Cuerpos bellos y almas inmortales

1

He visto los nobles y amados rostros de amigos y amigas en su ataúd. Serios y pálidos, en el más absoluto silencio. Y sigo reiterando: sin mirada amorosa ni sonrisa. Lo que les animaba ya no está en ellos. Llámese alma, espíritu, ánima. Los vi ya en la última fase de la que escuché como características de los seres vivos: nacen crecen, se reproducen y mueren. Rostro de cera. Si los prepararon para la llegada de un familiar que vive geográficamente lejos, tardarán un poco más, quizá uno o dos días su cuerpo con esa característica de muerto reciente. Pero de todas maneras ha empezado la descomposición. Como los veo, otros me verán.

2

Algunos de ellos parece que están dormidos. Y que en cualquier momento pueden despertar. En pocas ocasiones el ataúd está herméticamente cerrado. Y esto quizá porque su muerte fue a causa de tal violencia que o está irreconocible la persona en su rostro, o fragmentado el cuerpo. Y entonces por razones entendibles, se considera preferible que nadie lo vea y lo recuerde como está en la foto que han puesto junto al ataúd: sonriente, como en la flor de su vida.

3

Anoche tuve un sueño dividido en diversas situaciones. Tanto por lo que viví, como por quienes platiqué en el mismo sueño. La psicología ha de saber entender y dar explicaciones referenciales sobre este tipo de sueños. A mi me basta con recrearlos, con algunas fallas de memoria. Se recuerda, y si se escribe queda algo. Si no, entonces se olvidan las imágenes. Y habrá otros sueños que sustituyan.

4

He perdido el teléfono. Creo que se me quedó en la parte alta del edificio. Este es como de cinco pisos. En la parte alta está un pequeño merendero. Para llegar allí se requiere pasar por pasillos estrechos, escaleras muy inclinadas y estrechas también, que subes y te pierdes, tienes que empezar de nuevo, con riesgo de no llegar. Y así por varios momentos. Miras a lo lejos y en lo alto a personas disfrutando de los alimentos, sonrientes y platicadores. Y alcanzas a ver que allí está un amigo, ex jefe tuyo, departiendo como si nada. Miro su cuerpo, que es representado, en el sueño, por su alma.

5

Ya llegué, al fin, estoy sentado. Muy amable la señora que atiende y muy bonita, sensual en sus formas; la reconozco: falleció hace como cinco años, en el sueño la miro muy viva, de su cuerpo se desprende un olor muy agradable, que llega al cerebro como mensaje químico que despierta la líbido, pero yo estoy sorprendido, porque en el mismo sueño sé que ella ya falleció, pero no se lo digo. le pido tres empanada. las mesas son chicas y perfectamente acomodadas en una saliente donde apenas cabemos los dos o tres clientes, las mesas con sus sillas, pero no hay espacio para que ella camine hasta allí y lleve lo que hemos pedido; sin embargo flota y lo lleva. Es el espíritu encarnado que estoy mirando. Ella sonríe.

6

Entre mirar la cara y no, de los amigos y amigas muertas, cuando acudo al velorio, prefiero verlas. Lo hago por dos cosas. Una porque es la última vez que estará ese rostro, con sus características en la tierra. Si pudiera les tomaría fotos, pero no me "animo" a pedir permiso. Y sería de mal gusto que yo anduviera tomando fotos al cadaver, desde distintos puntos de vista. ¿Y guardarlas?, ¿para qué?, ¿con qué fin? Más que la amistad y el cariño que les tenía. me quedo viéndo dichos rostros, por varios minutos. Como si quisiera grabarme el último gesto, asomarme a algún detalle, el lunar, la cicatriz; recordar el pollito que se le hacía en las mejillas al momento de sonreír. Pero yo quiero como en el poema de Vallejo, que despierte y se levante. Los apegos son tantos. pero el cadaver continúa inmutable, a pesar de nuestros ruegos y deseos. Y la otra razón: para recordarme lo que somos en esa expresión de polvo somos y en polvo hemos de quedar. Lo efímero, la fugacidad, de la cual no tenemos conciencia, o tenemos poca.

7

En este sueño perdí el teléfono. Luego de comer tres empanadas terrenales en el sueño. Me despedí y procedí a bajar entre dichos pasillos muy estrechos, pasadizos, escaleras muy inclinadas, como si fuera un laberinto desesperante. Y al fin en la superficie por donde caminamos de manera normal. Iba caminando por una banqueta cuando busqué instintivamente mi celular para comunicarme o ver los likes recibidos de los textos anteriores. Y no lo traía. Sentimientos encontrados: volver al tiempo aquel de cuando no había dichos teléfonos móviles, y el pesar de no poder comunicarme o no me puedan localizar. recordemos que estoy durmiendo. Mi cuerpo está en lo mínimo de respiración y la sangre en la lentitud cercana a la muerte. Estoy en mi cama. Pero voy viviendo otra vida en los sueños: pesadumbre, ansiedad, desesperación. ¿Y mi teléfono? Ya vendrá. ¿Regreso mañana o ahora mismo a buscarlo? Pienso en las dificultades para llegar allá arriba (¿el cielo inexistente?, ¿el paraíso que tampoco ?). No tomo la decisión. 

8

Somos cuerpo animado. La movilidad tanto física como mental (el pensar) esta condicionada a la existencia de alma, espíritu. esta en algún momento se desprende. Y en ocasiones de manera final. Y esa alma o espíritu sigue su existencia universal, vagando en el cosmos, para luego encarnar de nuevo en otro cuerpo, de él, ella (elle). Y continuar en esa eternidad de lo que ha existido, existe y existirá. recordemos que en al escuela primaria aprendimos que "la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma". Algo pasa en los sueños. Por cierto, no está demás decir que cuando alguien muere entre sueños, se le llama: "muerte de santo". Por la placidez entre el tránsito de la vida  a la muerte, a como las conocemos. Y hemos escuchado que la muerte es nacer a la vida eterna".

9

Me dicen, me aseguran, me afirman, que el alma pesa alrededor de 400 gramos, que ya se han hecho experimentos al respecto. es decir: pesan a la persona en dos momentos: antes de morir, y cuando ha dejado de ser persona, y es solo cuerpo inanimado. Y que la pista de datos arroja diferencia de 400 gramos. No lo sé. Sería entonces que en los sueños pesamos menos, porque el alma anda vagando y divagando en otros lugares, jalando un pie a alguien, metiéndoseles en los sueños de la persona a quien ama, o le aman, en esa reciprocidad. Solo que a veces suena el despertador. Y el alma andaba tan lejos que no le dio tiempo de regresar y la persona fenece.

10

Lo que sí sé es que dejamos muchas cosas planeadas para después: una cita de café, una de amor, una visita a amigos y familiares, tenemos una llamada pendiente, una declaración pendiente. Porque sentimos que siempre tenemos tiempo para ello. El café se enfría. La persona desaparece. Y nos quedamos con esa insatisfacción de que lo posible ha quedado como imposible de realizar. La vida a final de cuentas es un sueño, lo dijo Calderón del abarca y los sueños sueños son. 




 



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