Mi corazón

Mi corazón no es un gitano. En todo caso es una brújula, no veleta. No están mal los corazones veleta, cada quien a lo suyo. El mío es una brújula. Y cada vez que lo utilizo, aparte de ese bombeo que me sostiene, víscera querida, adorada, apreciada, justificada, radiante, me señala rumbos entre los puntos cardinales. He andado en el Norte, Sur, y el Este, como no recordar el Este, el Golfo. Y a veces me lleva al poniente y puntos intermedios como lo indica la Rosa de los vientos. Mi corazón es brújula, instrumento de navegación. Lo utilizo para navegar aéreo o terrestre. Aéreo ando entre nubes, estrellas, alturas y de pronto me deja caer en gravedad libre. Y terrestre me atoro entre piedras, espinas, flores y canto de los pájaros. Trago polvo cuando menos me lo espero. me reconozco en el polvo y cavo mi tumba. Pero aéreo es cuando río intenso y salobre en la memoria, salobre por sabor y brisa mar, y vuelo en metáforas traducidas en besos y caricias. Anoche por ejemplo soñé en esto de lo que escribo. El que en pan sueña. Y terrestre también descubro esos pequeños soles a los que nombran luciérnagas. Es entonces cuando suceden esos toques en la puerta y abro y entra una mezcla de luz con oscuridad. La vida misma. Entonces quede claro: mi corazón es una brújula. Veleta no, esta se mueve en la dirección que el viento manda. Mi corazón me orienta, solo eso.

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