Maratónica sesión de taller literario

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"Mira su reloj Jaime, nos lo muestra y dice sorprendido: "Las 9: 15 (de la noche)". "Y desde las cuatro", completé yo, cansado, sorprendido y satisfecho. Estábamos tres en la puerta de casa Alebrijes, junto con Joel Taracena. Y platicábamos de diversos temas relacionadas con el acto de escribir, de leer. "El verdadero escritor es el poeta", dice Joel que le dijo un amigo con el que se había reunido ese u otro día.

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Llegué al taller unos cuatro minutos tarde. Por primera vez. Y para mi agradable sorpresa ya estaban cinco asistentes. El tráfico de la avenida universidad me retrasó. Nunca hago esa ruta de mi casa al taller, solo que esta vez venía de plaza las Américas (específicamente del Café La Cabaña, a donde a veces llego a arreglar con algunos amigos el mundo), y se me hizo fácil irme por allí: una hora en el traslado. Y sin comer, pensaba hacerlo rápido, de paso, con un coctelito de El Rockanroll, tradicional restaurant familiar especialista en mariscos, y el coctel, ni se diga.

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Jaime inició la sesión del taller con los recuerdos a Ciprián Cabrera, que recién cumplió diez años de su partida a "otro plano". Juego de palabras Plano, Pano. Pero por su actitud ideas y prácticas, de pocas personas se puede decir eso, "marcharse a otro plano", entre ellos Ciprián Cabrera. Jaime nos mostró el libro La ventisca, del poeta al que aludo, y las circunstancias de la dedicatoria en la Universidad, de cuando Jaime estudiaba Comunicación, y acompañó a Miguel Ángel Ruiz en su pedido: "acompáñame a buscar a Pano, para que dé su conferencia". Pano con un brazo enyesado, a causa de lastimarse con ejercicios. Y con su sencillez y sonrisa dedicarle el libro. Luego en el taller nos leyó algunos poemas.

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El cafecito ya estaba listo. El pan y galletas, también disponibles. Y atentos a los recuerdos sobre Pano. Yo comenté sobre el evento de la noche anterior en el Centro Cultural, la belleza de las intervenciones de Beatriz Pérez Pereda y de Norma Domínguez De Dios, "Retrato de Ciprián Cabrera Jasso", ambas desde dos facetas distintas, nos hicieron que conociéramos un poco más del poeta amado.

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Llego al Encuentro de escritores en Villahermosa. 1999. Biblioteca Pino Suárez. Coincido en la entrada del auditorio con Ciprián Cabrera. Luego del saludo entramos juntos. Frente a nosotros la mesa de registro. Primero tú, le digo. Y se registra. Sigo yo. La edecán -por cierto muy guapa- me pregunta los datos básicos. ¿Nombre?: Antonio Solís Calvillo. ¿Domicilio? Aquí respondo un poco más fuerte, adrede porque estaba junto a mí Pano: "Ciprián Cabrera Jasso. Número 209". Y Pano ríe a carcajadas. Cree que lo digo en broma. "Sí", le reitero. "Tu nombre lleva mi calle". "En eso termina uno", responde resignado y sonriente. Y le pido algo que nunca concretamos. Que me acompañara a mi calle a leer de su obra con los vecinos. "Claro que sí, Toño, nos ponemos de acuerdo", me dijo, afable, dispuesto. Por mi culpa no lo concretamos.

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Jaime lo evocó con muchas anécdotas, que ya le pediré  las escriba, o las recopile si ya las tiene escritas. Solo aluno a que que el día de su muerte, de Pano, por supuesto, lo contactó el poeta Balam Rodrigo para que escribiera algo, algún recuerdo, alguna anécdota. Y él escribió un texto que se llama "Ya llegó Santo Clós", o algo así, refiriendo que cuando su hijo vio a Ciprián, barbudo cano, pelo largo igual, blanco, y vestido de rojo, así le dijo que parecía.  

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Los asistentes Paola, Ángel, Carlos René, Fidencio, Joel, Claudia, Rosy Pérez, Isaías, Sergio, y los anfitriones Daniel y Delia (un nombre se me escapa, perdón la memoria). El horario es de 4 a 6, de manera normal. Y como es taller libre, de iniciativa ciudadana, cada quien llega, se quita, no vuelve o sí, etc. Ni se pasa lista, ni habrá calificaciones, ni constancia o diploma de egresados, ni credencial de pertenecer a este especia de Tobys club literario, donde el centro de la plática es la literatura en cualquier variante que los asistentes quieran darle, solo que la razón de ser es el escribir y querer mejorar.

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Textos de Paola, le va encontrando camino a las palabras e imágenes; le auguro buen futuro en la literatura (el sábado pasado para ella fue todo el día: taller con Balam Rodrigo; taller literario y presentación del libro Tañedor de cadáveres); de Ángel, siempre muy activo y con excelentes comentarios sobre los textos de los otros; de Rosy, con versos deslumbrantes; de Joel, con mucho entusiasmo, creatividad y rima, y la génesis de su poema a partir de un comentario de en las redes de Jaime, por lo que aproveché para hablar sobre la métrica y rima, y leí de Alexis Díaz Pimienta, traído a la mesa por Fidencio; de Carlos René, con Homenaje a Lorca, que nos dio la buena noticia que ya van a aparecer publicados dos de sus libros, y que vamos a presentarlos en Alebrijes, lo cual me llena de gozo.

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Qué alegría siento de escuchar los nuevos textos, como recién salidos del horno en el que se forma y forja humanidad. Y luego mirar detenidamente la lectura posterior en silencio de cada uno de los asistentes, metidos en sus propia visión del hecho literario, con sus antecedentes de lecturas, y luego el ejercicio de pensar seleccionando las palabras hiladas para dar opinión con mesura y cuidado para decir sin herir, para reconocer brillantez en algunas partes y cierta debilidad en otras, y decirlo con la mayor claridad posible, lo más concreto posible y hacer sugerencias con palpable prudencia más que timidez, sin las aristas hirientes antipedagógicas, buscando motivar. Pero sobretodo ejercitándose para autotallerear los textos propios. El concepto: en los talleres, a través de los comentarios sobre los textos de otros se aprende a realizar la autocrítica. Y hay que seguir leyendo mucho.

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Así que en el taller un integrante se enfoca sobre gramática y ortografía. Otro sobre la precisión de la palabra, o vaguedad. Otro más sobre la coherencia entre enunciados. O sobre la novedad y búsqueda de hacer algo distinto. O darle lustre a las formas viejas. Esa es la riqueza del taller, un caleidoscopio de enfoques sobre un texto escrito. Y el esfuerzo de pensar en cómo hacerlo mejor si fuera el propio. Ah, y la actitud serena de todos al escuchar la opinión sobre "el hijo (o hija) literario". Y la confianza de preguntar  qué quisiste decir aquí, o qué significa esta palabra. Y así donde no hay camino, van haciendo camino de palabras al escribir. 

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Poco a poco la sesión declina. Queda la charla de sobremesa, Anécdotas y experiencias. Algunos se empiezan a despedir. Ya van tres horas. Otros más se despiden, ya van cuatro horas. Y al final quedamos Fidencio, Daniel, Joel y Carlos René. Y luego menos, hasta que quedamos tres. Es cuando ya en la puerta y banqueta Daniel mira su reloj. "Las 9:15", dice. "Y desde las 4", digo yo mientras me despido.

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Yo solo puedo decir "gracias" a todos ellos, asistentes, en este caminar entre todos, donde todos aprendemos. 




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