Día de palabras como radiantes flores
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Yo estaba sentado en mi silla de jurado, Y miraba a todos lados: rostros del público, y un gato que merodeaba, quizá buscando ratones de biblioteca. Todos dentro esta, -un magno edificio- y los poemas daban sustancia al evento. Frenesí y entusiasmo de jóvenes que reivindican su etapa de vida con un esfuerzo grande por ser mejores. Y entre el público, destacaba el rostro de la amable señora, Doña Virginia, que nos atendía con galletas y café, y unas ricas empanadas, muy atenta a los vaivenes emocionales de los poemas declamados que arrancan lágrima por las emociones removidas de la tragedia (poema El regalo), o de la comedia (la jinfónica) o épica histórica.
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Yo estaba sentado en mi silla de jurado gracias a la invitación hecha por Juan Torres, el joven maestro organizador del evento. "Si tuviera tiempo para ser jurado, usted que sabe, etc..." Y sí, allí estaba yo listo para escuchar la primera, segunda y tercera llamada y empezar a mirar atento a cada uno de los participantes, más mujeres que hombres en un total de nueve. Todos individuos distintos, cada quien con sus historias personales, de familia y de geografía. El jurado éramos tres, que así debe ser, en no par, para en caso de votos u opinión no haya empate
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Concursos de declamación y oratoria yo veo desde primaria. Son una especie de clase y de muestra. Clase porque se aprende de oídas un número grande de poemas con sus variaciones de estilo y temas, y se aprende manejo de cuerpos, mímica y cambios de gestos en los rostros. Y es muestra de lo que la educación de familia o su ausencia hace en cada uno como alguien diferente, matices de una sociedad representada en cada uno de los participantes, y destaca el ejemplo asimismo de cada uno de ellos: "Aquí estoy, soy yo y mi circunstancia, me preparo y lucho por ser mejor", parecen decir sin decirlo, sino mostrando sus habilidades que van siendo cada vez más en cada ensayo en soledad, ante sus amigos o su familia y en cada participación. Cada vez son mejores, ¡cómo no admirar a cada uno de ellos!
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Es miércoles 30 de marzo. Estamos en el majestuoso edificio de la biblioteca central "José María Pino Suárez, de Villahermosa, orgullo de Tabasco. El diseño de este edificio es del famoso arquitecto mexicano Teodoro González De León, y obtuvo dicho diseño un premio internacional. Grandeza obliga a impresionarnos. Pero el edificio vacío no es nada sin los libros, sin los trabajadores entusiastas y entregados, sin los eventos que se organizan, como este en que da cabida a la iniciativa de un joven maestro que contribuye con su grano de arena a que esta sociedad sea mejor.
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Y empiezan a pasar los jóvenes previo sorteo de participación. Qué nervios, qué gallardía, qué memoria. Yo les reconozco su valentía y pundonor, echados hacia adelante en su actitud y disponibilidad de participar. Todos ellos con poemas largos, emotivos y edificantes. Desde los que sacan lágrimas de acuerdo al grado de interpretación, y los que mueven la conciencia histórica de nuestro brillante pasado, y algún poema jocoso que mueve a risa, haciendo todos ellos vibrar las fibras de nuestro interior.
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Un gato con ego felino se conmueve y da vueltas sin ronronear, solo mirando aquí y allá, reclamando atención, de quienes absortos tienen pensamiento y la mirada en el ritmo de las palabras en los poemas declamados. Y en mi mente desfilaban mis compañeros de secundaria y Normal, jóvenes estos últimos de la edad de la mayoría de los participantes. Siendo aquellos mis contemporáneos, de allá del siglo pasado, recuerdo que los veía gigantes, y así los veía porque lo son. ¡Cómo no serlo si pasan al frente por decenas de minutos! ¡Como no serlos con ese dominio de los nervios! ¡Cómo no ser gigantes con esa memoria prodigiosa que cultivan entusiasmados y responsables con ellos mismos! Asimismo miro a los participantes de ayer como gigantes, porque lo son.
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Cuatro de ellos pasaron a la final. y ¿qué creen? Dos hermanos (hombre y mujer), ambos muy brillantes, para disputar los tres primeros lugares. Los ganadores fueron Cinthia Guadalupe Guzmán, Enrique Humberto Ramos Ricárdez y Vianey Velueta Zavala, con el primero, segundo y tercero, respectivamente. Y vaya, qué difícil ser jurado. Qué responsabilidad para ser lo más preciso posible y discernir unos de otros, en ese avance hacia la final. Y en esta segunda etapa, con un poema distinto, igual de extensión larga, ver el temple, la gallardía, la voz en sus vaivenes. El primer lugar y cuarto para los hermanos que refiero. Y el del cuarto lugar con matices brillantes en la voz, empoderado al igual que la hermana, ambos seguros de sí mismos y de su trabajo en los ensayos, solo que hubo un lapsus de olvido en algunos versos. Pero mi admiración para todos los participantes, por el esfuerzo de dominar sus emociones y por procurarse crecimiento interno, al que hago referencia.
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Fácilmente se pueden detectar dos tipos de poemas en los concursos de declamación. Los que buscan ir a la "yugular" de las emociones y los otros de corte épico o de reflexión. Ninguno impacta más que otro, todos ellos tienen la misma relevancia. Solo que en los emotivos la tentación fácil es la exageración, y afecta al participante, porque es muy notorio. Lo difícil es no actuarlo, sino declamarlo. Y en el caso de los otros, los épicos, los reflexivos, se requiere más trabajo de interpretación para transmitirlo de manera sutil al exigente público. Ambos requieren naturalidad, y como bien lo dijo el maestro Andrés: deben gozar su participación, porque ese es el fin de los concursos.
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Si la educación tiene como único fin la forja de hombres y mujeres como ciudadanos responsables y con disponibilidad intrínseca para convivir en paz, el arte en general es parte fundamental de ese desarrollo, y lo es la práctica de la palabra bella en público, como es la declamación. Agradecido con la vida por darme esta oportunidad de seguir siendo testigo de este tipo de eventos, con los que se fortalece la esperanza de que las cosas vienen mejor en el futuro. Y cada quien poniendo de nuestra parte, nuestro granito de arena, que poco no es la organización de este tipo de concursos.
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Por cierto, Doña Virginia, la señora que nos atendió, y que estuvo muy pendiente de cada una de las participaciones, cuando al final me acerqué por un café, me dijo: "la ganadora es la muchacha tal". Y coincidimos ella y el jurado.
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Y coincidir es maravilloso. En mi caso con los miembros del jurado, la escritora Erika Rodríguez Padrón y el maestro Andrés Ramírez Silván. Y con los jóvenes participantes y con los organizadores. A todos ellos, gracias.
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