Vecinos

Vecinos

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Quizá el lector se acuerde del caso de la niña Paulette Gebara Farha, de cuatro años, suscitado en marzo del 2010, en el Estado de México. Desaparecida, fue buscada por muchos,  en todos los rincones de dentro y fuera del lujoso departamento, para luego ser encontrada muerta, once días después, en la misma habitación de la niña, donde buscaron, inclusive con perros adiestrados, escondida entre el colchón y el respaldo de la cama.  Hasta una serie hizo Netflix años después. Los hechos sucedieron en el Estado de México, misma entidad donde sucedió con "Benito", de Vecinos.

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El título del presente texto, por supuesto, es por la serie que hizo conocido al personaje "Benito", interpretado por el niño actor tabasqueño Octavio Ocaña, quien ahora está muerto a los 23 años con un balazo en la cabeza, luego de ser seguido por la policía, y finalmente chocar. Con el inmenso dolor a cuestas, su señor padre solo fue a la Ciudad de México para tramitar su traslado a Tabasco, donde va a ser sepultado. Y dijo que quienes andaban con su hijo son personas conocidas y lo cuidaban. Y que está seguro que no habrá justicia.

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Todos somos investigadores empíricos, pero son muchos los que sueltan sus versiones, no planteadas como hipótesis, sino como certezas, y lo hacen con una rapidez desenfrenada, lo menos que se puede decir, imprudente. Perdón por decirlo.

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Cierto que todo acto de la autoridad investigadora es sospechosa, sobretodo por los tantos casos que se conocen a diario y que, o bien hay omisiones en las investigaciones, o se altera el escenario del accidente o crimen, para que en el enredo de los peritajes se saquen conclusiones diferentes y de esa manera, cómplice, se  proteja o favorezca a una de las partes, sobretodo al victimario.

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Ayer precisamente me encontré un libro de mi paisana Cristina Rivera Garza, llamado "El increíble verano de Liliana". En él da cuenta de manera literaria, sin quitarle absolutamente nada, sobre las peripecias que vive 30 años después al tratar de conseguir el expediente de investigación sobre el asesinato (ahora feminicidio) de su hermana, precisamente Liliana. No lo he terminado de leer, pero ya voy por la mitad. Dolor, asfixia, desesperación, impotencia, provoca el ambiente que recrea la autora, en ese batallar por dar cauce al sentimiento que ha fertilizado en esos tres decenios. Y sobretodo  la decisión de no dejar en el olvido el caso de su hermanita. Lo mismo, este hecho brutal sucedió en el Estado de México. 

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¿Pero qué importa dónde haya sido? Lo mismo suceden casos en casi todos los estados, de los que no salen a la luz pública, o solo son noticia por tres días o una semana y luego se archivan en la memoria de la gente, porque ya hay nuevos casos que ocupan la atención mediática. Uno acaso más grave que otro. Igualmente doloroso para las familias y los amigos de las víctimas. Y solo se mantienen en lo mediático más tiempo los que generan interés morboso o genuino de la población.

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¿Se adolece de una procuración de justicia rápida y expedita? Sí. ¿Es una estructura de compacidades y tapaderas?, en muchos casos sí. ¿Para avanzar en la investigación se pide a la familia de las víctimas para la gasolina y los refrescos ? En muchos casos sí. ¿Hay desconfianza en esa institución de procuración de justicia? Sí.

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Decía que a muchos nos gusta la investigación, y en mi caso es efectivamente empírica. Cuento que en una escuela donde trabajaba hace muchos años, aparecieron en el baño de mujeres unas palabras en contra de una alumna, algo así como que la persona anónima que lo escribió ya había hecho el amor con ella, y decía el nombre de la muchacha. Ella, llorando, va conmigo, junto con sus amigas, a denunciar el caso. Yo voy al baño. Y miro el rasgo de las letras. Por decir algo, alguna que en su detalle fuera única, sea el tipo de lo redondo de  la "o", o el alargamiento de la q" o "p". Y efectivamente encontré algo. Al día siguiente le pedí a los tres maestros de grupo que pidieran una composición tipo literaria en una hoja, se cercioraran que fuera con nombre completo y me las entregaran. Y por la tarde en mi casa me puse a revisar las casi cien textos buscando la aguja en el pajar. Y efectivamente de los cien trabajos encontré cinco que tenían el tipo de letra cuyo rasgo yo había detectado como único en lo escrito en el baño.

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Volví al día siguiente al baño de mujeres, y busqué una segunda letra con rasgo específico. Y la encontré, luego busqué su similar en los cinco trabajos "finalistas", y la encontré. Hablé con el alumno autor del texto, le dije que pintara de nuevo la pared. Se quejó con la mamá, de que yo le estaba echando la culpa de  escribir en el baño y que él era inocente. La madre le creyó ciegamente y fue a gritarme al grupo. La tranquilicé. Le expliqué como había llegado a esa conclusión. Le mostré dos o tres de los textos. Y la letra de la infamia en la pared. Me comprendió. Y reconoció la letra de su hijo.

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Con este ejemplo baladí e ingenuo quizá, lo que quiero resaltar es que toda investigación conlleva una lógica que todos reconocen. Pero que también cuando se quiere despistar a la opinión pública en busca de encubrir algo, o alguien, hay una lógica en revolver y alterar los elementos que conforman la escena del hecho o del crimen, con el fin de dar a conocer conclusiones muy distintas a la verdad científica.

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El caso es que estamos consternados por lo de "Benito", quien sorprendió siempre con los papeles que le tocaba representar, de un niño cuyos padres quieren que sea actor, y lo llevan a todos los castings. Como le sucedía, quizá justificadamente, en la vida real. Y es por lo que se hizo famoso. Y murió antier apenas en hecho que está siendo investigado. Pero que la instancia responsable, en este caso la Fiscalía del Estado de México adelantó postura: "No hubo tiroteo, el arma fue accionada dentro del mismo vehículo".

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Ah, y sin duda los vecinos siempre saben algo. Solo que al conocer la tortuosa consecuencia de ser testigos, prefieren callar.

*Fotos tomadas de internet.

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