De paso

1

Nos guste o no viajar, siempre estamos de viaje. Sobretodo el que iniciamos en nuestro nacimiento. Y de allí a donde vamos, años más menos, y con la seguridad de llegar al final, al término, que es la muerte. Aunque no nos guste el tema, hay que hacerlo. Ese es nuestro real y verdadero viaje.

Dentro de este viaje, caben todos los que hacemos a diario o especialmente en las vacaciones. Los primeros fueron en la niñez a jugar a la casa del vecino. Luego nuestro viaje a la escuela por años. Y ocasionalmente cuando nuestros padres nos llevaban a visitar a los abuelos en la misma ciudad, o en otras. A veces viajamos a la playa. Y cada quien según sus posibilidades.

3

En mis casi 43 años he ralizado viajes de Matamoros a Villahermosa y viceversa. Las más de las veces en auto. He visto el cambio de carreteras, desde aquellas de dos carriles incluyendo solo la ida y vuelta, donde casi se saludaban de mano o chocaban los retrovisores, con la emoción de las curvas, que al terminar varias de ellas, que nos volteaban el estómago, decía: "cuidado, el siguiente tramo es de curvas", hasta las autopistas cómodas de ahora, que cuesta el peaje un ojo de la cara, porque varias de ellas están concesionadas por 99 años a la iniciativa privada. Cabe aclarar que en las de Tamaulipas son gratuitas. O al menos las qué a mí me toca recorrer.

4

Así que ahora, en estos momentos voy manejando en carretera, la del Golfo. Ya escribí el texto. Antes pasábamos como por mil pueblos, en sus centros de ciudad, saludabas de paso a las muchachas y contábamos los topes. Entre veinte y treinta en cada pueblo, con los avisos de "Tope aquí", y con el mismo color de la carreteras. Así que salte y salte.

5

Hubo un lapso de 2013 aproximadamente hasta el 2017 qué ya no viajé por carretera. Se puso muy grave la situación de violencia. En el último viaje vi autos quemados a los lados de las carreteras. Y muchos negocios cerrados, sobretodo a donde llegábamos para pernoctar: algún hotel, un restaurant y las gasolineras. Así que ya no hubo más viajes así. Hasta que en 2017 y a la fecha se nota mejora en la seguridad. Y esperemos que dure siempre. Y que mejore más

 6

Otro dato. Antes de las autopistas neoliberales los baños de las gasolineras eran un asco. Las utilizaba uno porque no había de otra, o mejor buscábamos parajes a orillas dr la carretera donde pudiéramos ocultarnos para hacer nuestras necesidades. Incluyendo comer, por supuesto. Aquí me acordaba de la nacajuquense Paca Leyva que recomendaba a las mujeres que tenían que hacer sus necesidades mientras pasaban los autos, dicen que decía: "tápense la cara para que no las reconozcan, que de abajo todas semos iguales".

7

En lo de los viajes, por todos los lugares que andamos es en la categoría "de paso". Por eso me gusta recordar el cuento de los turistas estadounidenses que fueron a visitar a un monje en los montes del Himalaya. Esperaron varias horas, hasta que les tocó su turno. Entraron y vieron austeridad, muebles mínimos y rústicos. Una mesita, una silla y la cama. Y los turistas asorados, preguntaron ¿"su santidad, y los muebles?". Y este les contrapreguntó: "¿Y los muebles de ustedes?"  "No traemos porque estamos de paso", respondieron. Y el monje les dio la lección: "Yo también solo estoy de paso".

8

Y de uno en uno nos vamos yendo. Hasta el 2001 me esperaba mi madre. Ya no. Hasta 2010 me esperaba Ernesto, mi cuñado mayor. Ya no. Hasta el 2016 me esperaba mi viejo padre. Ya no. Hasta el 2020 me esperaba Alejandro, mi cuñado menor. Ya no. Hasta el 2021 me esperaba también mi hermano Mariano. Ya no. Y en el callejón donde vivía de niño, me esperaban varios vecinos, amigos de mis hermanos, amigos de la familia, ya no. Casi nadie me conoce, muy pocos. Así que camino y voy recordando los 70s y 80s, eran otras fachadas de las casas, eran otros quienes las habitaban. La vez pasada platiqué con un vendedor de nopales que se pone o ponía cerca de mi casa. "Ando de visita con mi familia", le dije. Se me quedó viendo fijamente. Escudriñó mis rasgos. "Ah, ya. Usted era hijo de Don Juan y Doña Leonor. Usted es maestro en Tabasco. Su padre me platicaba mucho de usted ".

9

Ahora me esperan mis hermanas, los cuñados que quedan, mis sobrinas y sobrinos. Los amigos y amigas. Tan pronto como nos reencontramos platicamos, -largamente- y recordamos las mismas anécdotas y nos ponemos al día, de las muertes de conocidos recíprocos, bodas, quinceañeras y divorcios, refriegas entre mañosos disputándose la plaza, los cambios que hay en la ciudad, la política nacional y local. Y así. Luego llega el momento de despedirnos. Y esperamos vernos pronto.

10

Me espera mi viaja ciudad y el barrio. Recorreré nuevamente sus calles, sea en auto o a pie. Ya extraño esas imágenes de autos americanos viejos circulando por la ciudad, esos deshuesaderos como cementerios de autos, ese río traicionero que divide a Matamoros con Brownsville, objetos de ensueño para quienes buscan el sueño americano, esos puentes de cruce: el Viejo, el que llaman Nuevo, el de los Tomates y otros dos que nombre no me acuerdo. Paso y miro las escuelas donde estudié la primaria y secundaria, la Cuahutémoc y la Federal 2, respectivamente. Escucho en las casas las melodías de Rigo Tovar "Y a Amparito nada por infiel" y A a orillas del río Bravo, hay una linda región...", y "Rosa Valencia mujer hermosa, cuerpo de diosa, mujer sin par", etc. Y voy a probar como si fuera la primera vez, moviendo mis recuerdos, las tortillas de harina calientitas ("si son de arete, aunque ni las calientes"), el mar, el polvo de las calles,  el agüito, la calle sexta, su centro peatonal, los fantasmas que permanecen desde hace cientos de años habitando la ciudad donde respiro energía para regresar a Tabasco con pila recargada.

Comentarios

Entradas populares de este blog

lecturas 20. Poemas de Carlos Pellicer Cámara

De cartas

¿Por qué así, señor periodista?