Primero fue el verbo (2)
1
Decíamos ayer que primero fue el verbo. Y de manera práctica ubicamos el hombre en movimiento: caza, pesca, camina, ama, habla. Todo lo que ha hecho, acumulado en la existencia, tanto individual como de grupo, está relacionada con el verbo. Movimiento, contrario a la inmovilidad, a estar estático, fijo y en último de los casos, inerte. El agua en movimiento es río, corriente. También es ola, tsunami. Y todo contrario es el agua en el estanque. Lo mismo sucede con lo diferente que es el ser humano en movimiento o en la inmovilidad. Continúo en este con diez verbos al azar, desde la perspectiva del juego de ideas y palabras, que no del diccionario.
2
Soñar. Dormido o despierto el hombre sueña. Lanza al viento sus anhelos, lo que quiere ser, lo que busca encontrar. No se conforma con lo que hay. El niño sueña en jugar. El joven en amar a la humanidad. En hacer la revolución. Y el viejo sueña en la tranquilidad y en la paz. Y este verbo tiene las dos caras. Los sueños que se enfrentan con la realidad, teniendo como fin el transformar. Y los sueños de lo irreal. En estos viaja, encuentra tesoros, viaja a otras galaxias, platica con los muertos, redacta manifiestos, persigue conejos, su amor imposible se vuelve realidad. Hasta que despierta.
3
Leer. Aprendió a leer letreros de publicidad. Nombres de calles. Manual de instrucciones. Periódicos de nota roja. Los horóscopos. La cartelera de cine. Solo que no bastaba con eso. Y empezó a descifrar el caos. Para entender del destino. Para tratar de adivinar lo que llega mañana. Lo que hay más allá de su cabeza. Lo que significa una mirada.Y se dio cuenta que hay diferencias no solo entre saber leer y no, en ese rancio y peyorativo concepto de analfabetismo. Sino que aprendió a leer la realidad. Para encontrarse con los de su especie. Los soñadores. Los que quieren construir. Los que saben de lo fugaz. Y se encontró minúsculo ante el universo. Y sintió el vértigo del vacío.
4
Platicar. ¿Por qué creen que los del norte son callados y los del sur son muy hablantines?, preguntó el profe Dante Ruggeroni, de nacionalidad argentina, sudando a mares un verano del 82. Y cada uno buscó una respuesta. Teníamos veinte años, a lo mucho veintidós. Nadie supo atinarle. Yo pensaba en mi padre y madre y en mis tíos, pensaba en mis vecinos del norte. Y me asomé a mis recuerdos de llegada con las personas con las que hablaba en Tabasco, parlanchines en lo más. "Es determinante la geografía y el clima -dijo. Los del trópico se encuentran en un camino, hay sombra de los árboles y se quedan a platicar buen rato. Los del Norte, en el desierto, se encuentran y hay un solazo, traen le boca seca. Se saludan y despiden".
5
Platicar (2). Los niños son muy platicadores. Y más si sus padres lo son. Hablan hasta por los codos, y les da por inventar cuentos. Hacen hablar las muñecas. Y hasta hablan solitos. Solo que entran a la escuela y reciben la orden de callar. Y así todos los días. Y luego nos preguntamos el por qué son callados, ensimismados. Si tienes oportunidad, deja a los niños hablar. No importa que no paren de preguntar. Porque preguntan de todo, queriendo conocer y aprender más. Tienen mucha curiosidad, que no terminan de saciar.
6
Pensar. Es bueno pensar. Es necesario. Es imprescindible. Y lo es hasta por sobrevivencia. Todas las escuelas deberían de enseñar a pensar. Acumular conocimientos eso´bien, pero de poco sirven si no se sabe pensar. La clase se imparte en lo tradicional. "El que enseña y el que aprende". Se debe basar en la construcción. Y esta se logra en el diálogo permanente y constante. A la manera de preguntar para generar el pensamiento. Sin enseñar a pensar, la escuela no tiene sentido. Es un ente rutinario que ahoga la imaginación, la creatividad y la risa, en el día a día.
7
Mirar. El ojo busca porque el cerebro presiente y sabe. El ojo es inquieto e indomable. Y se asoma a las lineas rectas o curvas, a las formas redondas, cuadradas, irregulares, a los colores tibios, calientes y frenéticos. Y va coleccionando las imágenes que se acumulan. Para luego crear otras. El hombre aprende a mirar más allá de lo cercano. Y a lo lejano tiende su mirar. Todo ello para aprender sobre el espacio y el movimiento que se da dentro de este. Mira y se siente mirado. Se encuentra con miradas afines. Y como acto reflejo guiña en lo alegre y se aleja en lo triste. Trasciende el ver de todo ser vivo. Y lentamente pasa a observar.
8
Cantar. No basta con hablar y soñar. Si los pájaros emiten señales en su canto, el hombre desde sus inicios encontró la música como algo natural. Y empezó a imitar no solo a los pájaros. Sino a los sonidos que emiten los animales de su entorno. El niño en su descubrir aprende el guau y el miau. Solo que un día se descubre escuchando canciones en la radio y empieza a cantar. Miento. Escuchaba en la cuna los cantos de mamá. "Duérmase mi niño, duérmaseme ya". Cantar es echar fuera el sentimiento, sea este de alegría o de tristeza. El hombre que canta doblemente reza, dijo San Agustín inspirado un día.
9
Rezar. Desde el inicio de los tiempos el hombre se encuentra ante lo incomprensible. Aún hoy. Y siempre buscó explicaciones a lo que sucedía. La lluvia permanente. El enojo en el rayo y el estruendo. Y en el clima frío exagerado y caliente exagerado. Y tendió a considerar que son señales de algo lejano, indefinible. Por eso las tantas formas de los dioses. Y aún con el paso del tiempo, no encuentra razones y explicaciones. Por eso es que continúa en su búsqueda, como si estuviera en un laberinto de ideas. Por eso ora, por eso reza. Trata de comunicarse con alguien superior que le aligera las penas, que le descargue la loza de las preocupaciones.
10
Abrazar. La piel nos dio la certeza de que somos hacia dentro y que existe algo hacia fuera. Frontera que requiere sensibilidad para huir o acercarse. Y los brazos se encargaron en la altura del ser humano de tocar lo que se sueña. Hasta que encontró la fórmula en el paso de las eras, del tiempo, la reciprocidad de los brazos abiertos y estrechando con otro cuerpo que tiende los brazos y se abrazan en amistad y amor para ser recipientes siderales de buenas vibraciones.
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