, solo alabanza al oro. Y los soliloquios de grieta sonrisa. Y el discreto encanto del mercado con esas baratijas de las que habla Diógenes. Me distraje y detuve el agua su correr cotidiano. La hoja no vi, la luna sí. Los juegos de los niños se pudrieron por alcance de no tener destino. Los niños iban al trabajo, desnutridos. Los chicles y dulces. Y nadie reparaba del hecho. Canten una canción les dijeron, eso es la vida. Y era la exacta vida del loor al lucro. A las migajas de siempre las palomas se acercaron. Yo estaba insomne pendiente de sus actos, sus pequeños actos, de jirafa nutrida de aspiraciones con oxígeno adquirido en galones de plástico. "Eres", empezó, y guardó silencio. Yo sabía de la canción estrella de Tacuva. Y seguíamos edredón adquirido a tandas y a crédito. El auto falla. Y los hoteles andan en otro precio. Perdón, me distraje. La riviera, llévame a la riviera. Y las pequeñas garzas torcieron su destino. Soy reina, dijo. Y al instante se fue el tiempo. Soplaba el viento, y polvo por sobre todos los muebles. Oro nada. Plata en láminas de Taxco. Unos dientes por el suelo. El cabello crece. La muerte tiene principios, de honor y lealtad para con la vida. Yo cantaba, por eso me distraje. Ayer. Todo ha sucedido ayer. Pasado pepetuo que me pertenece en la distancia. Lúbrica distancia.

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