"Creí que esperabas algo más fácil", me dijo mi maestra

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¿Y mañana?, digo, si hay mañana. Nos acostumbramos a esperar que el futuro nos resuelva la vida. Que de manera mágica se vayan dando las cosas que soñamos, que se resuelvan los asuntos pendientes, que suceda algo que cambie diametralmente nuestro estilo, a favor, por supuesto, y el viaje de la vida siga con las emociones soñadas, idealizadas. 

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Esperamos quede nuestro equipo campeón, y pierde varios partidos seguidos (sea del deporte que sea). Pero digamos, que gana el campeonato, disfrutamos esa tarde y al día siguiente, quizá la semana, y luego volvemos a la rutina de nuevo, y vimos a un amigo  con quien apostamos la cabellera, con el craneo calvo, o ganamos unos cuantos pesos, y hasta allí llega todo. Nuestros problemas de insatisfacción siguen siendo los mismos.

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Eso de "mañana lo hago", es la imagen de flojos que quieren hacernos creer, y es cierto que no debemos apresurarnos en hacer las cosas rutinarias, pero sí ponerle atención a lo que es importante, más allá de lo urgente. No se cae el mundo si no cortamos el pasto hoy, si no barremos el patio, si no lavamos el auto. Solo que se nos acumulará lo por hacer. Aunque ¿y eso qué?

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La niña quiere llegar a sus quince años. La familia quiere verla terminar su carrera. Que nazcan nietos. La familia quiere remodelar la casa. Un mejor auto. Un mejor trabajo. Y todo ello en la espera de un mañana que llega, pero nada de de nuestras preocupaciones resuelve. Y al llegar no tiene nada de espectacular. Más al contrario nos damos cuenta que la felicidad ni es permanente, ni depende de lo exterior, y menos de otras personas. 

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El mañana es una vacuidad que no existe. Es la apuesta hacia lo incierto. Es lo que sucederá independientemente de nosotros. Es el destino agazapado para restregarnos en nuestra cara lo que no hicimos para que se diera eso que queremos. El empuje que nos faltó. El coraje para hacer o decir las cosas. El futuro es lo que se va develando en el cada día. Y este en muchas ocasiones es gris o incoloro. Y aquellas hojas nuevas de la planta que sembramos, no las vemos porque estamos esperando de ya la olorosa flor y el suculento fruto.

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Yo cuando niño llegaba a la tienda cercana ala casa y me asomaba a ver el letrero que Doña Porfiria (Pila) tenía puesto en una parte donde todos los clientes lo vieran: "Hoy no se fía, mañana sí". Y nosotros éramos infantes, y esperábamos que mañana fuera el día esperado de la fiadora, y nada. Solo que así nos pasa en la vida.

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Cierto, hay quienes esperan el amor de su vida. Hay quienes esperan ganarse la lotería nacional. Hay quienes esperan la temporada de beisbol. La temporada de frutos de sus árboles. Hay quienes esperan que llegue el fin del ciclo escolar. Y quienes esperan una carta de amor que nunca llega. Quienes esperan el perdón y no perdonan. Y quienes esperan su cándido candidato.

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 "¿Y tú qué esperas del mañana?", me preguntó mi maestra de Filosofía comparada. De momento no supe qué responderle. Me agarró desprevenido. Como un gancho al cerebro. Como una reflexión a la que no está acostumbrado uno, sobretodo porque vivimos en el día a día. Yo esperaba los fines de ciclo escolar. esperaba una llamada de lo que llamamos Dios encarnado. Esperaba la quincena. Y esperaba que de manera automática poco a poco llegáramos al paraíso en la tierra con paz social que es fruto de la justicia, con alimentos para todos, con pan en la mesa y leche para todos los niños, con buenas cosechas en el campo.

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A mi maestra de filosofía, la más guapa entre las guapas, la encontré diez años después, con la sonrisa de siempre, y con la belleza inmanente, tanto en su yo interno, su yo externo y su interior espiritual que reflejaba en su rostro angelical y se manifestaba con paz y tranquilidad, labios carnosos, mirada transparente, buena vibra a toda prueba, está por demás decir que yo estaba enamorado de ella. Se llamaba Sofía, y era una mezcla de inteligencia y voluptuosidad. "yo espero que alcancemos la utopía de justicia social y el fin de la pobreza". Me dijo: "uyyy, hijo, creí que ibas a decir que esperabas algo más fácil, como sacarte la lotería sin comprar boleto o hacer el eterno amor conmigo. Así me dijo la maestra Filia Sofía. Mientras me tomaba d ella mano para llevarme rumbo a la cafetería de la biblioteca.

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Me puse a pensar en su respuesta desesperanzada. Me quedé sin aliento. He reflexionado sobre ello. Y aquí ando, en la espera del mañana que me trae de entrada un nuevo amanecer, que es la vida misma defendiéndose.

 

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