Absurdo
Eres absurdo, dijo. Yo no escuché bien con eso de los zumbidos martinetes que aparecen de pronto en mis oídos. Creí que dijo zurdo. Y respondí rápido: ¡derecho! ¡Soy derecho!. Pero bien se refería a absurdo. Fue un golpe que nos dimos entre risas. Yo había elegido el Baile de los cisnes, como belleza del ballet. Ella dijo no sé que cosa, echando por la borda la buena imagen que tenía. La moda, refería como mandato de la biología. Algo compulsivo. Lo cual era por supuesto absurdo. Y habló de historias entre sueños, cenicientas con personalidades difusas. Y delirios de cruce con imágenes como de pesadillas. Mas reía como santa o ángel. Yo pensé que estaba soñando. Y me pellizcaba un brazo. Leí dos o tres poemas, como conjuro contra las malas vibras. Los dos polos aparecían en la personalidad irreconciliables. Absurdo, gritaba y reía a la vez. Y me abrazó por la espalda. Y me dejó marcado como alambre ardiente con las huellas de por la señal de la cruz. Me horroricé de pronto ante el conjuro. Ella calmada dijo, así es el amor, absurdo, ¿o no lo entiendes?
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