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La máquina dal tiempo existe. Y a veces es eso, una máquina, y las más de las veces es el encuentro con un amigo que hace muchos años no miras. Así ayer, luego de casi38 años, estuve platicando por horas en su casa, con Héctor Ariza, originario de Cuautla, estudiante en Azúcar de matamoros, y radicado en Tabasco desde septiembre de 1979.
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Ambos llegamos ese año a Jalpa como maestros de primaria. Yo en octubre, de Matamoros, Tamaulipas. Y rápido hicimos amistad todos los foráneos, unos de un estado, otros de otro, con el mismo sentir y vivir de l aventura, que realmente ha durado mucho más que una simple aventura. Entre lo laboral y la jubilación estamos completando 43 años, que se dice fácil, y se escribe igualmente fácil, pero para eso ha tendido que pasar el tiempo.
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Primero el gusto de reencontrarnos. Y luego al sabor de la comida y la limonada, hicimos recuento de anécdotas, lista de muertos, y recorrimos mentalmente en el recuerdo de nuestros pasos por Jalpa de Méndez, vicisitudes, penas y alegrías. Ninguna tragedia. Recordamos los lugares donde vivimos, las calles que recorrimos, las escuelas donde trabajamos y los centros de diversión donde nos divertimos. ¿Te acuerdas de...? Pues sí, pues no. Y nos fuimos dando las referencias para completar el rompecabezas de la memoria.
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Misma circunstancia del origen: escuela Normal privada, es decir, sin derecho a asignación de plazas en el estado (Morelos, Tamaulipas, respectivamente cada quien). Y luego de cuatro años de estudios, llegar al momento en el caso de Héctor finales de agosto, en mi caso finales de septiembre, del ofrecimiento plazas en Tabasco, Chiapas y Oaxaca. Ni más ni menos. Por el conocimiento y experiencia de los maestros a quienes les preguntamos, y su sugerencia, escogimos Tabasco, nos dijeron, porque es un edén, pocos municipios, con poca sierra, y con cabecera municipal no muy lejana de la ciudad capital. Todo verde, agua por los cuatro puntos cardinales, y mujeres hermosas.
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Él llegó a Benito Juárez 3a, yo a la 2a, que estaba más lejitos, no mucho. Y entonces coincidíamos en nuestras salidas y entradas los fines de semana. Vicisitudes, las normales en esa época. La principal es que tardaban un año para hacer realidad el pago, que aunque fuera acumulado, representaba estrecheces, reflejadas en nuestro vestir, comer y pasear. A veces nos quedábamos los fines de semana en la comunidad por no tener dinero para salir a pasear a la playa, a Villahermosa. Yo vacilo al decir que esos meses yo me iba a Villahermosa (30 km. de distancia), a pedir limosna en el crucero de Paseo Tabasco y Ruiz Cortines, lo cual evidentemente no fue cierto.
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Héctor me dio la noticia que murió Manglio Edgar Uc Ché, yucateco, quien fue nuestro líder político magisterial en esos años de los 80s. Murieron Jorge y Manolo Castillo. Antes a mansalva asesinaron lupillo. Recordamos a los maestros Efraín, Canul, Rudy, César, Williams, Fausto Salud. A Darwin, Montejo, Uribe. Recordamos las Casas de los maestros, que tenían varias escuelas, y en la qué vivían maestros con su familia. Recordamos las calles de tierra de los alrededores del centro de Jalpa.
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Recordamos a Lite, Julianón, los billares de Chivón, las butifarras de los Ulín y el Cuarto frío, primero con clima, aunque muchas veces ni los encendían. Recordamos a René, quien se apoyaba en muletas para caminar. Asimismo a Beto Vargas y su bonhomia. A su hermano Francisco.
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Y las anécdotas sin fin, como de las Mil y una noche. La vez de la gallina que felizmente entró a nuestra casa y mágicamente se convirtió en caldo y cuyas plumas tiramos lejos en la noche. La vez que me rompí la frente al caerme de una bicicleta en la deportiva. La vez que él so rompió un labio al caerse de otra bicicleta en una ida por las tortilla. El crédito donde fiaban los víveres y los refrescos. El carro Mustang de los Picapiedra qué yo traía.
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Degustamos un caldo de pavo. Tomamos limonada. Y dos cervezas. Conocí a Elia su hermana qué estaba de visita. A sus hijas y nietos. "Ya somos bisabuelos", dijo ufano. Por cumplir él trece años de jubilado. Yo tres. Y comentamos lo que hacemos ahora con nuestro tiempo. A él y a mí nos conocen por los apellidos maternos: Moranchel de él, Calvillo el mío.
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Lo veo sano, saludable y el missmo humor de siempre. La visita fue sorpresa. Con gps llegué a su casa. No hay pierde, es frente a la telesecundaria. Me estacioné. Ví que andaba en el patio de enfrente de su casa. Le grité de lejos: "Héctor". Volteó. Entrecerró los ojos para reconocerme. Me acerqué más y pues ya: "Calvillo", me dijo. Y nos abrazamos fuerte luego de 38 años de no vernos.
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