Tiramisú de limón

Bebían café por las tardes porque la ruta acordada era platicar. Construían castillos de palabras y otros mundos especiales con gallos panópticos, escaleras de cartón, zoológicos de a deveras. Y eran interminables los temas, horas de aluvión que se iban rápido. Ahora una nube y caballitos de mar. Y reían. Luego poemas. Aquí se detenían. Encontraban palabras. Y brotaban textos. Y solía suceder de pronto despertar con la realidad a cuestas. De noche o día, tarde o mañanita. Sellaban el ejercicio con un beso. No estaban. Y ambos recordaban una canción, un poema, un libro, y el tiramisú de limón. Y cada quien en el exilio, buscaban un café cuando la nostalgia. Como si fuera posta de seguro, estación de cruz. Y a pesar de todo, la sonrisa. Deme un café y un tirabuzón de limón, dijo. La sonriente mesera, sabía del juego y de la nostalgia. Ella también, su corazón se detenía en el tiempo. Y corregía: tiramisú. Tiramisú de limón. Y la risa.

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