Mi primer novia formal (Parte 5)

1

Yo pasaba por su casa para ver si la veía. Yo pasaba por su salón de clases, para lo mismo. Yo llegaba a los lugares que ella frecuentaba. Yo llegaba a las iglesias bautistas los domingos solo para ver si ella se aparecía. Llegaba a un parque para ver si la veía. Aunque fuera de lejos. Inclusive yo viajaba cuatro horas un fin de semana para ir a su pueblo y llegaba a la cancha deportiva cerca de su casa para ver si ella de casualidad llegaba. Ese fue el último año que estuve en la escuela Normal. El año en que ya no éramos novios. Ella ya tenía su novio formal con el que se iba a casar. Y eran de la misma generación.

2

Yo escuchaba las canciones y todas se referían a lo que yo sentía. Lo mismo en la casa. O en casas de amigos. Lo mismo en el camión. Y en la estación de radio cada canción que ponían era tema que se acomodaba perfectamente a lo que yo sentía. Vaya hasta cuando estaba lloviendo y caminaba bajo la lluvia, mi mente me dictaba sin querer que "lloviendo está, y a través de la lluvia hay un triste adiós y un amor termina..." No es que yo pensara en la canción conocida y llorosa, sino que me brotaba desde lo más profundo de mi ser.

3

No éramos tampoco amigos ya. Ni yo la buscaba directamente, ni ella a mí. Luego vino lo de mi ida a Tabasco. Y la despedida con abrazo y beso naturales, de dos personas que se aprecian. ¿Alguna interpretación más? Ninguna. Solo eso. En el trayecto de 24 horas que era el tiempo en que recorría el autobús de Matamoros a Villahermosa se pasaban tres pangas también llamadas chalanes, para cruzar los respectivos ríos de Tampico, La Antigua y Coatzacoalcos en Veracruz. Todo lento como si el tiempo se hubiera pasado a una velocidad menor. De compañía iba una compañera normalista que en la noche del viaje y al día siguiente en el mismo, se recostaba en mi hombro y yo la abrazaba para que se sintiera confortada en su descanso. Y la noche era fría, pero nosotros no teníamos, o no la sentíamos tanto.

4

En el puente de noviembre fui a Matamoros. Volvimos por tercera vez mi novia y yo. Pero solo fue un chispazo sin futuro. El extrañarse y decirlo. El volver como un rito por cumplir. Pero ya nada fue igual, por sobre todo el cansancio que se va dando con el tiempo, y ya sin la ayuda de la rutina de verse casi a diario, porque yo estaba lejos trabajando y esa era una barrera a tomar en cuenta.

5

En Tabasco conocí a muchos maestros y maestras, sobretodo jóvenes como yo. Entre ellas a Gilda, una yucateca superguapa, con un carácter lindo mezcla de sencillez y coquetería natural. Nunca fuimos novios porque no le dije, y porque ella tenía su novio formal, con quien luego se casó e hizo familia. Yo sentía estar enamorándome de ella. Así que el tono de mi carta de respuesta a mi novia formal, pero lejana, fue ese, de darle a entender que el espacio donde transitamos es mucho más grande que nuestra ciudad, y que más allá también hay vida normal.

6

"Sabes, hay altas palmeras con racimos de coco que degustamos cada vez que queremos, aprendimos a bajarlos, y hay cocos secos que tienen su pulpa conocida o los más viejos, que está por salirle la nueva plantita, tienen algo como de algodón que le llaman manzana". "Por las tardes visitamos alguna casa y nos metemos entre los matorrales (le llaman madreados), donde están los padres de familia desgranando las mazorcas de cacao, y nosotros nos ponemos a ayudarles entre mosquitos, risas y anécdotas que cuentan muy rápido". "En esta escuela primaria, que es grande, la mayoría somos maestras y maestros nuevos, quienes conformamos ya un grupo de amigos que salimos los fines de semana a recorrer playas y pueblos selváticos". "Son jóvenes maestras y maestros de varios estados de la república". Y etcétera, así era el tono de mi carta, efusiva, descriptiva, formal. nada de "mi vida te extraño tanto", nada de "ya quiero verte". Recordaba los versos de Catulo: Tú firme, Catulo, no claudiques.

7

Para finales de diciembre me llegó su carta de respuesta: "Recibí tu carta, Antonio, donde me cuentas lo maravilloso que la estás pasando en Tabasco, hasta parece como que estás de vacaciones. Releo tu carta varias veces, y te confieso: no encuentro palabras donde me des a entender que me extrañas, parece como si ya no existiera nuestro pasado como novios, ni tampoco tus amigos de acá de Matamoros. Es raro leerte así. Siento que me escribes con una frialdad adrede. Como si supieras que al evitar escribir las palabras de cariño, me estuvieras dando a entender que ya es lo mismo para ti si seguimos o no". Mas o menos así era el tono de esa respuesta que me llegó pronto vía aérea. Yo ya no contesté porque se acercaba diciembre y estaría yo por allá, en mi pueblo, para aclarar todo y hacerle saber que nada en mí había cambiado.

8

Fue bello pero pasó. Fue motivante y pasó. Como todo en la vida, deja su huella y sin más pasa a formar parte del cúmulo de recuerdos que forman parte de la memoria de los hombres. Se le llama duelo a ese tipo de separaciones. Como los duelos de muerte. Se dice que se pasa por la misma etapa. Cada quien tiene sus propias terapias. Yo no sé lo que pasó dentro de ella. En mi caso la terapia fue la música, los amigos y amigas, el trabajo, las lecturas, las actividades sindicales. Y cada vez más iba siendo lejano el recuerdo de mi novia formal. Algún día lo escribiré, me dije, como parte de la historia de mi vida. 

9

Luego ella se casó, y él lo supo. Porque tenían amigos comunes. Antonio llegaba a su pueblo cadavacaciones o puentes escolares. E inevitablemente llegaba a lugares donde coincidía con amigos de ambos. Y en alguna ocasión le dijeron "ella se casó"; "ella tuvo un hijo"; "ella tuvo un accidente". ¿¡Y no le pasó nada?!" "Afortunadamente no, solo golpes que no ponen en peligro su vida.

10

Cuatro o cinco años después fui a su casa. Platicamos como una media hora. Lo suficiente para darnos a entender que no hay enemistad; que la vida tiene su ruta, que el destino es amigable, pero que tiene sus vías para uno y otro. Que las coincidencias no son casualidades. Que tuvimos la fortuna de encontrarnos, coincidir y cuidarnos. Etcétera. Luego nos dimos un abrazo. Y le dijimos adiós con broche de oro a lo que fue, guardando los mejores recuerdos, pero ya sin que afectaran ninguno de nosotros. Subí a mi auto. Y me encaminé a mi futuro libre de ataduras sentimentales, agradecido con la vida. 

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