El olmo no da peras

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En educación hay quienes hablan de fracasos. Y hay asimismo quienes hablan de logros. En un sistema tan grande como es el mexicano, se pueden hablar de ambas situaciones. La diferencia es en qué porcentaje corresponde a uno y otro. Siempre hay buenos alumnos y buenos maestros, a pesar de las condiciones del medio. Y en un mismo grupo hay ambos rostros en los resultados.

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Sobretodo porque los logros no se dan por generación espontánea. Se requieren ciertas condiciones que tienen que ver con infraestructura -sí, claro-  y con características del docente -sí, claro- (y son millones): su preparación, su actitud ante la actualización profesional, y su disponibilidad permanente de aprender como norma de vida, como actitud de vida. 

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Se dan casos, dicen, en que los docentes de las escuelas privadas pasan a la escuela pública y se da un cambio en ellos, que dejan de ser buenos maestros. Yo creo que no es así. Solo que la escuela privada es exigente. Y al pasar a la escuela pública se amoldan a las características de esta. Si es ambiente de relax le entran, y si es de exigencia, se suman a quienes trabajan bien o a quienes se quejan.

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Mi afirmación es que el buen maestro de escuela pública lo es en la escuela privada igual y viceversa. Y el que es menos profesional lo es igualmente en ambas, solo que en la privada tiene que cumplir o no le pagan y en el extremo lo despiden.

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No, no hay docentes perfectos. Nadie exige ni piensa en ello, que lo sean. Al contrario. Yo tengo fé profunda en el magisterio, digamos en un 80 por ciento de ellos. No, más: en un 90 por ciento. Y esto lo afirmo con la experiencia de muchos años en el sistema educativo.

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El trayecto del maestro de escuela pública es que va a estar viviendo fuera de su familia por algunos o varios años. Y a veces por allá se queda. O cuando menos estará fuera de lunes a viernes. Y no está mal, porque es en esas situaciones donde se forja el espíritu del ser humano. Y si viaja a diario serán trayectos de entre una y tres horas de ida y vuelta, y el desgaste físico y emocional de lo que ello significa. Sus familias esto lo saben bien, lo padecen sus hijos.

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Incluso, un buen maestro tendrá resultados buenos y regulares en su grupo. Y aún los maestros malos tendrán buenos resultados y regulares. No, no es lo mismo, ya lo sé. Solo que hay una razón: porque buena parte de esos resultados dependen del propio alumno y su familia, si sus padres son lectores, si son de valores, si son de trabajo, etc.

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Decía mi maestro de español de la Normal, Don Vicente Cevada Vera: "la naturaleza es tan sabia, que hasta los alumnos de malos maestros aprenden, porque el aprendizaje es innato al ser humano". El mismo maestro nos decía (nosotros teníamos 17-19 años: "si alguno de ustedes toma cerveza o vino, no lo hagan en la comunidad donde trabajan, el maestro es autoridad, y la pierden si los ven borrachos". 

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Entre muchos libros, dos lecturas siempre recomiendo como buenas no solo para la formación pedagógica, sino para la cultura pedagógica en general: "20 conferencias de educación infantil" y "Poema pedagógico", ambos del pedagogo ruso Anton Makarenko: en el primero sugiere asignarle al niño responsabilidades desde la casa, a manera de juego: regar las plantas, barrer, recoger sus cosas,  tender las camas, etc. Las responsabilidades graduales de acuerdo a su edad. Y en la escuela lo mismo. Sí, aunque los padres no quieren que hagan nada, porque dicen: "ellos llegan a aprender, no a hacer limpieza". Si supieran lo que representa para el aprendizaje, que levanten las hojas secas, que las acomoden para abono cerca de las plantas, las rieguen, barran su salón, limpien sus pupitres, los pinten cuando corresponden, etc.

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En el segundo libro el autor cuenta su paso como director de la Colonia Gorki, donde están recluidos muchachos no de mala conducta, sino delincuentes juveniles. Y el libro es el conjunto de anécdotas que cuenta el autor y la manera en que resuelve los problemas que se le van presentando. En todos los grupos hay alumnos inquietos. El maestro deberá liderearlos para inducirlos con alegría en el deporte y hacia lo bonito de los conocimientos.

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En general es el amor al trabajo y a la enseñanza lo que permite lograr buenos resultados de aprendizaje en la mayoría de los alumnos, porque en concreto el triunfo en el aula es el lograr despertar la curiosidad por el conocimiento de los niños y niñas. Cuando esto se logra, lo demás se da por sí mismo, a pesar de las condiciones desfavorables en casa y en la escuela para el aprendizaje. El alumno motivado a aprender, sigue su ruta, a pesar de los inconvenientes de casa y en ocasiones a pesar de las condiciones en la escuela.

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Algo que es irrefutable es que quien siembra olmos nunca cosecha peras.


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