Creo (1)

1

Creo en el silencio y las palabras. Lenguajes del mismo origen, se complementan para decir lo que se quiere. Y dicen tanto los unos y las otras. Solo que en ellas se hace explícito el deseo, la desazón, los anhelos, los reclamos, la inconformidad y todo lo que es necesario sacar fuera de uno. Sea porque uno considera que se debe saber, sea para liberarse de los fantasmas atrapados y que nos atrapan dentro de uno mismo, celda y campo abierto a la vez. En cambio el silencio, con el mismo valor que las palabras, es inteligencia, es estrategia, es orden, es salud emocional, es dominio de uno mismo, es libertad que, sin decirlo, se ejerce.

2

Creo en el singular y el plural. En todas sus variantes. Eso constituye un nosotros solidario. Y nos compromete a poner parte pensando en la armonía que se integra sacrificando parte del ego, tan necesario en la medida solo para no perderse en los tantos caminos del laberinto de la existencia. Lo individual en la conciencia de lo pequeño que somos, de lo inmenso del cosmos, y el plural, del que somos importante como humanos en el nosotros, en el somos.

3

Creo en el libro y en la biblioteca. Por la razón de ser singular con su valor intrínseco. Y el plural de integrarse en un cosmos de palabras contenidas en ese plano de hojas de origen vegetal, algodoncillo viviente, pulpa reverberante, donde el hombre aquel de lejanos o cercanos siglos, logró hacer cabalgar, como corcel entusiasta y luminoso, su pensamiento entre las generaciones para presentarse ante nosotros. Y la biblioteca, ese claustro donde soñamos y viajamos sin movernos. Y nuestro pensamiento se enlaza con los otros tantos para sabernos parte de un plano con plan glorioso inmenso y eterno. Cierto, la biblioteca no es el edificio, por muy bello que sea. Es la oportunidad que tiene el hombre, como especie, sea, niño, joven, viejo, de escoger hacia donde dirigir sus lecturas, entre la ciencia, la literatura, la filosofía, y las distintas ramas del saber, sea en casa, el rincón en una escuela, la casita habilitada como biblioteca rural, o la moderna del Congreso de Estados Unidos, o bella construcción arquitectónica de la Pino Suárez, de nuestra ciudad de Villahermosa.

4

Creo en el trabajo como forjador del hombre. No importa la actividad laboral que sea. Este, conque el hombre haga uso de su razón o fuerza para transformar una idea en otra, la materia de una forma hacia otra forma, o apriete la tuerca en la fábrica. Sin duda y mención especial, el trabajo del campo, el que hace producir la tierra,  para obtener el alimento que nos nutre. Y que además es trabajo irremplazable y es la verdadera riqueza de los pueblos.

5

Creo en las artes, como manifestación del pensamiento inteligente y creativo, donde la imaginación se explaya, para dejar señales, rastros de la verdadera historia de lo humano. Porque equivocadamente nos enseñaron que la historia es lucha encarnizada por el poder, la suma de guerras, invasiones, destrucción, sangre y muerte, con sus lugares y fechas para recordar sus aniversarios con homenaje en señal de luto o fiesta. Y solo de manera tangencial hacían mención, como un apéndice de la lección en el libro, de inventos de los científicos, obras de poetas, músicos, trovadores, rapsodas, actores, pintores y escultores.

6

Creo en la filosofía, campo natural del ser humano. Si hay diferencias entre las especies, y hay cuadrúpedos, bípedos y ciempiés, la más reconocida es la del pensamiento y la imaginación. Aunque hay de cierto inteligencia en otras especies, y muy desarrolladas, no comparadas desde el punto de vista y concepto humano, sin duda la del pensar del hombre es la más desarrollada, porque permite la reflexión, la especulación y el análisis. Cada generación, y el individuo dentro de ella, ha de buscar respuestas aún no encontradas, sobre Dios, el origen, destino, razones de ser y estar, todo esto resumido en las clásicas preguntas, el qué, el cómo, el cuándo, el dónde y el para qué. Y en eso aún andamos, así pasen otros miles de años, digo si aún existimos como tales (y no precisamente de Mileto).

7

Creo en la escuela sea  humilde, sencilla o la que cuenta con todos los elementos que coadyuvan en la enseñanza: aula, pupitre, patio, jardines y árboles, timbre o campana. Creo en ambas, porque con maestro alegre que enseña y aprende con entusiasmo, se logra que los alumnos vislumbren lo que son y lo que pueden lograr, no como individuos egoístas y aislados, no con ganar a cualquier costa, sino como parte de la raza humana, lo que significa, amor, amistad, paz, armonía, solidaridad, alimentos, trabajo, arte.

8

Creo en los caminos y veredas, porque nos dicen que por allí pasaron antes y pasaremos, como rutas del destino. Y creo en el que abre brecha, a brazo partido, con machete y garabato, con herramienta de tecnología, por la necesidad de seguir adelante. Porque vivir la vida es movimiento, caminar, descansar, y seguir hacia adelante, de preferencia con rumbo determinado este por la brújula, la bruja, o siguiendo la estrella, que simboliza la utopía, el sueño, el anhelo. 

9

Creo en la mirada, en la piel que comunica, los pulmones, las neuronas comunicadas, en el movimiento, en el aire, en la luz, en el agua, elixir, humedad, mares, ríos, y condición de lo que somos, creo en el verso y el universo, y el futuro al que llaman multiverso, que bien sea el poema sideral con su conjunto de versos, o el poema que anda en todas partes, arrabales, mercado, calles, plazas de ciudades y pueblos y plazas comerciales, aunque a veces parece que se esconde.

10

Creo en las cosas, las pequeñas y las grandes, la piedra con la que se construye, a la que se le da forma con el cincel y el martillo, la que se tira hacia el futuro, la que es lanzada por el poeta de la luz hacia el cráneo universal para ver si sale luz, oscuridad que es lo mismo como decir olvido. Creo en las cosas que nos acompañan, pero que no nos dominan: silla, mesa, cuchara, martillo, cama. Y hay otras, por supuesto, que cuando no las tengo, las extraño: lápiz, pluma, pincel, guitarra, cartas, escalera, teatro, teatrino, arco para tensar y lanzar la flecha de la alegría hacia el futuro.

11

Creo en mí, como sombra y luz, como conciencia, como polvo de estrellas en movimiento permanente, con atracción y expansión, agrupado provisional en la forma conocida, para luego pasar a otra forma, quizá, o quedar como polvo no gravitacional. Creo en mí, como una entidad con fin dentro de un destino, con tareas por cumplir, sueño soñado por alguien que no conozco, la estrella solitaria, la estrella en comunión. Creo en mí, como el prójimo más cercano, para poder interactuar con el tú, el nosotros, el ustedes, y entrar en diálogo permanente, mientras seamos, mientras estemos.





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