Hafa, Café
Café Hafa
1
Me gusta entrar a cafeterías. Pedir un café negro al que llaman americano, y pasarme una hora como en meditación, y me siento casi en levitación sublime al saborear dicha bebida. Pido un cuernito de pan, lo saboreo, reviso el celular, busco la lectura del momento, escribo una frase que aparece de pronto. Me gusta levantar la cabeza y ver a quienes pasan circulares con rostros de vacío o lleno, o medio lleno, algunos con sus prisas y otros como si caminaran sobre la vía láctea.
2
Sean sí, cafeterías de lugares concurridos, para que tenga sentido ese efecto de paz interior y las prisas alrededor. Cada quien que pasa lleva un destino a cuestas, y lo va cumpliendo creyendo que es el azar el que va haciendo que ocurran cosas. Puede ser. Yo habito en mi recuerdo, en mis palabras, en mis frases comunes iracundas o serenas. Tres horas pasan y pago la cuenta. Sonrío y me voy con mi vida a cuestas.
3
Estos últimos días he buscado información sobre el café. Así aprendo lo que es el americano, el late, espresso, lechero, capuchino, frapuchino, el de olla o popular. Y me imagino preparando uno u otro, y lo saboreo igual o lo invito a quienes tengo cerca. Un café vale bien, la alegría o la pena, depende de la circunstancia emocional en que uno se encuentra. Si lotería pasada no juega y el futuro llegará. Este no existe aún y sin duda trae sorpresas.
4
Tomar un café es el inicio y el fin de todo, de nada, de algo. Por ejemplo del inicio de una novela rosa, roja o negra. Siempre quedan huellas en la taza de café. O puede ser una historia romántica, eterna en lo posible, de esas que duran lo mismo cuatro horas, cinco años o diez. Se prodigan las miradas, y a su través las promesas de otros mundos, de otras posibilidades, de otros sueños. Se tocan los pies por debajo de la mesa, con un disculpe, o con el consentimiento de dar otras señales. Y la mesera interrumpe. "¿Algo más que se les ofrezca, señor, señora?" Porque han sido ya tres horas con un cafecito al dos por uno. Suele suceder.
5
Me compré una cafetera italiana, así se llaman por el procedimiento de hacer el café tipo espresso mediante vaporización y sublimación (las comunes son por goteo). Son una belleza su forma de base decaagonal donde va el agua, tiene un filtro en medio donde va el café y la parte superior con su tubo interno tipo popote por donde aparece el café a manera de fuente. Además es con fuego de estufa o de leña. Toda una maravilla saborearlo así como sale, rebajarlo un poco para un americano o ponerle leche tibia igual. Es económico su precio, la original vale como cuatro veces más. La mía es de aluminio, sencillita. Si usted quiere comprar una sepa antes de hacer dicho movimiento que las tazas que ofrece de capacidad, son de las de juguete. (Broma, son en las que se sirve el espresso, apenas un 25% de la de nuestra taza con café americano normal.
6
Y el café de olla no lo he probado, no lo he pedido, porque tengo la leve sospecha que no va a ser igual al que preparaba mi madre cuando éramos niños. De seguro que no será así. Por lo tanto mejor no lo pido para ahorrarme desencantos. Prefiero aprender a hacerlo en casa y prepararlo cuando la nostalgia llegue y el humo empiece a entrar a los ojos.
7
Y sin duda, los amigos. La cafetería es uno de los mejores lugares para echar vuelo a la hilacha del recuerdo. Y allí se escucha el "te acuerdas", el "me acuerdo", repetido hasta el cansancio. Las meseras ríen ante tanta evidencia del tiempo ido. Y también es el lugar de citas para negocios. En Villahermosa se recuerda el café Casino, en la calle Juárez, casi llegando a la calle Zaragoza. Mesas al aire libre, la mayoría (la calle es peatonal). Los asiduos clientes: ex líderes del -en su momento- partidazo, oficinistas de nivel, ganaderos de cepa, abogados de abolengo y sus aprendices, ministros, aspirantes a las presidencias municipales y al gobierno del estado. Y los colados turistas que se tomaban fotos por estar en el mero ombligo de Villahermosa, en lo que a café se refiere.
8
Una amiga dice que me recuerda en secundaria (ah, esos años) tocando y cantando la canción "Fue en un café". Yo no recuerdo cantarla en esa época, y menos cantar, que un gallito siempre se cuela. Pero si ella lo dice, es cierto, sin duda alguna. La cantaban los Apson, grupo de esos años de los 60s y 70s. "El dolor me hace ver que yo tuve razón. Fue en un café, donde la dejé.." y etcétera.
9
Otro nivel la canción de Luis Eduardo Aute "Hafa Café", en Tanger, Marraquesh, una cafetería en la colina, donde había un olor a hachis y "Te recordé desnuda/ bajo el cielo protector/ tomando té, adormecida/ sobre el chador/ cuando te amé/ en las terrazas de Hafa Café/ Hafa Café".
*Fotos tomadas de internet
Me ayudas mucho si compartes este texto. Lo agradezco de antemano.
Comentarios
Publicar un comentario