Había una vez

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Había una vez una casa vieja en el centro de la ciudad habitada por Alebrijes. Y estos hablaban y reían de manera muy alegre que generaba curiosidad en todas las personas que caminaban por su frente y volteaban a escudriñar para ver lo que pasaba adentro, qué magia aplicaban, qué fórmulas secretas hacían, qué brebajes preparaban para esa magia de eventos, sobretodo sin dinero, ni cacao.

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Y cada semana se veía movimiento inusitado personas que entraban y salían. Y quienes se asomaban veían que movían mobiliario de un lado a otro, y transformaban en minutos el espacio, y utilizaban la palabra de distintas maneras, con las que hacían llorar, sentir nostalgia, reír de manera bajita o abierta, y salir transformados en otras personas. 

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Se cuenta que el sábado pasado hubo algo inusitado, aunque otras veces lo han hecho. Dos Alebrijes, descendientes de quienes vienen recorriendo los tiempos, de generación en generación, trasladando la llama de la palabra, manteniéndola viva, con reconocimiento de lo humano, entraron por la puerta, de manera discreta, y se metieron a prepararse para continuar con la misión que tienen en la vida. Adentro otra Alebrijes reían alrededor de la tibieza de las palabras. 

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Se cuenta que antes de las seis de la tarde empezaron a llegar las personas de varias edades y ocuparon esperanzados los lugares disponibles. se les veía en su rostro esperanza de encontrar motivos para pensar y reír y veían lo que había dentro, colores saturados, listón de flores, una mariposa pasajera en el suelo recargada en la pared, dos estrellas, algunos matraces y tubos de ensaye, una puerta que conecta a una habitación interna y otra para un pasillo donde seguramente se guardaban secretos de asuntos por venir en las carteleras siguientes. 

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Cuenta, contador lo que te han contado los cuentacuentos antiguos y han traído hasta nosotros la palabra antigua siempre nueva.

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Pocos minutos antes de las seis Delia dio la bienvenida. Y Matilde Pacheco y Gibraham Delfin hicieron su aparición para dar inicio la fiesta de las palabras con leyendas de las más contadas a través de nuestros bisabuelos, abuelos y padres y han llegado a nuestros días, con sus variantes en cada una de las regiones de nuestro país y países de America central y todo América Latina.

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Ambos con experiencia de años en esta actividad. Hicieron gala de su histrionismo, de su habilidad para moverse en el escenario, y de acompañar sus historias por contar con onomatopeyas y movimientos de su cuerpo de acuerdo al pasaje que están contando. Nutrido su repertorio precisamente con leyendas de apariciones, la mujer de blanco, las distintas muertes que se atraen unas y otras, y se aparecen en los barrios de los pueblos,

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"Murmullos de otro tiempo", leyendas tabasqueñas de misterio, es el espectáculo presentado en Casa Alebrijes, la casa de los cuentacuentos, en los que Gibraham Delfin y Matilde Pacheco deleitan a un público exigente y conocedor, con historias que se han venido contando de cientos de años, algunos de ellos de antes de la invasión española, otros de esa etapa y otros posteriores: Ixtabay, Nicté y muchas otras. Cada uno, de Matilde y Gibraham con estilos distintos, por sus antecedentes personales, y complementarios en el espectáculo que presentan.

Y como ayer 20 de marzo es el Día internacional de los cuentacuentos, lo celebramos un día antes de esta manera lo escribió Gibraham en su espacio: "narramos de esas historias que nos gustan, de las que han echado raíces en nuestras almas, las que contaban las abuelas, los abuelos, las de los murmullos que se escuchan por el monte desde tiempos antiguos, de animales, brujos, naguales, apariciones y duendes, de esas que se contaban a la luz de un candil afuera de los jacales, cuando aún no llegaba la electricidad a los pueblos, mientras se escuchaba cantar a los grillos y se espantaba a los zancudos, de esas que se siguen contando acá en Tabasco (aunque cada vez menos)..."

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Paréntesis. Cierto. Yo llegué en 1979 a Tabasco. Tenía 19 años. Ya llovió desde entonces. Y por las tardes ya para oscurecer estaba de visita en algunas casas de la comunidad. Y ya estaban contando los abuelos tabasqueños. Yo entendía poco, por la rapidez conque contaban algunos, y por las palabras regionales de su cotidianidad, y que se iba poniendo más interesante, por la habilidad que tenían en el contar, y de pronto ya no se quería uno quitar para irse solo a dormir, de los que vivían en esa casa, o de irnos a la nuestra, donde nos quedábamos, por cierto temor, aunque sabíamos que eran cuentos, relatos de antaño, hasta que terminaban, o hasta que alguien que vivía junto con nosotros se iba igual, para ir, por la oscuridad de los caminos, acompañados. Cierto. Yo lo viví. A mi también me lo contaron.

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Cuentan que el espacio se llenó antes de empezar el espectáculo. Y que había una niña de aproximadamente unos diez años que reía gozosa y saltaba "espantada" y estaba atenta para responder las preguntas que les hacían los Alebrijes cuentacuentos. Y había un niño de como 75 años tomando fotos con su teléfono, alegre, dichoso, y guardar un recuerdo de esa vez en la que Alebrijes cuentacuentos lo hicieron sentirse vivo y pleno.

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Había una vez una casa a la que nombraban Casa Alebrijes, que tiene distintos espacios en su interior, que ocupan de acuerdo a lo programado, entre Comedor, Sala de lectura, Casa de los cuentacuentos, teatro, peña bohemia, taller literario, bordadoras de poesía. Había y la sigue habiendo para deleite de los tabasqueños y los visitantes que llegan a estas tierras del bendito trópìco húmedo, donde en primavera que ha llegado, viste de rosas y amarillos ciertas calles y el paisaje en general.  


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