La niñez (2)
Cuando escuché por primera vez que infancia es destino, no lo relacionaba con la pobreza o con el grado de estudios de los padres. Era vaga la idea y nunca me preocupé por profundizar. Mas bien me di cuenta que mi infancia fue pobreza, juegos, estudios y trabajo. Mas siempre valoré la amistad con algunos compañeros y compañeras de escuela y barrio. Me sentí protegido con el grupo, con el valor de la lealtad y de compartir lo poco que teníamos que a veces era nada. Cooperábamos para pan y leche, por ejemplo y nos dividíamos por igual. O dulces. Mas siempre quedaba en mí, al final del día, la satisfacción por haber cumplido mi parte con el grupo. Mi padre sabía leer muy poco. Mi madre nada. Y nunca los vi pelearse, hablar mal de los demás, o más de lo debido. Nunca los pillé tratar de quedarse con algo que no fuera de ellos, o ganado por ellos. Nunca los escuché con lamentaciones por la vida que les había tocado. Y sus sueños iban unidos al querer un mejor destino para sus hijos, aunque no supieran cómo. Si infancia es destino, alabo mi origen, y con ello la generosidad de mis padres, su sencillez.
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