Queremos tanto a Ena (Chaparra de nuestro amor)
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Leo que ha fallecido esta madrugada de viernes en Matamoros, nuestro pueblo convertido en ciudad, la amiga, hermana y maestra de gran corazón Ena Gomez Castillo. Cuánto lo lamento, cuánto me duele. Porque ella era un pan De Dios, sensible y amorosa, con cariño para dar que la desbordaba. Me reprocho yo escribir sobre ella ahora con su muerte y no haberlo hecho de manera amplia en su generosa vida. Aunque se le dije muchas veces verbalmente y por escrito en muchas partes escribí sobre ella.
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Sé por ejemplo que padecía de hace años una diabetes que la iba minando, pero que ella y con el amor de sus hijas la lograban contener con cuidados, mimos y medicinas. Su sonrisa amplia y los breves textos que ella escribía para sus familiares y amigos, son parte de sus amplios modos de ser, por lo que la recordaremos mientras vivamos. Y con la seguridad de encontrarnos en otros confines más adelante.
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Ella estudió en la misma Normal José Guadalupe Mainero, donde yo y miles de matamorenses, algunos por vocación, y otros a la vocación le juntamos la necesidad de estudiar una carrera corta que a la brevedad nos pusiera disponibles para trabajar y poder ayudar a nuestras familias. Formó parte de la generación 76 80, del siglo pasado, junto con otros grandes amigos y amigas, que no menciono para no olvidar a alguno, pero entre ellos me permito nombrar a Paula García Castillo, su gran amiga, su hermana, y con Ambrosio Gutierrez Perez, con quien formó familia, así como Ray Al Sax y Roberto De la Fuente.
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Como por esos tiempos de finales de los 70 estaba de moda el programa cómico de César Costa, Chabelo y Alejandro Suárez, y no sé quien más, le decíamos a ella "La carabina", porque el amor de su vida, lo fue siempre Bocho, Ambrosio, y así le decíamos en alusión a dicho programa cómico que pasaban por la televisión.
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Ena escribía y escribía muy bien. No se dedicó a eso, pero siempre acomodaba bien las ideas y las palabras, y siempre le ponía un toque cariñoso y original cuando escribía sobre sus abuelos, sus padres e hijas y nietos. Yo se lo decía cada vez que leía sus escritos, y ella se reía y dejaba entrever que sabía de su facilidad para que sus textos quedaran no solo bonitos, que eso casi cualquiera, sino que tuvieran el toque literario que los lectores reconocemos a primera vista, porque nos llegan al corazón.
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En los cuatro años de la Normal era común verla caminar y reír con Paula García o con Ambrosio Gutiérrez. Y si no andaba con ellos, los andaba buscando. Siempre leal, siempre sincera, logró formar parte de un grupo compacto de amistades en ese tiempo, que trascendió los años y que es huella de su paso por la vida, y no dudo que en los espacios laborales donde trabajó, tanto en Veracruz, como en Tamaulipas, haya dejado esa huella de bondad y amistad, que es como alimento de las almas, y que tanta falta hace en nuestra sociedad.
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Ahora ella descansa, luego de una vida como digna guerrera, cuya vida, en ella fecunda y amorosa como pocas personas, le puso pruebas de todo tipo, y supo sortearlas, no excenta de vicisitudes y lágrimas, pero siempre luego de ello salía indemne, victoriosa, sonriente, como diciendo "venga la vida, y venga con más de todo". Indoblegable, nunca sintiéndose derrotada aún en la derrota, y sacando de esta una enseñanza que supo ser utilizarla para hacer el bien.
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Me distinguió con su amistad, aunque nos vimos poco en este trayecto laboral de algo más de cuarenta años. Nos hermanaban los amigos recíprocos y el gusto por escribir. Nos identificaba nuestro origen de familias del esfuerzo y sacrificio, y nuestro destino común en el servicio educativo. Me acompañó una mañanita fría cuando fui a la Normal a dar una charla sobre "La importancia de la lectura en el desarrollo personal", en noviembre del 2014. Y estuve en su casa pocas veces, sí, pero siempre con el mismo afecto de querernos mucho, de estimarnos mucho, lo que eso significa en la amistad.
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"Te soñé que llegabas a comer tamales de nuevo a mi casa, de sorpresa, sin estar invitado, y amanecí hoy con ganas de saludarte", me escribió recientemente.
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En febrero de 1978 Ena y Bocho me regalaron un disco de Serrat que tuve conmigo por muchos años, y que simbolizaba nuestras búsquedas en este extraño mundo donde pasamos de manera efímera, pero que en esa edad hacíamos como que no lo sabíamos, aunque intuíamos que el paso del tiempo poco a poco nos va sacando de la jugada. Y esas canciones de Serrat, aparte de muchas otras que ella escuchaba, y que yo había rwcién descubierto, nos daban elementos para seguir buscando respuestas de la vida.
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Yo le decía de lo bien escrito de sus textos, de su narrativa. Ella me sugería que creara un taller literario virtual. Y allí dejamos esa idea de proyecto.
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Bendigo y agradezco su vida. Lamento su muerte. Nos deja dolor y congoja en el corazón. La extrañamos ya. Y la recordaremos mucho y siempre, porque la queremos tanto y más que bastante. Adiós y hasta pronto "chaparra de nuestro amor", nuestra muy querida y estimada Ena.
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