Departamento de quejas

1

Si se hubiera dado el caso que antes de aterrizar vía nuestra madre en la vida nos hubieran preguntado si queríamos ser felices o infelices en nuestra existencia, primero no sabríamos contestar por no saber la diferencia. Y en la hipótesis de que sí supiéramos, de seguro escogeríamos ser feliz. Solo que nadie nos preguntó. Pero tampoco nadie nos explicó. Y en el trayecto descubrir lo que es la felicidad, y llegar a la conclusión de que son breves instantes, nos tardamos años. Así que entre más pronto mejor.

2

Uno debe preguntarse a diario si nuestra vida es fecunda, si hacemos algo en bien de otros, si lo que hacemos nos da alegría o tristeza, si somos capaces de hacer reír a los otros, a uno o muchos. E insistir en ello. Vida fecunda significa hacer con dicha. Vida fecunda quiere decir sembrar en uno mismo semillas de felicidad (no esperar, desdichados, que los otros nos hagan felices). 

3

Tenemos solo una vida. Y uno debe reflexionar de manera permanente. Cada día es un espacio de tiempo para hacer las cosas mejor que ayer. Obrar sencillamente sin hacer mal a nadie. Si somos indiferentes a los problemas de los demás, asimismo serán indiferentes a los problemas de uno. Karma, le llaman. La frase de amor con amor se paga, cierto, es pegajosa. Pero si se piensa en pago, entonces ya está coja de toda intención de reciprocidad.

3

En mi vida he convivido con personas que solo se la pasan quejando. Y quizá yo fui un tiempo una de ellas, no lo niego ni lo dudo. Hasta que me di cuenta que mis conocidos me empezaban a dar la vuelta. Ganaba discusiones humillando al contrario. Y los que  me veían ganar, imaginaban ser ellos los humillados, y entonces me rehuían. Así que un buen día, en un abrir y cerrar de ojos, cambié mi estrategia: todos ganan la discusión. Yo pierdo. Y me di cuenta que las cosas cambiaban a mi alrededor. Y mejor aún, a mi favor. Soy un pobre venadito que habita en la serranía, dice la canción.

4

Quienes se la pasan quejando llevan en sí su propio castigo. Porque son como burros que se la pasan dando vueltas a la noria en esa figura ancestral de sacar agua con burro. Un día y otro es lo mismo. A la hora de comer, las quejas. A la hora del café con amigos, las quejas. A la hora íntima de platicar con la pareja, las quejas. Termina el día. No descansan. Porque hasta en sueños se la pasan quejando. Y no resuelven absolutamente nada.

5

¿Y por qué lees poesía? ¿Y por qué escribes? ¿Y por qué siempre hablas de la lectura? ¿Y por qué traes un libro bajo la axila? ¿Y por qué simplemente no te cruzas de brazos? Todas esas preguntas me las han hecho. Y comprendo a quienes me las hicieron. Unos no leen poesía, la consideran superflua e innecesaria. Otros no leen y les extraña que otros lo hagan. Y otros andan bien perfumados de la axila, y de libros no les hablen.

6

Cuando yo les daba clase a los alumnos de telesecundaria, que tienen edad entre doce y quince años, les hacía varias preguntas. Y siempre les llevaba una pregunta nueva. Lo anterior para que vieran a su alrededor. Y para que se forjaran una visión de futuro. No la clásica de "¿qué quieres ser cuando seas grande? Sino otras más acorde a los momentos de la adolescencia en la que estaban viviendo. Se trata de hacerlos pensar, reflexionar  sobre la raza humana, sobre el individuo en la sociedad, y sobre la serenidad de encontrar la muerte cuando corresponda, pero disfrutando el día a día;  y cuidarse mucho no arriesgándose con la electricidad, lo profundo de los ríos y las corrientes traicioneras, y sobre las alturas, de que no somos de plástico.

7

Conocí al Doctor Márquez de Ocuiltzapotlán una vez que ya no pude más con mi agitación interna que me orillaba a sentir que me ahogaba, sentía pánico al momento de acercarme con mi carrito del súper a la cajera. Hsta que me desmayé y fui a consulta con él. Todo ello me sucedía sin que yo me diera cuenta, me quejaba contra el gobierno, contra Elba Esther, contra la SEP, contra la invasión de EEUU a Irak, contra Austria por no regresar el penacho de Moctezuma. Y todo esto que escribo de mis quejas él las supo sacar de mi pecho al preguntarme sobre mis motivaciones, y aficiones diarias.

8

"Usted tiene estrés", me dijo parco. Y en su máquina Olivetti metió la hoja de consulta y empezó a escribir: "Frisium 10 mg. Uno a diario por un mes. "Doctor, pero no me quiero hacer adicto a las pastillas". Soltó la carcajada. "No va a pasar. Venga dentro de un mes y seguimos platicando". Y sí, al mes fui de nuevo. Ya no me cobró la consulta. Me cambió la periodicidad d ella pastilla a un día sí y otro no. Por un mes. Y al finalizar volví de nuevo. "Ya no la va a tomar. Ahora solo las cargará en su portafolio, profesor, o en su camisa" . Tampoco me contó la consulta (solo la primera vez). Eso fue hace veinte años. Y ese estrés se redujo a cero.

9

Eso provocan las quejumbres, y el pensar en problemas que uno no va a resolver. Lo que nos toca resolver, hacerlo. Y lo que no, dejarlo de lado. Al final de la plática -consulta- con el doctor Márquez, luego de una media hora de preguntas y respuestas, de saber que leo poesía, no tengo familiar cerca com padre, madre, hermanos, primos, ni perrito que me ladre, y que no llegaba a iglesia o templo alguno, me dice parco, como un doctor ateniense, un Galeno, quizá: "Por qué cree usted que las personas leen la biblia y van al templo?, pues precisamente para tener con quien desahogarse. Cuando salen de la iglesia o templo se sienten más ligeros, lo mismo cuando leen un pasaje de la biblia..."

10

"...Así usted, cuando sienta esa agitación dentro de usted, que le lleva hasta el extremo de sentir que le falta el aire, saque un libro de poemas de los que más le gustan, y empecé a leer sus poemas preferidos". Y sí. como a los seis meses de esa consulta desperté una madrugada sintiéndo que no podía respirar. Se despertó a un vecino para que me llevara al ISSET (ese es otro tema)  Y mientras él se preparaba para llevarme, vistiéndose, lavándose la cara y preparándose un café, saqué mi libro de Walt Whitman, y empecé a leer; en cuestión de cinco minutos ya estaba yo mejor. Cuando llegó Pedrero, le dije ya me siento mejor. Y efectivamente ya estaba yo mejor.

11

Conclusión. Las quejas donde corresponda y cuando corresponda. Lo que la solución esté en nuestras manos, no dudemos en resolverlo. Lo que no, pues no. 







 



Comentarios

Entradas populares de este blog

lecturas 20. Poemas de Carlos Pellicer Cámara

Rigo Tovar y Chico Ché

Max in memoriam