Hay guerras que no miramos
1
Que un soldado caiga defendiendo su sueldo y un gobierno, es abominable. Lo mata otro semejante defendiendo su sueldo y su gobierno. Uno muere en su amado territorio. El otro lejos. No importa si se aprendieron ambos un poema del poeta nacional. Si leyó un libro o muchos. Su sangre queda derramada.
2
Queda sí, el dolor de una esposa, hijos, novia y padres. Les regresan el cadáver. Lo velan. Si acaso reciben una pensión. Y nunca más su risa, su palabra jocosa, sus besos. Nunca más sus cartas de amor. Ni sus cantos en las fiestas. Ni asistencia a la iglesia. Ni al asado de carne con sus amigos con toma de cerveza incluida. Y su nombre se publica en una esquela. El gobierno hace llegar una medalla y diploma a la familia. Queda su nombre grabado en una tumba. Y sus fechas de nacimiento y muerte. Hacemos la cuenta: alrededor de 25 años.
3
Si uno escucha las dos propagandas enfrentadas de los países en pugna, donde justifican sus armas, su invasión, su resistencia, uno les da la razón a ambos bandos. Si solo se lee la versión de un bando, entonces le echaremos la culpa al otro. Si uno lee a los poetas de los dos países, uno les da la razón a ambos. Mas los cadáveres siguen llegando a las familias de uno y otro lado. Y por lo general son jóvenes que defendían palabras como patria, himno, bandera.
4
Solo la población invadida, solo quienes miran sus casas destruidas, los edificios reventados, sus puentes volados, sus hijos muertos, saben el horror de la guerra. Yo no. Ni tú. Vivimos otras guerras bien distintas. Solo que hemos leído de otras invasiones de una y otra potencia, y hemos leído las versiones de la potencia más cercana, y queremos creer, y luego nos damos cuenta que mintieron porque mienten siempre.
5
Y mintieron porque nos enteramos que el precio del petróleo sube y baja. Que el presidente del país invasor tenía cerca las elecciones. Que las empresas representantes de las fábricas de armas tienen sus cabilderos en los Congresos para apoyar la guerra. Que las empresas grandes ganan los contratos jugosos de reconstrucción. Nos enteramos que es la lucha entre potencias por territorios y mercados. Que no hay potencias ni grandes industriales inocentes. Y seguimos leyendo.
6
La historia universal no es más que un recuento de guerras por patrias, por territorios, por oro, por petróleo, por fronteras. Puede ser más nimio el pretexto para iniciarla. El fondo es la riqueza y el comercio. Su producto es desolación y muerte. Los presidentes y generales ponen ideas y estrategia, Los pobres ponen el pecho para la metralla.
7
Una cita de Herodoto de Halicarnaso, historiador griego: "Ningún hombre es tan tonto para preferir la guerra a la paz. Porque en la paz son los hijos quienes entierran a sus padres. Y en la guerra los padres entierran a sus hijos".
8
Cuando estaba la guerra fría -un equilibrio pactado entre los Estados Unidos y la URSS- se entendía que había un enemigo común. La propaganda de Estados Unidos despotricaba contra la URSS y esta contra los Estados Unidos. Lo mismo sucede actualmente con los países árabes y los Estados Unidos. Rusia es la heredera de la URSS.
9
Diría Bertolt Brecht: no es la primera. Hubo otras guerras. Al final de la última hubo vencedores y vencidos. Entre los vencidos el pueblo llano pasaba hambre. Entre los vencedores el pueblo llano pasa hambre.
10
Solo que hay otras guerras diarias; la de la economía que produce más pobres, más miseria; la que utiliza niños para el trabajo, por lo que no llegan a la escuela; la que produce precios bajos para los productos del campo; la que orilla y promueve la cosificación del ser humano; la que explota el cuerpo de mujer en la propaganda de productos; la que tiene prostíbulos de niñas. La guerra informativa hace amar al explotador. Esa es la guerra cotidiana, la que no vemos o no queremos ver.
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