Adiós, chula

1

El niño llega. Dice "buenas tardes". Tiene cuando mucho  cuatro años. Viste como todo los días, solo que ahora recién bañado. Se le nota en la humedad de los cabellos. Y un poco más claro en su color moreno. En las manos trae un invitación para los rezos de San Judas Tadeo, solo que eso lo sabremos minutos después. Cuando salgo empieza su discurso. Se le nota tenso. "Vengo de la familia Gómez Pérez a invitarlos al rezo que vamos a tener mañana a las 9 de la mañana   por si gusta acompañarnos   nuestra familia estará muy contenta con su visita y participación   el rezo será en honor de San Judas Tadeo. el santo de las causas difíciles". 

2

El niño entrega la tarjeta invitación, tan pronto se da la media vuelta para irse, rompe a llorar. Libera el nerviosismo previo. Pero luego se repone y va contento, feliz de haberlo logrado. Su familia, quien nos invita, seguramente lo mandaron a que se aprendiera el pequeño discurso. Él estaba nervioso. Lo dijo bien, aunque algo rápido. No importa. Pero ha logrado aprender, dominarse en sus emociones, y aún con miedo y temor, logró el objetivo. Habló en público algo que memorizó. Se siente satisfecho. Cuando le toque participar en su clase de escuela, ya tendrá esa experiencia de hablar en público. Gracias a su familia que le buscó esa oportunidad, a lo mejor aunque él no quisiera. O sí. Es divertido también, como un juego. De mucho aprendizaje.

3

La vida nuestra es la suma de detalles como el anterior que reseño. Y estos se dan en toda nuestra existencia. Cada vez vamos siendo más hábiles en lo que más practicamos. Luego recordamos por lo que hemos pasado. Y es una experiencia más. La vida es también una suma de experiencias, aunque a veces cometemos el mismo error dos y más veces. De allí el refrán dice que "el hombre es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra". Y eso aún con la experiencia.

4

Hay amores que llegaron, duraron un tiempo y se fueron. Experiencia. A veces con un adiós mediante pláticas. Experiencia. Otros desaparecen como el viento delincuente que pasa. Experiencia. Hay traiciones, hay encuentros, reencuentros, hay dolorosos o festivos hechos que van sumándose como recuerdos. Y todo ello no es más que experiencia.

5

La vida nuestra transcurre como si a veces el tiempo se detuviera, como que a veces va lento y a veces rápido. Iba el tiempo lento en la percepción del niño en su camino para decir el discurso de invitación para el rezo. Lo sentía eterno en el momento que iba diciendo palabra a palabra dicho discurso. Y luego al terminar volvió el tiempo a su habitual ritmo. En los momentos de felicidad nos parece que va rápido. Así lo percibimos. Somos felices y de pronto ya no. Bien que estemos en el cine con alguien a quien amamos. O en un parque o en otro lugar más solitario. Pero eso sucederá y solo estará en el recuerdo más tarde. Y pasa a formar parte de los recuerdos felices que evocamos de tanto en tanto. Es la nostalgia.

6

Y cuando estamos en situaciones difíciles, cuando pensamos o decimos el "trágame tierra", nos parece que el tiempo es eterno. Es cuando nos hacen sentir mal, cuando nos regañan o corrigen imprudentemente en público. O cuando fallece una persona muy querida. Sin embargo el tiempo se escapa de todas maneras. Aún que tratemos de detenerlo con un conjuro mágico. Y el tiempo nos va llevando como al cerdo que llevan a la fuerza a la matanza.

7

Un niño será adulto, si no sucede algo extraordinario que lo quite de la vida. Y al asomarse atrás, en el camino recorrido, sentirá que el tiempo se fue muy rápido. Y nos quedarán esos detalles de vida que nos marcaron. Ejemplo: el niño del rezo lo recordará siempre. De niños queremos ser adultos, es cierto. Porque pensamos que ya como adultos podremos hacer muchas cosas, como desvelarnos, fumar cigarros y hacer el amor muchas, muchas veces. Pero el tiempo va a su propio ritmo. Nada sucede antes, ni después. Ya de adulto recordamos pasajes de nuestra infancia. Y extrañamos esos tiempos de niñez, sin presiones, sin prisas, sin declaraciones al SAT.

8

Vivimos entre el recuerdo y los sueños. Cada vez nos sucede que recordamos algo, y sucede que pensamos también qué sucederá después. Y ese después que esperamos como un momento de felicidad, llega, y quisiéramos que durara mucho más. Y no. Inmediatamente queda en el pasado, en la añoranza de lo que recientemente vivimos y se va alejando.

9

La felicidad es como un disparo del alma, o como una flecha que se dispara. La bala sale por la explosión de la pólvora, luego de jalar el gatillo. La flecha sale del empuje de la cuerda en tensión y se dirige a un blanco u objetivo. Recorren un trayecto y llegan. Y fin. Así la felicidad. Tan pronto llega empieza a desaparecer. Y queremos que sea una felicidad eterna. Pero no. Así de simple. Esos hechos pasan al conjunto de recuerdos, que radican en nuestra memoria.

10

Yo de niño no me animaba a hablar. Me decían "el mudo", ¡Vaya forma de hacer "bulling" Y no es que lo fuera. Solo que me sorprendía cómo todos los demás niños, todos absolutamente, tenían facilidad para estar contando cosas como si fueran una maquinita de la palabra. Y a mí se me atoraban las palabras, no salían. Y esto me sucedió en todo la primaria y secundaria. Y eso me metió miedo y temor de que nunca iba a poder hablar en público, o platicar de manera normal con los amigos y amigas. Solo cuando me volví lector es que logré poco a poco ir participando en público.

11

Cuando tuve mi primer novia, de la que ya he escrito sin su nombre en otra ocasión, me pasaba lo mismo. Yo le quería decir "te quiero", pero no me salía. Solo le acariciaba su mano. Íbamos caminando. Y entonces me salía otras palabras. "Mira la luna, que linda se ve". "Que linda se ve la luna de día. O si era de noche: "¿ya viste como brillan las estrellas?" O, de manera tramposa "Fíjate que yo puedo escribir los versos más tristes esta noche, escribir, por ejemplo, la noche está estrellada, y militan azules los astros a lo lejos". Como ella no leía y yo sí, de pronto me salían los versos de algo que ya había leído yo, y de esa manera impresionaba. Pero el decirle "te quiero", ese sí no me salía, aunque lo sentía desde muy adentro de mi cerebro o del corazón.

12

Que la vida la tenemos prestada, a como dicen es muy cierto. Hoy leo en los diarios que murió "Benito" en la Ciudad de México, a balazos. Tenía 23 años y fue un actor tabasqueño que actuó en una serie llamada Vecinos, me dicen. Ni sé. Benito era el nombre del personaje. Su nombre era Octavio Ocaña, oriundo de esta tierra tropical.. 

13

La vida así va. Entre sueños y anhelos. Entre recuerdos y olvidos. Entre nostalgia y esperanza. Entre lo blanco y lo negro. Y va con el tiempo. Un buen día, llegará ese momento final de decirle a la vida "adiós chula". 

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