Leer para pensar mejor
Al perderte yo a ti De Ernesto Cardenal Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido: Pero de nosotros dos, tú pierdes más que yo: |
De entrada me permito agradecer a las autoridades de Telebachillerato en Tabasco por invitarme a platicar sobre un tema que siempre me ha apasionado como educador, que es la lectura y los libros. Los felicito por organizar este tipo de actividades que nos permiten refleccionar sobre el proceso de leer, y lo que representa en el proceso de pensar, capacidad que tiene el ser humano del que formamos parte.
El tema es Leer para pensar mejor. Y voy a comentar algunas ideas que tengo al respecto. Y lo que la lectura libre ha hecho en mi forma de pensar. De antemano quiero afirmar que si no fuera lector yo no tuviera esta oportunidad de estar frente a ustedes.
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Primero quiero diferenciar la lectura que se hace por obligación, que tiene que ver con leer para aprender temas de las materias, por ejemplo: el ciclo del agua, los estados de la materia, cultura de los países americanos, y muchos otros, y la lectura que es por gusto. Que tiene que ver con temas que uno quiera saber más de ellos, por ejemplo el futbol en Alemania, la vida de Maradona y Messi, o quién es el mejor fubolista de todos los tiempos. O temas de cualquier otra área de nuestro interés, por ejemplo, cómo se cocina el pato a la naranja, o cómo se prepara el mole en Tabasco; o qué hace que el corazón se mueva más cuando pasa la persona de la que estoy enamorado y ella no lo sabe.
Definitivamente en estos temas tengo más interés porque son los que me gustan, tengo curiosidad de saber más sobre ellos. Así que si encuentro libros de esos temas, los quiero leer, y los leo con emoción y con gusto.
Todo lo que voy a decir en esta charla me refiero a la lectura por gusto.
Si recuerdan el nombre de la charla es Leer para pensar mejor.
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Es claro que si un deportista quiere ser mejor en el deporte que se desempeña, debe de estar el mayor tiempo posible en entrenamiento constante. Tanto en ejercicios para tener cada vez mejor condición física, como algunas prácticas específicas, como en el basquetbol el rebote, los pases y el enceste; en el caso del futbol, el evadir al jugador contrario mediante el dribling, y practicar tiros a la portería que lleven efectos. Y así en cualquier otro deporte. Lo mismo en otro tipo de actividades. Por eso dicen que la práctica hace al maestro. Pues lo mismo sucede con el pensamiento. Requiere de muchas prácticas de pensamiento que logren cada vez más que se piense mejor, de manera lógica y clara.
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Y entonces cuáles son los ejercicios del pensamiento que se deben realizar para lograr este pensar mejor, este pensar elevado. Yo destaco cuatro principalmente. Que seguramente ustedes los saben, pero yo se los digo: es leer, escribir, hablar en pareja, en grupo o en público y escuchar. Vayamos por partes.
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Antes de hablar sobre los cuatro ejercicios permanentes para mejorar nuestro pensamiento, repasemos los beneficios que conseguimos al ser relctores por hábito.:
-Leer desarrolla tu empatía.
-Leer despierta tu imaginación.
-Leer mejora tus habilidades sociales.
-Leer relativiza tus problemas.
-Leer es aprender.
-Leer alarga la vida.
-Leer es vivir experiencias.
-Leer es un placer.
-Aprendes a escribir mejor.
-Aprendes a expresarte mejor.
-Previenes enfermedades mentales.
-Ejercitas tu mente.
-Aumenta tu capacidad de retención.
-Te ayudara a que tu concentración sea mejor.
-Te ayuda a desconectarte del mundo real.
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Les cuento que una ocasión yo presenté mi libro de poemas en prosa en la Universidad Tecnológica del Usumacinta, del municipio de Emiliano Zapata. Al final, en la sesión de preguntas y respuestas, un alumno flaco, moreno y con espinillas en la cara me preguntó que si la poesía ayudaba a enamorar mujeres. Yo me acordé que cuando estaba en la preparatoria yo era casi igual que él, flaco y con espinillas en la cara. Y lo que pasaba cuando platicaba con amigas, y les contaba a ellas lo que había leído. Pero antes cuando no leía no tenía qué platicarles. Y entonces mi respuesta a esa pregunta fue como se imaginan: sí, escribir y leer poesía ayuda a enamorar mujeres, pero sobretodo a enamorarnos de la naturaleza y la vida.
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PUEDO escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada, El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. Ella me quiso, a veces yo también la quería. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Como para acercarla mi mirada la busca. La misma noche que hace blanquear los mismos Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Porque en noches como ésta la tuve entre mis Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, |
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Decía yo que son cuatro los ejercicios del pensamiento para pensar mejor. Empecemos por uno: escribir. Ya sé que todos aprendimos a leer desde la escuela primaria. Perdo si no leemos después, si no adquirimos el hábito de la lectura no pasa mucho, de muy poco sirve que sepamos leer. Pongo un ejemplo: qué pasa si aprendimos a caminar desde un año o dos. Pero ya después no caminamos. Claro, los músculos se atrofian. Y ya no podremos caminar. Lo mismo pasa con la lectura. Si no leemos por gusto siempre nos dará flojera leer, y algo se atrofia en nuestro cerebro.
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Otro de los ejercicios para pensar mejor es escribir. Me parece que en los talleres de Lectura y redacción o en las clases de la materia de español, se pide que cada quien redacte un diario. Es una actividad muy buena. Antes se pedía que escribieran cartas. Hay que volverlo hacer. Cada vez que la persona está redactando un texto, su cerebro busca las ideas, las ordena, busca las palabras que escritas digan lo que deben decir. Entonces también se está ejercitando el cerebro. Se puede escribir sobre los sueños que hemos tenido,. Sobre algún viaje. Sobre las vacaciones. Y muchos otros temas más que nos va dando el día, lo que observamos a nuestro alrededor.
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Llevamos ya dos actividades de ejercitación del cerebro. La tercera actividad es escuchar. Como muchos de ustedes lo están haciendo ahorita. Como lo hacen en sus clases. Como lo hacen cuando un amigo, amiga, la novia, el novio les está platicando algo. Cuando escuchamos las neuronas de nuestro cerebro se están ejercitando porque están tratando de entender lo que les está diciendo la persona que plática con ustedes. Al escuchar con atención se debe estar mirando a los ojos de otra persona.
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Y el cuarto es platicar. Sea con una persona. En grupo de amigos. O cuando exponemos una clase. O cuando participamos en concursos de declamación, debate y oratoria, o cuando participamos en clase. O cuando platicamos en nuestra casa con nuestro padre, madre, bulos o hermanos. Cada vez que estamos platicando nuestro cerebro está buscando las mejores palabras para decir lo que queremos decir. Claro no confundir, que cuando el maestro está explicando la clase hay que escuchar con atención. No solamente estar callados o platicar con el compañero que está cerca.
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Yo tuve un compañero en la preparatoria que era lector por hábito y tenía libros en su casa. Y nos los prestaba, o nos lo regalaba. Permitanme leer el primer párrafo de tres novelas:
Cien años de soledad, 1967
"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”
Metamorfosis, de Franz Kafka
Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos.
El Coronel no tiene quien le escriba, 1961
"El coronel abrió el tarro del café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata”.
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